Los Comités

Ni en mis sueños más recónditos hubiera podido yo imaginar que en España tuviéramos tanto experto y tanto sabio. Más que nada, porque para tener tantos, no nos sale nada a derechas. Pero por lo visto los tenemos, y claro, hay que darles uso, no vaya a ser que nos caduquen.

Tenemos tantos que no damos abasto a crear comités y los ponemos a gestionar los problemas que van surgiendo. ¿Que pasa algo? Un comité ahí ipso facto. Mejor hoy que mañana, que se note que vamos sobrados. Así, en lo que va de verano hemos creado dos; un comité de expertos para gestionar la «desescalada» (seguro que también tenemos un comité de expertos en creación de palabras inexistentes, pero eso para otro día). Y ahora vamos a formar otro aún mejor, ya no de expertos, sino de sabios. Un comité prémium para el reparto de los millones europeos. Nada puede salir mal.

El problema viene cuando te enteras de que no había comité, ni expertos, ni nada; no habían llamado ni a nuestros cuñados para preguntarles. Resultó que todo fue un paripé, un escudo con nombre molón donde parapetarse y hacer lo que les saliera de sus «decretos». Ya me entienden: pueden ustedes abrir las terrazas en el País Vasco y cambiar de provincia si así lo desean, pero en Madrid todos en casa, no pueden pasar de fase. No lo decimos nosotros, lo dicen los expertos y quedas como Dios.

Así nos levantamos una mañana con la cruda realidad de que, por un voto aquí y otro allá en diferentes cuestiones y por mantener el estado de alarma, se abrían o no las fases a gusto del Gobierno. Los expertos eran como el ratoncito Pérez, una bonita historia, pero más falsos que los calzoncillos «calvo klaim” del chino de mi barrio.

Como después de este escandalazo no pasó nada y nuestros medios de comunicación lo dieron como una pequeña travesura de estos chicos progresistas tan majos, nuestro Gobierno se ha venido arriba. Quince días después de aquello nos llega la segunda parte: «el comité de sabios». A ver quién les tose… Un sabio no, un comité entero, qué derroche, para gestionar «los dineros europeos».

Yo ya hago mis propias apuestas para el cargo. A poco que busquen, nuestra ministra Montero tiene que estar ahí, porque ¿quién puede olvidar aquello de «mil millones no es nada, no van a ningún lao chiki»? Eso tranquiliza mucho, no me digan.

También imagino que estará nuestro ministro Garzón, que, si ve que falta dinero, saca la impresora y se pone a fabricar billetes. Ya ves tú qué problema. «Que no me entere yo que le falta a alguien un buen puñao de leuros». Es que en España otra cosa no, pero expertos y sabios tenemos para exportar. El problema es que ningún país los quiere y nos los tenemos que tragar y sufrir nosotros.

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