Las cosas ya no son lo que eran. Las monedas ya no tintinean en los bolsillos, las tarjetas de crédito ven llegar su fin con el auge de las nuevas aplicaciones móviles de pago e incluso las tradicionales divisas, el dólar, la libra o el euro, tiemblan ante unos nuevos bits que cotizan en el mercado y que les están robando la tostada. Ya nada es como antes, todo es mucho más complicado y turbio. Hasta esta nueva guerra fría ya no es la de antaño. Los tiempos de James Bond y los espías de la RDA que se batían el cobre por su majestad o por los principios de la revolución, han dado paso a una serie de intereses, mucho menos altruistas que los de entonces. Ahora se trata del poder por el poder, de controlar económicamente los mercados del modo más burdo y vulgar. Ya ni siquiera nos engañan con ideologías y enardecedoras proclamas. Todo es mucho más aburrido y gris.

Porque detrás de lo de Ucrania, de las palabras del todo poderoso presidente de los EE.UU. y del rugido del oso ruso transmutado en Putin, lo que parece que se vislumbra son los juegos de dos líderes mundiales, herederos de lo que hasta hace poco fueron unas temibles potencias, que no persiguen otra cosa que justificar su presencia en el poder. Y en medio de este jolgorio, la Unión Europea. Igual es que yo no me entero de nada, que posiblemente sea así, pero a mi me da que este ir y venir del carajo que diría el gran Gabo, de tanques, tropas, fragatas con nombre de almirante vasco y discursos en la cumbre, tiene toda la pinta de una cortina de humo para distraer la atención de lo verdaderamente importante.

Putin necesita una amenaza para seguir siendo el hombre fuerte a ojos de la madre Rusia y Biden tres cuartas partes de lo mismo. El que en su día logró terminar con la amenaza populista de Trump, acaba de cumplir un año en la presidencia de “América” y apenas ha logrado nada de lo que prometió en su discurso inaugural. No hay reconciliación, tampoco recuperación económica. La inflación se le atraganta en forma de exabruptos contra periodistas y ya se sabe que no hay nada mejor que la amenaza de una guerra con el enemigo ancestral para que sólo se hable de “lo importante”. Y la Unión Europea ¿qué?

Pues parece que tampoco vamos a ser menos. Ante una sexta ola que nada tiene que envidiar al poder destructor de la sexta flota, los líderes europeos se han lanzado en los brazos salvadores de Ucrania para demostrarnos que pueden estar a la altura. Ni la luz, ni el precio del combustible, ni el gas, ni la escasez de microchips, ni la inflación, ni la deuda, ni el precio de la cesta de la compra o el futuro de las pensiones, han conseguido, por ejemplo, un reportaje gráfico como el que nuestro se hizo el otro día en el despacho. ¡Qué desastre….! Supongo que siempre ha sido así, la táctica de distraer nuestra atención con enemigos malvados y guerras en ciernes siempre dio buen resultado. Lo que pasa es que ya no es como antes. Los políticos de ahora, hasta eso lo hacen feo.

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