La soledad

El 15 de junio. Día Internacional de la toma de conciencia del abuso y maltrato a la vejez. Hace unos días, tuve la oportunidad de conocer de primera mano una pequeña historia que, como muchas otras, han ocurrido en las residencias de mayores. Tanto me impresionó, por su ternura y humanidad, que he decidido redactar este humilde homenaje a estos mayores que sufrieron este cruel impacto del COVID 19, unida a la nefasta gestión que se realizó de las residencias por un gobierno que daba la sensación de desapego total de quienes un día trabajaron de sol a sol para levantar España.

Muy temprano, se oyen carreras por el pasillo, voces y entrecortadas, desde el comedor suben ruidos de preparación del desayuno. María esta noche no ha podido dormir bien, tenía una sensación que le recuerda a su infancia tan lejana en el tiempo, pero inolvidable para ella: la que sentía en las noches de Reyes. En la percha, preparada su mejor ropa, la chaqueta que su hija le regalo hace dos Navidades y que todavía no ha podido estrenar. Ayer por la tarde vino la peluquera, le acicaló el peinado, también piensa ponerse los pendientes de pedida que todavía guarda en su cajón. Sobre la mesita de noche la foto de su familia.

Hoy toca la primera dosis de la vacuna, el primer paso para volver a esa añorada y deseada normalidad. Este año de tanto miedo y tristeza y que la ha aislado de su familia, de su hija y sus nietos. La cama de al lado está vacía, hace una semana se llevaron a Elena con síntomas al hospital, con ella ha compartido los cinco años que lleva en la residencia y no ha vuelto a tener noticias de ella. Todo esto le está produciendo una sensación de angustia e incertidumbre, que las enfermeras -que son unas chicas estupendas- intentan paliar con bromas y buenas intenciones, pero que ella sabe que al igual que otros casos, no acabará bien.

Cuando baja al salón, todos son buenas caras. Hay aplausos, un médico y unas enfermeras nuevas que ya han comenzado a vacunar. Ya le toca, está nerviosa, y la enfermera la tranquiliza y no puede reprimir la pregunta; ¿podré ahora ver a mi hija y mis nietos? La enfermera le responde que es el principio y que con la segunda dosis y con paciencia ya podrá volver a su vida normal. Todo ha terminado, la tranquilidad y el silencio ha vuelto a la residencia. Ahora María saluda desde la ventana de su habitación a su hija, que esta fuera, al otro lado de la verja y agita las manos y le lanza besos. María no puede contener las lágrimas pensando que por lo menos la pasada noche cargada de ilusión, ha merecido la pena vivirla.


Después de casi un año de Pandemia y con miles de fallecidos en las residencias, debemos reflexionar sobre la enrome deuda que tiene esta sociedad con ellos. Son una generación, silenciosa, que no exige, que no protesta, pero nos dieron sus mejores años para construir nuestro país y nuestro llamado estado del bienestar.
Estamos en deuda con ellos y si no podemos pagarles con nada, hagámoslo con respeto y cariño y que por lo menos no se vayan en SOLEDAD
. Algún poeta y cantor argentino dijo: “La vejez, la peor de las dictaduras“.

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1 Comment

  1. 👏👏👏 Buen artículo, son la generación que con enorme esfuerzo y en un entorno nada cómodo y con todas las desventajas conocidas, fueron capaces, con tesón, carencias, esfuerzo y generosidad, dejarnos un legado increíblemente confortable, que pocos saben apreciar y conocer que no fué tan sencillo estar como estamos, los que tienen menos de 40 años, ni se lo figuran, ni lo estudiaron, nuestros mayores, son nuestros héroes, se lo merecen todo. Gracias por tu artículo María José. 👏👏👏

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