Un conocido periodista la llama “Yoli Tenacillas”. Resulta un tanto irreverente, al tratarse de una ministra del reino. Si fuera hombre, podría referirse a él como quisiera, pero ¡ay!, ¡es una dama!, forjada entre el hierro de los cascos y la gelatina de las sedes. Atrás queda el sindicalismo más montaraz. Era una gallega racializada. Tanto traqueteo en AVE, reunión, contemporización acaban por neutralizar la prosodia del terruño. Tiene suerte: en Madrid no se pide carnet ario.
El caso es que ella “lo vio venir” y lo planificó todo. El bicho se acercaba peligrosamente “porque Italia es España”. ¡Qué curioso! España es un ente como prolongación política de otro país, pero no en sí misma, de fronteras para adentro. Quizá por eso nadie escuchó a la pobre Yolanda. Lo ha soltado así, a bocajarro, como una bomba. Se sentaba en el consejo de ministros, que es como decir el puente de mando. El capitán y el resto de la tripulación siguieron su derrota turística. Por mucho menos un gobierno debería saltar por los aires.
Volvemos, pues, a un debate que se daba por agotado. Lo que negaron otres, ella lo afirma. Imposible pasar por alto ese gesto calculado de su particular minuet. ¡Españolitos!, ¿elecciones a la vista? La ministra de trabajo redactó su informe días antes del 8 de marzo. Días después todo estaba en orden. Sin embargo, carga contra la oposición, que le pide explicaciones. ¿Esperabas una medalla, Yoli, querida? Parece, pues, que tenemos candidata con “a”. Ya Pablo Iglesias se marchó nombrándola sucesora plenipotenciaria. Fue un acto de paternalismo, de despotismo sin ilustrar. Dejaba a su protegèe ungida, lista para la canonización. Incluso se asomó al futuro e hizo predicciones. ¡Yolanda será la primera presidenta del país! De sobra sabía él que no ostentará ni el título de primera cabeza de lista: la pionera fue Rosa Díez, (¡facha!) por UPyD.
La ministra no solo absorberá los ecos que orbitan fragmentados: Podemos, En Marea, En comú podem, Izquierda Unida… Es una Pasionaria versión Telva, vestida de cueros negros. Se confiesa transversal, que es como abdicar de nada para ganarlo todo. Del comunismo de plató a la social-democracia en el Carlton. Firmó un prólogo para una edición del Manifiesto de Marx. Hasta donde yo sé, no se desdice. Sus ideas son un aguachirle intuitivo: patrón negrero, obrero honrado, salario mínimo. Ya nadie habla de pobreza por estos barrios y ella tampoco. La palabra de moda es “vulnerables”. Pasará a la Historia su intento de explicar las bondades de los ERTES, omitiendo que eran cuerpo de una reforma laboral que dice querer derogar pero que no deroga.
No sé si sabe Yoli con quién se juega los cuartos. El PSOE la va a triturar, como todo lo que toca. Ya están buscando por dónde atacar, para hacerla trizas. De momento, alegan que su previsión anticovid no era más que una fruslería de nada. También descubrirá el martirio de los Camps de la vida. Quizá le inventen corruptelas en relación a sus vestidos y quién los paga. El Santo Padre la ha rebautizado, a juzgar por su euforia en la Plaza de San Pedro. Yolanda: no te quites el escapulario del sostén, ni en nombre de tu idolatrado Karl…
Vienen malos tiempos, como si no hubiéramos tenido bastante. Pedro Sánchez abandonaría un barco sin rumbo ni macho de fondo. Si Yolanda Díaz se postula, va a descubrir qué es la sororidad. Ni el cielo existe para ella, ni ella se lo otorga a sus “hermanas”. Me refiero, claro está, a Isabel Díaz Ayuso y a Rocío Monasterio. Acaban de firmar los presupuestos para Madrid. A Isabel la apodaron IDA, es decir, loca, insulto misógino donde los haya. Al feminismo cool eso le parece bien. Su lema es más derechos y menos derechas. Aquí tenemos el anticipo de lo que será el ecosistema en cuestión de meses. Lo ha dicho Odón Elorza en el mismo Parlamento a voz en grito, como si él solito hubiera enfrentado el mal. ¡Etarras aquí no hay!, ¡busquen!, ¡busquen! ¡Franquistas sí!, ¡miren!, ¡miren! Es tratamiento preventivo para el gobierno que viene: la ultraderecha fascista, franquista, racista, homófoba, machista, todo seguido.
Como se ve, ni sufragio universal ni feminismo ni chuminadas. La gente vota bien, solo si lo hace al pesto del hegemonismo cultural. Claro, no todas nos tragamos el pelargón pasteurizado en el Gran Grial de la izquierda. Por eso a Irene Montero le salen las cuentas, (¡dinerito fresco!), aunque no los cuentos. Quemaría el libro de Cayetana Álvarez de Toledo, (¡facha!) si sirviera de algo. La marquesa escribe lo que firma, y eso fastidia. Ya lo hacía cada semana, y muy bien, en El Mundo. Su propuesta es la reagrupación de los que aún no han perdido la cabeza. La sororidad entre mujeres se traduce para ella en un miserable vacío envidioso. El grosso de sus lectores (¡fachas!) es de género masculino. La ciudadana Villacís comparte su feminismo científico y amazónico, pero las bravuconas del estrógeno quisieron lincharla (¡facha!), embarazada de nueve meses.
También la emprenden con la soeur Marta Ortega, (¡facha!), la pálida hija de Amancio. Se pone al frente de la empresa y al progresío se le salta la dentadura, hablando de “enchufismo”. O sea, trabajas con tu propio padre, que te confía el emporio por lo idiota que eres. Ocupar cargos directivos sí, pero no, pero sí, pero no… Su hermanastra declarada es Mónica García. Prepara su artillería limándose las uñas en su pisazo de la capital. Dice que “hay que hacer frente a los ultras en las calles y los parlamentos”. Debería, siendo así, empezar por ella misma…
Un país en la ruina late narcotizado, inmóvil, con su sistema inmune hecho polvo. Cuando haya cambio de gobierno, un árbitro tocará el silbato. Entonces empezará el espectáculo, al rugido de las masas. Están a la espera, reptando, reptando. Todo lo que se indigesta ahora, se vomitará después. ¿Que está cara la luz?, ¡compre electrodomésticos eficientes! ¡España va bien!, ¡coman el turrón y callen! Aguanten un poquito la inflación, que ya vienen los fachas.
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