De artimañas y cordones sanitarios

Mucho se habló en el pasado sobre el muro que dividía Alemania en dos mitades, la del lado oeste y la del este, y en la actualidad parece que se ha desdibujado bastante el recordar un hecho tan reciente, históricamente hablando, que lo encumbra prácticamente en el olvido de los progresistas. Parece que, para la progresía en su conjunto, ignorar es la solución para todo lo que les resulta incómodo, llevando un camino de repetición constante en sus devaneos políticos. En esto, no mejoran su actitud, todo hay que decirlo.

El muro nació para separar dos partes de un mismo pueblo, una federal y la otra, comunista. Desde la parte comunista se intentaba convencer y adoctrinar al pueblo de que ellos eran los salvadores y que los iban a proteger de un capitalismo y un fascismo malvados, mientras los vigilaban y amordazaban con armas para que no escapasen. No hay casos de personas que intentaran saltar el muro desde el lado federal hacia el comunista, hecho que, al contrario, ocurría con demasiada frecuencia muriendo por miles bajo las armas de sus “defensores”

En la actualidad, el muro ha dejado de ser físico pero el ardid es el mismo, aunque no lo veamos y le cambien el nombre. Ahora, en España lo llaman “cordón sanitario” con auténticas intenciones y semejantes resultados. La idea principal es enseñar a que nadie salte desde el lado progresista actual a la vez que, sin quererlo, se reconoce que un movimiento político como Vox, es su mayor rival, asunto este que le favorece bastante a Vox porque es un gran piropo sabernos rivales de quienes odian a España y a la libertad.

En concreto, en Cataluña, hay un separatismo mafioso y golpista a quien el PSOE brinda su cordón para evitar que sus votantes despierten y huyan del redil social-comunista que los oprime cual Alemania del este oprimió en su día. Es el resultado de entrar en un pánico descontrolado que muestra su verdadera cara, al observar los buenos resultados de Vox en los grandes barrios tradicionalmente llamados obreros.

Cualquier persona que haya votado, esté afiliada o simpatice con Vox tiene derecho a que se la escuche y se la represente, mientras que los vetos hacia esta formación política, discrimina a este grupo social por razón de su ideología, de la misma forma que a sus representantes en las cámaras que les han sido asignadas. Y la discriminación por esta causa ni es moral, ni ética, ni mucho menos democrática. Intentar callar por estos medios a cuatro millones de españoles, revela hasta qué punto son capaces de repetir hechos del pasado que no generaron más que sufrimiento, miseria, agonía, pobreza y precariedad.

La izquierda en España está alterada porque ya no engaña a nadie. Su desesperación es cada vez más patente a la hora de utilizar los medios y recursos de que dispone para imponer su ideología. Poco le importa ya hacerlo desde el odio y la falsedad. Por el contrario, los españoles sabemos que Vox es un partido en el que se puede confiar, un movimiento firme y coherente que sabe lo que tiene que hacer y hace siempre lo que dice. Es imposible y absurdo intentar parar su crecimiento a base de falacias que son como el escupir hacia arriba.

La realidad que vivimos los españoles en estos momentos dista mucho de lo que la izquierda en su consenso quiere hacernos creer. A la vista está que su ocupación no es otra que la de mantenerse en la poltrona a perpetuidad, con la vista fija en ello y sin trabajar por lo que verdaderamente España necesita. Aunque ya sabemos que trabajo e izquierdas, nunca se llevaron bien.

Y todavía con todo esto en contra, afirmo que ningún cordón sanitario impedirá que hagamos aquello que hemos venido a hacer y que la democracia misma con nuestros votantes, afiliados y simpatizantes, ampara y avala.