Divide y vencerás

La práctica política de dividir a la sociedad por cuestiones puramente personales y privadas es hoy el caballo de batalla del consenso globalista imperante en occidente. Con el nacimiento de los estados liberales los individuos eran absolutamente iguales en derechos, obligaciones, deberes y libertades y ese precisamente fue el espíritu de la reforma social europea. Hoy nos segregan por sexo, edad, color de piel, orientación sexual, opiniones políticas, confesiones religiosas y toda una marabunta de etiquetas absurdas para los tiempos que corren -o eso pensábamos-. Cualquier cosa les vale para colectivizar a la sociedad, crear muros infranqueables y enfrentar a la población. Todos perdemos. Ellos ganan.

Lo ocurrido estos días con Hungría es la muestra más evidente de que los que pretendemos mantenernos libres nos enfrentamos un monstruo gigantesco con cientos de tentáculos con los que asfixiar todos y cada uno de los ámbitos de nuestras vidas cotidianas. ¡Nada menos que la Unión Europea, señoras y señores! ¿Y qué habrá hecho don Viktor Orban para ser perseguido por sus homólogos europeos con tanto ahínco? ¿Habrá justificado algún genocidio? ¿Habrá indultado golpistas? ¿Estará trayendo a nuestros países a terroristas del Daesh? ¿Se habrá dejado invadir por un tercer estado? Pues va a ser que no. El único “delito” del Gobierno húngaro ha sido el de aprobar una Ley para evitar el adoctrinamiento a niños en cuestiones de tipo sexual -abarcando también, como es obvio, las orientaciones sexuales-. ¡Valiente sinvergüenza todo el que crea que mandamos a nuestros hijos a las escuelas para aprender y no a convertirse en un ladrillo más de la secta globalista!

Lo más hiriente de toda esta vomitona de moralina barata es que la Unión Europea -antaño Comunidad Europea- no es más que una asociación de estados soberanos para disfrutar de una serie de elementos comunes para favorecer la economía comunitaria. ¿En qué momento los pueblos soberanos que eligen a sus gobiernos han sido obligados a soportar la censura a las leyes y otras decisiones que emanan de sus parlamentos? Formalmente, en ningún momento. Eso no ha sucedido. Materialmente, desde que unos cuantos magnates “filántropos” han comprado gobiernos enteros, medios de comunicación de masas, compañías de redes sociales y grandes tecnológicas, corporaciones bancarias, etc. Fue ahí -hace un par de décadas, quizás- cuando los nacionales de los estados miembro de la UE perdimos de facto toda posibilidad de elegir nuestro propio futuro como nación. Fue ahí cuando nuestra forma de vida empezó a estar teledirigida desde unos pocos despachos estancos a la opinión pública. Fue ahí cuando comenzó, literalmente, la decadencia de occidente.

Los poderes fácticos pretenden que nuestros parlamentos nacionales se conviertan en un mero espacio de escenificación, una suerte de hoguera de vanidades donde virtualmente se queman las papeletas que los ciudadanos introducimos en las urnas cada cuatro años. Ya pasaron los años donde las leyes emanadas de las cámaras representativas de la soberanía nacional tenían como único filtro la fiscalización de los tribunales emisores de doctrina e interpretaciones constitucionales. Hoy los filtros a nuestras leyes los marcan personas -y gobiernos, empresas y ONG- que ninguno de nosotros ha elegido. Ellos son los que deciden. Ellos son los que cortan el pastel. Y ellos son los que se lo comen.

Y esto, querido lector, significa la muerte de las naciones. Llegará el momento -si no lo evitamos a tiempo- en que los ciudadanos únicamente sirvamos para pagar impuestos y soportar la doctrina globalista sin el más mínimo derecho a la queja. Llegará el día en que no pintemos nada en nuestra propia vida y mucho menos en las de nuestros hijos. Y ese día comprenderemos que a la tenue luz que hoy mantenemos encendida desde la disidencia merecía ser resguardada y avivada con tenacidad.

No nos rindamos. Pero tengamos cuidado. La amenaza a Hungría es solo el botón de muestra de lo que tendremos aquí el día que partidos como Vox -el único verdaderamente patriota en todo el arco parlamentario del Congreso de los Diputados- gobierne en nuestra nación. El día que decidamos que la educación en valores morales es responsabilidad de las familias, nos amenazarán. El día que nos demos cuenta de que es el pueblo español el único con derecho a elegir su propia forma de vida, nos señalarán. El día que comprendamos que el futuro pertenece a los patriotas y no a los globalistas, nos machacarán. Pero ese día será el momento en el que nos daremos cuenta del circo que se han montado a nuestra costa. Un negocio millonario llamado globalismo en el que nosotros únicamente somos obedientes contribuyentes sin derecho a decidir absolutamente en ningún aspecto del status quo. Ellos solo quieren una cosa: ganar. Y para ello han interiorizado fuertemente el dogma bélico de “divide y vencerás”. Cada uno de nosotros será encerrado en su celda. Platito de comida regalada y a obedecer. Principalmente obedecer.

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