El tabú de la muerte

Ayer visité a mi abuela materna en la residencia dónde lleva viviendo unos años. Al llegar me percaté de dos cosas que me descolocaron, pero a la vez me hicieron reflexionar. La primera; la cantidad de “barreras” que hay en una residencia común, como si quisieran que no se vean y la segunda; la cara de felicidad de mi abuela al vernos – a mi madreblack friday wig sale aguilas cibaeñas jersey custom nfl jersey best human hair wigs for black females nike ispa 270 bouncing putty egg full lace wigs air jordan 1 element best jordans custom nfl football jerseys philadelphia eagles kelly green jersey saldi marella snorkel snorkel best sex toys banchero orlando jersey y a mí- fue de 0 a 100 en cuestión de segundos. Tras terminar la visita, quede reflexivo sobre lo que para nosotros significa la muerte. La muerte posiblemente sea uno de los tabúes más grandes de nuestra sociedad y una de las evidencias eran las formas en que las residencias están tan bien escondidas, es como si la enfermedad, la vejez, la lesión tuviera que ser ocultada a los ojos de los mortales al igual que los hospitales.

Y es que, para nosotros, el tabú o más bien dicho: aquello de lo que pensamos a veces, pero no hablamos está presente en nuestras vidas. Tabú puede ser como algo prohibido por la propia comunidad, desde hablar de pornografía en ambientes católicos, pasando por hablar del género en grupos LGTBI y terminando por ofender a cualquier vegano radical comiendo un lechón a su lado. El tabú y la ofensa van unidas de la mano, pero cierto es, que no siempre son lo mismo. El tabú es algo de lo que no queremos hablar porque se sabe que incomoda, hay momentos para hablar de ciertos temas o como me dicen a mí, momentos para filosofar, pero hay que poner en el punto de mira ciertos temas que nos incomodan como sociedad y una de esas cosas y uno de esos temas es la muerte.

Lo cierto es que cada cultura se toma la muerte de una forma más o menos laxa. En la antropología humana se ha venerado y vilipendiado. Actualmente, hay personas que veneran la muerte y la ven como un ciclo natural – quién tenga que morir, que muera- y por eso montar altares a la santísima muerte. Otras sociedades se quieren alejar de ella como es nuestra sociedad occidental. Tras los miles de muertos que dejó y sigue dejando el COvid-19 y esos anuncios tan impactantes de personas a punto de fallecer, nos entró el estigma del miedo, el miedo a la enfermedad. La enfermedad que creíamos que nunca llegaría porque nos sentíamos en el paraguas de la seguridad del Estado y las grandes compañías que creíamos que nos iban a volver inmortales. Nuestra sociedad idolatra su cuerpo, su estética, sus lujos y rinde culto a vivir el momento, el carpe diem, al decir “lo siento” cuando alguien muere, a la alergia a los tanatorios y al llorar las despedidas.

Lo que más shock produce en esta sociedad es enterarte que te vas morir, ¿os imagináis que tuviésemos un reloj en la muñeca – como la célebre película In time- que nos predijese el momento de nuestro fallecimiento? Nadie viviría o viviría de otra forma. Es el tabú lo que nos hace vivir a veces una vida que no queremos; la prohibición y el terror a lo desconocido y pensar que no somos finitos lo que nos mantiene cuerdos de cierta forma. La otra cara es la banalización de la violencia y de lo ajeno, ¿por qué nadie se escandaliza cuando vemos una guerra o se practican masacres a lo largo de nuestro mundo? Mejor aún, ¿por qué nadie pide fin a la violencia en sí? Sólo se pone o se quiere poner fin a determinadas violencias con interés político. La televisión juega un papel en darnos desgracias continuas para que nos acostumbremos a lo mal que está el mundo, lo más espeluznante del tema es que empuja a la sociedad a no pensar en ello.

A que cuando queramos reflexionar sobre el tabú de la muerte siempre hay personas que se quieren evadir, que se “rayan” o ni siquiera se paran a pensar en su mortalidad. Los cementerios se encuentran lleno de flores, de pérdidas y llantos y vamos a ellos como un lugar tétrico en vez de un lugar de nostalgia por los que no están. Cierto es que, después de esta chapa, es mejor no pensar sobre el significado de la muerte puesto que nadie lo tiene. En este caso, invito e incito al lector a pararse de vez en cuando vemos a un familiar, un amigo, una pareja que queramos, puesto que la muerte es un misterio, pero la vida es un regalo.

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