El liberal bruselense

El liberal bruselense, es un espécimen de individuo perteneciente a la familia de los globalistas (Globalistii) que, a su vez, está incardinado en el reino de los políticos (Civilibus). Este curioso ejemplar abunda en las ciudades Bruselas (Bélgica), Estrasburgo (Francia), Luxemburgo o Fráncfort (Alemania). Pero no es menos cierto que merodea también en nuestro país, concretamente por las Cortes Generales, las Asambleas Legislativas, los Plenos Municipales y las redacciones y platós de los grandes medios de comunicación.

El liberal bruselense abarca el centro y centroderecha del tablero político. Es una especie de ser omnicomprensivo, que quiere tener un público puramente “de derechas”, pero sin que sus enemigos le tilden de “facha” cada vez que ven peligrar unas elecciones. Los individuos que están, parlamentariamente, en el extremo opuesto del “liberal bruselense” les han llegado a calificar de “canovistas”, apelando a la figura de Antonio Cánovas del Castillo. No sé si les tildaron así exprofeso, pero esta calificación denota o un desconocimiento flagrante de la Historia de la España del siglo XIX o un dardo envenenado lanzado con la peor de las intenciones. Dado que del individuo del que viene dicha calificación, “canovista”, ha sido profesor universitario de Ciencias Políticas (me refiero a Pablo Iglesias Turrión). Mi lógica me invita a pensar que fue pronunciada con una intención oscura y retorcida. El motivo de mi sospecha se fundamenta en dos aspectos de la vida de Cánovas del Castillo. El primero es que, según narran las crónicas de su época, Cánovas fue un férreo partidario de la esclavitud en los territorios de ultramar (¿acaso le está llamando negrero, indirectamente, al “liberal bruselense”?). El segundo es que dicho político del siglo XIX acabó fatalmente asesinado por un anarquista (terrible comparación se podría sacar de ello, creo yo).

El “liberal bruselense” es tan políticamente correcto que se lo toma como un cumplido y presume de ser “canovista” en sus mítines y baños de masas. ¿Tal es el desinterés de muchos políticos por la Historia en España? En mi opinión, sí y, para ejemplo, están las Leyes de Memoria Histórica y de Memoria Democrática. Económicamente, el político que milita en el “liberalismo bruselense” es partidario de un tipo de laissez faire (dejen hacer) particular, que consiste en seguir dejando hacer al Estado todas injusticias en clave impositiva que venía llevando a cabo el anterior gobierno teóricamente “socialdemócrata”. A esto se le suma la sumisión a las políticas ideológicas de la Unión Europea, de ahí la denominación de “bruselense”. Dichas políticas suponen un chantaje para que un país sea rescatado con fondos europeos; si un gobierno nacional no quiere sumarse al carro de la “agenda verde”, a la claudicación ante los lobbies antifa, del BLM y LGTB o a la “agenda covidiana”, para los burócratas “liberales” de la Unión Europea, nunca será digno de percibir las ayudas que el resto de los socios europeos sí (véase el caso de Polonia y Hungría). Hasta cabe la posibilidad de que dicho sujeto se cuelgue sin pudor el pin de la Agenda 2030 en RTVE o en TRECE (la televisión de la Conferencia Episcopal Española), evidenciando que para el partidario del mencionado “liberalismo”, la sostenibilidad a corto y medio plazo pasa por sumarse a dogmas de fe globalistas y acrecentar un estado autonómico y europeo federalizante, en vez de tener un estado soberano sencillo y eficaz. Este tipo de liberales hacen de su leitmotiv la idolatría al gasto público y a los proyectos personales, careciendo de escrúpulos, a veces, y del “santo temor al déficit”, siempre.

En la sección mediática, el “liberal bruselense” es, a mi juicio, más evidenciable porque, por regla general, le sintonizamos o le leemos cada día (los que sigan medios de información convencionales). Es, además y en no pocas ocasiones, más longevo que el político, lo que le convierte en un auténtico tiburón de las relaciones públicas y de los negocios, amén de ser un ávido Richelieu y valedor del joven político “liberal” inexperto. El principal sustento de dicho “liberal” se llama publicidad institucional, pero también es un absoluto depredador de todo tipo de licencias y concesiones, que los gobernantes a nivel autonómico le ofrecen. Estos especímenes mediáticos no dudarán en llamar “inquisidores” y “populistas” a los políticos que siempre han tenido en su programa electoral un proyecto único para España y potenciador de la marca del país. A la vez que encumbrarán a magnates, líderes espirituales y burócratas supranacionales que, sin haber sido elegidos democráticamente, legislan a nivel mundial e imponen políticas tales como las fronteras abiertas o la ideología de género.  Si bien es cierto que ese “liberal de derechas” se relacionará también con políticos de lo que se entiende comúnmente como “la izquierda”, aunque su seguidor medio siempre haya defendido todo lo contrario. Y, por cierto, los “liberales” mediáticos suelen colaborar y aprovecharse de espacios de las radiotelevisiones públicas y del duopolio televisivo Mediaset-Atresmedia (¿hay algo más antiliberal que un duopolio mediático?). Fíjense ustedes que tan solo pido a estos “liberales” un Estado centralizado y sostenible como un flamante corcel, no un “Estado Autonómico y Europeo” colonizado y despilfarrador como un mórbido elefante. Tampoco hace falta que volvamos al trueque ni a las cavernas.

En definitiva, si no fuese porque mucha gente cree firmemente en la supuesta solvencia y frugalidad de dichos sujetos, sería cómico ver que, a pesar de esquilmarles los ahorros, gran parte de la clase media ve a estos sujetos como salvadores de una patria que están contribuyendo a liquidar. Todo lo anterior no se podría entender si no se parte de que “liberal”, tradicionalmente se ha sustentado en una idea ilustrada de la nación, defendiendo la separación de poderes y la libertad de conciencia e individual. Y es que, lo que tradicionalmente conocíamos por liberal, se ha resignificado como liberal (voz en inglés)de Estados Unidos, que viene a ser un progre, un globalista, un socialista verde (que no rojo) del siglo XXI.

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