Rocío y Maria vivían tranquilamente como cualquier niño de su edad. Su única preocupación era la de jugar y ser felices. Todo eso desapareció el mismo día que su madre decidió desaparecer con ellas. Desde entonces, hace ya 7 años, su padre Antonio lleva una incansable búsqueda para volver a ver a sus hijas. La madre de estas niñas se las llevó a Rumania y ya no las ha devuelto más. A pesar de los requerimientos judiciales y condenas. 

Si en vez de Antonio, se llamase Antonia, estoy convencida de que toda la izquierda ‘progre’, con Irene Montero a la cabeza, habría hecho lo imposible para que ambas estuviesen en España. La cara de las niñas abriría y cerraría las noticias y programas de cotilleos del país, como hemos visto en otros casos. Pero parece ser que ellas no lo merecen, solo por el hecho que quien ejecuta la sentencia de retorno dictaminada por un juzgado es su padre y no su madre. 

¿Realmente es tan grande el lobby, montado a base de chiringuitos, que ya no se mira solo quien es la víctima, sino también el género o nacionalidad de quien ejecuta el delito? Definitivamente, con esto del neofeminismo, una gran parte de la sociedad está perdiendo la cabeza. Veo como ellas exigen unos derechos (muchos de los cuales ya se contemplan en la constitución) y otros tan surrealistas que no tendrían cabida en ningún país democrático. Parece que no tienen suficiente con la ley de violencia de género, la cual utilizan en muchos casos para apartar a niños de sus padres. 

Pero volviendo al tema que nos ocupa, ¿Este padre tiene que seguir esperando más años sin saber nada de sus hijas? ¿No merecen estas dos pequeñas disfrutar de su padre y su familia paterna? Parece ser que a nadie le importa el bienestar de las menores. Mientras se piden derechos y refugio para las niñas afganas, resulta que nadie se preocupa por estas niñas españolas que están secuestradas en otro país por su madre. 

En fin, volvemos a lo mismo de siempre. Hay víctimas de primera y de segunda. Al igual que con otros colectivos, todo depende de quien sea la víctima y quién el agresor, como hemos visto esta semana con las agresiones a homosexuales. Si la víctima era de derechas ya no era tan víctima. En cambio, en otros casos donde después se ha reconocido la falsedad de la denuncia, han habido manifestaciones y largas tertulias televisivas. 

A día de hoy, cualquier hombre heterosexual y español siente que no tiene ningún tipo de derecho, y en cualquier momento puede ser acusado sin pruebas. No es para menos el sentirse así, y quizás esto explicaría (por lo menos en parte) la alta tasa de suicidios en varones. Pero esto no interesa políticamente ni sirve para generar un nuevo lobby que financie otro chiringuito más a costa de los contribuyentes.

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Publicado por
María García

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