Este Gobierno es imprescindible

Un compañero de trabajo, mi admirado y recordado Paco de Jaén, repetía a menudo aquello de que “el cementerio está lleno de gente imprescindible”.

Lo decía de esa gente que se cree importantísima: empresarios o ejecutivos, altos o medianos, que no toman casi vacaciones o que nunca se van del todo, quedando siempre atentos al teléfono; maridos que creen que sin ellos su casa sería una catástrofe; empleados que guardan celosamente secretos de su empresa pensando que así se hacen más valiosos para sus jefes o jugadores de fútbol que creen que su club es grande gracias a ellos, entre otros.

Pues sí, el cementerio está lleno de ellos, así como de grandes jefes de estado, victoriosos generales, políticos de todo tipo, líderes religiosos y sociales… Gente que se ha ido y ha sido sustituida por otra y de la que a veces no queda ni el recuerdo.

Y ministros. Pero eso no pasa con este Gobierno, en el que todos y cada uno de sus miembros y miembras son del todo imprescindibles, pero de verdad. No sé qué haríamos sin ellos, pero también es verdad que unos más que otros. Porque quizá haya ministros contingentes pero hay algunos que son absolutamente necesarios.

Por ejemplo, Manuel Castells es el ministro de la UNED, que es la única universidad que depende del Estado. Las demás, como reconoció él mismo el 23 de abril, fecha en la que ya le perdimos la pista, ni siquiera lo hacen de las comunidades autónomas sino que hemos hecho de cada universidad casi una taifa, algunas de ellas con más superficie que el Estado del Vaticano y cuyo rector merecería el título de Jefe de Estado, que a veces tiene el poder de convocar o no a las Fuerzas de Seguridad o colocar a sus amigos y parientes. El verano de Castells está siendo largo. Y ahora van y le ponen una reunión justo cuando acaban de operarle y a la que no ha podido ir, claro. A ver si al próximo trimestre, hombre…

También podemos hablar de Garzón. Poner a un comunista en Consumo es como poner a Gandhi como Capitán General del Ejército. No hay ningún gobierno realmente comunista (China no lo es, por mucho que lo parezca) en el que el consumo se haya convertido en el motor de la economía y se haya regulado de modo que beneficie a la población. Al contrario, en todos se ha deteriorado la vida y han conseguido que Cuba importe azúcar; Venezuela, gasolina y Corea del Norte… se muera de hambre. Algunos, como dice aquel chiste sobre el matrimonio, acabaron bien, como los de la RDA, Polonia o Rumanía, por ejemplo.

Garzón dejó escrito que el modelo de consumo cubano es el “único sostenible y tiene un alto desarrollo humano”. No podemos decir que nos oculte sus intenciones, desde luego. Pero de luna de miel se fue un mes a la capitalista Nueva Zelanda y se compró un piso de 200.000 € a las afueras de Madrid. Todo ello muy comunista… Y hay que tener en cuenta que el consumo es competencia, en su mayoría, de las entidades locales: comunidades y ayuntamientos. O sea, con que hiciera un horario de 9 a 13, lunes y miércoles, le sobraría tiempo.

Podría seguir con todos y cada uno de estos imprescindible pero hoy acabaré con Pedro Duque porque el espacio en un artículo, al contrario que el estelar, no es infinito. Duque se ha quedado con Ciencia e Innovación. Si decíamos que Castell es el ministro de la UNED, de Duque podríamos decir que es el ministro del CSIC, Centro Superior de Investigaciones Científicas y algunos institutos más, como el CIEMAT, que no es poco, pero que tampoco dan para un ministerio.

En épocas pasadas, y hasta la Transición, estaba la figura del ministro sin cartera. De hecho, el tercer Gobierno de Suárez, en 1979 tenía 24 ministros, sólo uno más que éste, seis de ellos sin cartera. Como ahora, más o menos.
Lo curioso es que estos casi ministros cobran lo mismo que la ministra de Defensa, la de Hacienda o la de Exteriores, qué sí son competencias exclusivas estatales.

Teniendo en cuenta que estamos entre los estados más descentralizados de la Unión Europea, en el que tenemos 17 sistemas sanitarios desconectados informáticamente entre sí, 17 sistemas educativos o varias policías autonómicas y estatales con funciones a veces solapadas y con dificultades de comunicación, aún es difícil pensar qué haríamos sin alguno de estos 23 ministros.

Ojalá no nos falten nunca.

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1 Comment

  1. Con su escrito se puede llegar a la conclusión que sobran al menos 19 ministerios. Si a ello añadiéramos 350 sujetos adscritos a las cortes y 17 comunidades autónomas con todo su aparato burocrático, resulta que igual dejábamos de mantener a cuerpo de rey cerca de 2.500.000 de cretinos buenos para nada que deberían buscarse la vida en el mercado libre. Que quieren que diga… me parece una excelente idea, por no escribir… ¡Cojonudo!.

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