La lealtad como última defensa

Ya está todo apañado. Sánchez y Marlaska se han rendido a los comunistas, a los del golpe de estado en Cataluña y a los del tiro en la nuca y las bombas lapa. Gracias al PSOE, hoy mandan en nuestro país todos aquellos que juraron hace décadas -quizá siglos- destruirlo a cualquier precio, incluyendo como métodos para ello el asesinato, las amenazas y la persecución política y personal. Tras la liberación de presos etarras y los indultos a los golpistas, el último capítulo de la genuflexión suicida de los socialistas es la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana que pone por encima de la Policía al delincuente y, con ello, deja absolutamente vendidos ante el odio y la maldad a nada menos que 47 millones de españoles. Nadie se librará de esta ignominia, ni siquiera los votantes de izquierdas que tienen que ver como con su voto -consciente o inconscientemente- han sido cooperadores necesarios de esta catástrofe sin precedentes.

Sánchez y Marlaska van a retorcer el Derecho hasta límites insospechados para seguir gobernando dos años más. Y las consecuencias de su mantenimiento en el poder serán devastadoras para todos. Está traicionando a los más leales a España, a los que llevan siglos entregando su sangre para asegurar la Libertad del pueblo español. Porque la Policía y la Guardia Civil son la última frontera, la última defensa frente al apocalipsis social al que estamos abocados si el felón Sánchez sigue aferrado a su sillón. Porque sin seguridad, es inconcebible la Libertad. Así de sencillo. Así se esencial.

El nombre de Marlaska quedará para siempre inscrito en el mural de los mayores traidores del Reino. ¿Cómo es posible que un magistrado que perseguía y encarcelaba asesinos terroristas haya terminado debiéndoles el suelo que cobra cada mes? ¿Cómo puede haber corrompido una carrera judicial impecable para una temporada finita de poder ministerial? La respuesta es evidente: porque Sánchez pudre absolutamente todo lo que toca. Es un pirómano sin corazón. Un ferviente seguidor del Joker de Nolan que solamente quería “ver el mundo arder”. Es un pusilánime sin escrúpulos al servicio del globalismo genocida que tiene al pueblo español -incluyendo a sus Fuerzas y Cuerpos de Seguridad- atados de pies y manos frente a la barbarie.

Y ahora me voy a atrever a afirmar algo que me costará alguna que otra “colleja”: para nada es culpa de Pedro Sánchez. Él hace lo que debe que no es, ni más ni menos, que asegurarse el poder a toda costa para ejecutar la máxima socialista: implantar miseria y odio tras dividir y enfrentar a los españoles entre sí. Hay que señalar a los verdaderos culpables de esta losa que nos ha caído: los medios de comunicación. Porque si un médico jura curar, un policía jura proteger, un profesor jura enseñar y un político jura servir, el periodista jura informar. Y hoy el 90% de los periodistas están prostituidos por el dinero público que emana a borbotones de las arcas gestionadas por el Gobierno.

Y me estoy refiriendo a aquellos medios de comunicación -hoy, la mayoría- que están más pendientes de “señalar” a Vox como un enemigo de la democracia, de la Libertad y de los derechos de los españoles que en informar de la innegable verdad de que Pedro Sánchez ha entregado la vara de mando a las mismas manos que apretaban el gatillo para matar españoles inocentes. Ratas con carrera de periodismo que vulneran los principios de veracidad e información por un puñado de euros. Mercenarios de la información, más que profesionales de la misma. No muy por detrás en esta caterva de indeseables están aquellos periodistas que, directamente, obvian que Vox exista. Silencian las acciones y declaraciones de los de Santiago Abascal que infunden esperanzas a los españoles sobre que otro y mejor futuro es posible. Y es que silenciando a Vox silencian al único partido político que denuncia sin paños calientes las tropelías de este Gobierno de sátrapas.

Porque hay periodistas de informativos en prime time que se vanaglorian de “luchar” contra el Gobierno pero que se conforman con servir de altavoz al titubeante y cobarde de Casado o de la decadente Inés Arrimadas. Ese tipo de “periodistas” también son cómplices porque están acallando la contundencia que hoy inunda a la España silenciada, a la mayoría silenciosa, que está harta de que les pisoteen en sus más básicas libertades. Y por supuesto que cambiaría a cualquier policía y a cualquier guardia civil por todos y cada uno de los periodistas millonarios al servicio del poder establecido. Porque hoy, más que nunca, la lealtad es nuestra última y más efectiva de las defensas.

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