Mirlo blanco

Mi intención, en el artículo de hoy, era hablarles del absurdo que supone que mientras que la luz sube hasta cumbres desconocidas, sube el gas, suben los combustibles, suben los refrescos, quieren imponer peajes en las autovías, sube el impuesto de sociedades, sube el impuesto sobre patrimonio, sube el impuesto de matriculación de vehículos, sube el impuesto sobre las primas de los seguros, suben los impuestos sobre transacciones financieras, suben las cuotas a los autónomos y, como sigamos en la misma tesitura, dentro de poco, para pagar los desatinos de un gobierno en caída libre, tratarán de implementar un impuesto al pestañeo; la “exigencia” de los que representan a la minoría separatista catalana es que, para aprobar unos Presupuestos que ya nacen ahogados en su propia mentira, el Gobierno debe garantizar antes del viernes que se pueda ver Netflix en catalán.

Mi intención era poner semejante estupidez en relación con una Ley Electoral que permite que partidos políticos de corte separatista, con un volumen cuantitativo exiguo, en comparación con otros y que sólo pretenden que España implosione, tengan, sin embargo, un nivel de representación parlamentaria que les permite chantajear de manera perenne a todo un país, con una sonrisilla de superioridad moral igual de permanente y también lo era mencionar cómo eso hace que cada vez más españoles estén  alejados de la política. Porque hace mucho tiempo que la política se alejó de los españoles.

Mi intención hoy era dejar de manifiesto que ese sistema electoral se mantiene de manera interesada por todos aquellos partidos que han tenido la posibilidad de cambiarlo. Precisamente, porque sólo así pueden garantizar su alternancia; convirtiendo el arco parlamentario en un auténtico sinsentido en el que la representación numérica de cada opción política no se corresponde con la realidad de un Estado que ha permitido “venirse arriba” a los que quieren hacerle daño. Es como si usted, que lee estas palabras y que tiene en gran estima su casa, permite que las polillas ocupen sólo un mueble de cada habitación, a cambio de que le dejen seguir siendo el dueño del inmueble. De lo único de lo que acabará siendo dueño es de un montón de escombro, porque las polillas saltarán de un mueble a otro hasta que lo destrocen todo. Porque a las polillas no les importa, en absoluto, su casa. Sólo les interesan los muebles. Más concretamente, comérselos. Ellas nunca serán las dueñas, pero usted ya no tendrá nada más que un armazón vacío.

Mi intención, por tanto, era la de intentar dejarles clara mi opinión sobre que los culpables de que este tipo de situaciones de chantaje absurdo y permanente a todo y a todos no son quienes quieren comerse los muebles, sino quienes, legislatura tras legislatura, les han dado las llaves de la casa, la clave de la alarma y hasta el mando del garaje. Este es el tipo de cuestiones que no entendemos los que nos levantamos a las seis de la mañana, cada día, para mantener a nuestras familias y que vemos cómo, desde nuestro asombro de ciudadanos de a pie, las grandes mentes pensantes que rigen nuestros destinos patrios se dedican a regalar el esfuerzo de todos sólo a unos pocos, a cambio de seguir manteniendo la exclusiva bipartidista de la aguja de marear. O que sí entendemos y nos cabrean. Y poco o nada tiene que ver con un sentimiento determinado de pertenencia o con un arraigo superior a una región o a otra. Yo me siento infinitamente gallego, pero no por eso considero que los nacionalistas/separatistas gallegos tengan el derecho de utilizar eso como instrumento de división y chantaje al resto de España. No se dejen engañar. Son “sólo” intereses económicos y de cuotas de poder los que mantienen este sistema.

Esa era mi intención. Pero claro, qué voy a saber yo si sólo soy un padre de familia trabajador y provinciano que, únicamente, busca un futuro mejor para sus hijos. O, tal vez, precisamente por eso, la gente que tan amablemente me sigue o siente interés cada día por lo que digo, se identifica con la visión de la realidad que nos rodea que rechaza los ambages y que está hasta las narices de prohombres de cartón piedra. Tal vez, precisamente por eso, la gente demanda cada vez más  personas como David García (les recomiendo su última intervención en el parlamento valenciano) que les diga a la cara a los miramelindos comunistas que no han producido nada en su vida, que ya está bien de atribuirse la propiedad del pueblo trabajador; cuando nunca han sido ni pueblo, ni trabajadores. Tal vez, precisamente por eso, puedo decir con orgullo algo que, seguramente, para algunos es motivo de vergüenza o un impedimento a la hora de poder ser una voz que represente a muchos. Yo no soy un mirlo blanco.

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