Los jueves por la noche, es cuando uno echa de menos ser un conspiranoico al uso, un intrigante implacable con un argumento aplastante y lleno de razones obvias que solamente manejan unos escasos privilegiados que van más allá de los canales oficiales de información. Sin embargo, hay un culpable en trastabillar mis firmes convicciones y esa no es otra que la emisión semanal de la serie de televisión La Valla, producida por Atresmedia.

En otros tiempos, a pesar de la magnífica y cuidada producción de la mano de su conocido director y productor, Daniel Écija, no pasaría por ser más que otra serie distópica. El primer naipe que retira la serie de mi tambaleante castillo interior es su estreno en diciembre del año pasado en plataforma de pago, es decir antes del inicio de la realidad de la pandemia por Sars-cov-2 que nos acompaña desde hace ya nueve meses al conjunto del planeta. Pero, además según nos confiesa el propio Écija, nos tenemos que remontar dos años atrás para encontrar los inicios de la serie, delicadamente tanto tiempo hace temblar mi segunda carta entre los dedos del director.

Muy buena la interpretación coral del elenco de actores que dan vida a los diferentes personajes. No obstante, cabe destacar la brutal interpretación de Olivia Molina. La serie española está ambientada en el año 2045, tras haber sufrido el planeta una tercera Guerra Mundial cuyas consecuencias dan paso a unas derivadas de pandemia por un virus del cual no se conoce tratamiento aún. ¡La serie se gestó hace dos años! despacio retiran una carta más de mi castillo produciéndose un derrumbe parcial de un lateral del mismo, pero todo puede ser un fenómeno de la casualidad .

Después de la guerra, la sociedad cae en poder de un gobierno dictatorial con visos bolivarianos en sus formas y control de la sociedad, con la teoría mal llamada de democracia horizontal que tan buenos resultados dan en el dominio, y sometimiento de la población en las dictaduras de izquierdas, o seudo comunistas. Sin embargo, la imagen de la clase represora la visten del más puro estilo de la alta sociedad de la Argentina de Perón, y las fuerzas de seguridad con uniformes y emblemas prácticamente clavados a los que en su día creó el modisto alemán Hugo Boss para el Tercer Reich.

Madrid en la actualidad, confinada, con barrios de primera y de segunda, según la presión económica que ejerce en su modos y medios de vida, como en la ficción los pobres en pandemias aún son más pobres, además de apestados, pueden salir al sector uno a trabajar, a servir a los privilegiados con los pases correspondientes, y regresar a los barrios a encerrarse, a descansar bajo la atenta mirada de autoridades que ávidas les pueden sancionar por equivocarse de acera. El castillo de naipes de mi interior tiembla a modo de seísmo bajo su cartas, quizás el próximo capítulo se desmorone abriéndome los ojos a un horizonte de conspiración.

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