Nuestro mundo está interconectado. Pero para ello, no es necesaria la globalización, término tan debatido y generalizado, enrevesado y condicionado a unas ideologías de izquierdas socio-comunistas y por tanto, totalitarias. La decadencia actual no es natural, sino provocada por dichas ideologías globalistas que necesitan nuestra ruina para imponerse. La globalización como ideología política pretende acabar con las soberanías.

Cualquier Estado asistencial, como la sociedad de mercado o la misma democracia liberal, se encaminan por nuevos derroteros hacia su debilitamiento. Y ello se debe a acontecimientos económicos y políticos que escapan de la regulación estatal y que cada vez son más frecuentes, dirigidas desde estas élites globalistas sedientas de poder.

Hay tres formas claras de que las ideologías globalistas estén presentes e intentando expandir su tela de araña; la ideología de género, el multiculturalismo y el cambio climático.

El calentamiento global, por ejemplo, con sus índices de cuota de CO2 es, ante todo, un negocio que les garantiza la permanencia en la pobreza de aquellos países exportadores de mano de obra barata, ya que si no cubren la cuota que les pertenece, pueden venderla a otro país más desarrollado de forma que se desincentiva a mejorar su propia producción industrial.

Estas ideologías castigan la identidad nacional y cultural ayudando a crear una sociedad moldeable que acaba con las familias y apaga la voz de todos aquellos que quieren disentir u opinar diferente. Según César Vidal, historiador y periodista, el fin del globalismo a través de sus complejidades e ideologías, es “crear un planeta en la que todas las decisiones las van a tomar un número de personas sin tener que pasar por mecanismos tan molestos como es el control de un Congreso, un Gobierno nacional o una fiscalización”.

Los procesos de globalización han sido perjudiciales para prácticamente, todas las naciones, con situaciones degradadas en mermas de empleo y políticas sociales, que han llegado a poner en gran riesgo el que algunos países fueran capaces de sortear crisis en solitario. Para que estos acontecimientos se den, hace falta que las personas estemos mirando hacia otro lado, despreocupados y consumidos por nuestros problemas cotidianos de cara a unos políticos que nos producen hartazgo y a los cuales, les dejamos hacer sin más.

Si queremos un país con cuentas saneadas y próspero para todos, es necesario el cambio de actitud. Hay que pensar que contrarrestar el empobrecimiento impuesto por estas ideologías es muy sencillo; basta con la gran información al respecto que encontramos en nuestros días y también, cómo no, el hacernos inmunes a sus argumentaciones lacrimógenas y de supremacía moral que en muchos casos son antagónicas e incluso, absurdas, a la hora de imponer su ideología mediante legislaciones.

Durante este último año de pandemia, hay algo con lo que hemos aprendido a vivir (sin tolerar bien) poco a poco. Se trata ni más ni menos de que tanto el desastroso gobierno de España como organizaciones internacionales, han errado una y otra vez en sus consideraciones y elaboración de planes para hacer frente a tanta enfermedad y desgracia.

Todo ello, deja poco margen para imaginar un supuesto futuro dominado por aquellos que sí defienden una agenda globalista en España, un futuro lleno de carencias al que nos quieren someter sin previo aviso y sin transparencia, como ya hemos visto. Prepárate para ser su oveja o bien, únete a la Resistencia.

Ver comentarios

    • Por supuesto hay que resistir, y quejarse y criticar cada vez que tratan de imponernos sus falaces verdades, sus manipulaciones, su historia inventada. Cada vez que afirman algo, saber y decir que mienten. Hay, sin embargo algo peor que el maldito globalismo. Es ese nuevo comunismo que ha renunciado a sus siglas y símbolos (de momento). Es el Tecnocomunismo, que se ha infiltrado en la casa y en la mente de todo el mundo sin que nadie se dé cuenta, si puede, se hará con el poder nacional y aniquilará todo lo que conocemos. Ya han empezado, el catalanismo,
      la historia inventada, la falsa unidad de la lengua entre el dialecto barcelonino y el idioma valenciano, los nombres de las calles, hace poco el Generalísimo Franco, ellos no van a parar... No se sacian. Por eso hay que resistir. Pero no solo.

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Publicado por
Lourdes Masegosa

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