Tomo este título de una conferencia dictada por D. Joaquín Robles, diputado nacional, el año 2016. Dijo entonces que es lo que percibió cuando visitó la isla. Que en el Malecón, en los pueblos del interior, los cubanos miraban la línea del horizonte sin percibirla. La mirada de quien no espera ver, la visión sin esperanza de las cosas. Es el escrutinio de un futuro que no existe para quien se halla cautivo de un régimen que comenzó, como tantos otros del mismo signo, prometiendo la revolución para la libertad, el bienestar, la justicia social, la igualdad de todos, y desembocó en la tiranía, pues, como dijo Orwell, no se instaura una dictadura para hacer una revolución, sino que se instaura una revolución para construir una dictadura. La revolución ha quedado como un señuelo vacío de que hacen uso los tratantes de cultura: “¡Por la cultura hacia la revolución!”, sin saber ya en qué consiste una cosa ni la otra.

Para poder encarar el futuro hay que tener libertad. Libertad es hacer las cosas que uno quiere, pero para eso es preciso que haya en el medio social cosas que uno pueda querer y en el propio interior capacidad para empeñarse en ellas. Son dos caras de la misma moneda. La libertad es un producto de la sociedad civilizada. Fuera de ella, un individuo no es capaz de acción independiente. Tiene que seguir las pautas del macho alfa de la horda, del jefe del clan o del tirano de turno. En grupos así hay un orden común al que todos deben servir para satisfacer necesidades. Es el tipo de orden en que sueñan socialistas y comunistas.

El orden común de las sociedades antiguas es lo que la civilización ha logrado destruir en gran medida, dejando libres las fuerzas individuales para lograr un orden espontáneo. Para la producción de bienes, para el intercambio y disfrute de los mismos, las personas cuentan con su propia iniciativa y con la iniciativa de los demás, entrando todos en el juego del mercado, donde ya no hay un yo y un otro, pues todos quedan integrados en el mismo juego.

En cuanto que es nacionalización de los medios de producción y planificación económica centralizada, ya se trate de las dos acciones o solamente de una cualquiera de ellas, el comunismo cubano sofoca las decisiones individuales e impide que unos y otros formen ese grupo de interacciones que a todos beneficia, porque cada uno, tanto si se lo propone como si no, trabaja y produce según su inventiva teniendo en cuenta lo que los demás requieren o necesitan. Así se sirven unos a otros. Pero esto no lo comprenden, o no quieren comprenderlo, los jerarcas de Cuba, pues sería lo mismo que percibir que su poder se sostiene sobre la opresión. Mientras tanto, los cubanos seguirán con la mirada perdida.

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