La luz ha vuelto a marcar un máximo histórico. Poder ver en la oscuridad de la noche, plancharse una camisa, cocinar o calentarse en las tardes de invierno, cada vez se antoja más una actividad de lujo que cubrir una necesidad básica. Pero no es sólo eso. Las fábricas, los comercios y todas las actividades productivas que necesitan de un suministro de energía eléctrica van a tener que o bien, repercutir estas subidas en el precio del producto final, o aceptar unas pérdidas seguras. El ciudadano, al contrario que la banca, siempre pierde.

El Gobierno de España ha reaccionado a esta tendencia prorrogando hasta mayo la rebaja fiscal que ha aplicado al precio final de la factura eléctrica. Poco más está en la mesa del Consejo de Ministros que aplicar una rebaja y esperar que se pase el temporal. Tampoco la oposición se ha destacado por plantear soluciones. El problema está en que con tanto ruido y soflamas que vuelan de un lado al otro del espectro político no se plantean soluciones de calado que permitan en el medio y largo plazo que una situación como esta no vuelva a suceder, y si se proponen, también se utilizan como arma arrojadiza para seguir armando ruido.

Está claro que en la apuesta por las renovables no se midieron bien todas las posibles consecuencias y ahora, ante una tormenta perfecta de ausencia de viento y precio del gas en aumento, los precios se han disparado, son difíciles de controlar y sobre todo de duración impredecible. Pero que se haya cometido un error de cálculo no es algo que nos deba extrañar ni deba ser algo que forzosamente tenga que ser criticado. La crítica, sin embargo, sí que ha de venir ante la inacción y la falta de respuesta. No podemos aceptar que ante un bien de primerísima necesidad nuestros políticos se comporten como un boxeador noqueado.

Ante una situación excepcional hay que plantear en un principio, medidas extraordinarias que bien pueden ser las de la rebaja fiscal, pero nunca quedarse ahí. Hemos de pensar en acciones a medio y largo plazo que enderecen ese error cometido y que permitan un suave aterrizaje en lo que entiendo todos estamos de acuerdo y que es en que la energía del futuro sea lo más limpia posible y sostenible. Algunos países están investigando nuevos combustibles para las centrales nucleares que resulten más seguros, otros poniendo en marcha de nuevo y de manera temporal centrales alimentadas por carbón. También se podría cambiar la legislación, pactar con la oposición. En definitiva, ir más allá del ruido.

Personalmente creo que la solución pasa por diversificar y crear un mix energético que no nos haga depender de una única fuente. Eso y cambiar la legislación para que la factura de la luz se calcule de otro modo. Aunque igual la solución esté inicialmente en que los políticos dejen de parecer que trabajan, dejen de crispar y se pongan de una vez manos a la obra.

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Francisco Sigüenza

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