Son muchas las personas que, a día de hoy, desconfían o reniegan de las criptomonedas, ya sea porque hayan leído algún titular sensacionalista diciendo que son una estafa o porque en alguna tertulia televisiva se haya dicho que deben prohibirse porque las utilizan los narcotraficantes. Pero son pocas las personas que han oído hablar de que, tal vez, acabemos cambiando el sistema financiero por la red de blockchain.
Por desgracia, cualquier excusa es aceptada en esta sociedad de borregos que venden su libertad a cambio de una falsa seguridad, sometiéndose a unas reglas que en el mayor de los casos acaba suponiendo la sumisión del individuo al Estado; a los que gobiernan. Y no amigos, no me estoy refiriendo al monopolio de la seguridad, sino al del dinero. Por un lado, los Estados –o en nuestro caso el BCE– tienen el control centralizado de hacer lo que quieran con el dinero. Todos sabemos que imprimen grandes sumas de billetes, pero no tantos sabrán que al imprimir dinero se diluye el poder adquisitivo de la masa monetaria total. Dicho de otro modo, hace que el dinero que tengas ahorrado valga cada vez menos.
Por otro lado, los Estados también pueden controlar en dónde, cuándo y en qué te gastas tu dinero, así como saber cuánto has invertido o ahorrado para cobrarte hasta el último céntimo en impuestos para luego vete tú a saber en qué se lo gastan. Es tan fácil como obligar a los bancos y a las pasarelas de pagos con tarjeta que compartan información con Hacienda. Precisamente por esto, los Estados se han visto en la necesidad de reducir y limitar el uso del dinero en efectivo en favor del uso de las tarjetas bancarias, ya que es imposible conocer por qué manos ha pasado ningún billete. Dicha necesidad se comparte al impulsar políticas con el fin de limitar o prohibir el uso de las criptomonedas.
Más allá de la especulación o del trading, la tecnología blockchain –red descentralizada–permite realizar intercambios de valor (con criptomonedas) entre dos sujetos de forma telemática y anónima sin depender de ningún tercero; de ningún banco. Dicha tecnología cumple lo esencial y necesario para sustituir al dinero fiduciario –euros, dólares, libras, etc.– por otro tipo de dinero muy diverso.
Existen miles de criptomonedas distintas para realizar intercambios de valor: hay criptomonedas que se mantienen estables a la par del precio del dólar, como por ejemplo USDT; otras que son deflacionarias, como el Bitcoin; mientras otras tienen muchísima volatilidad, como dogecoin. No voy a hablar sobre cuál es mejor o peor porque no es objeto de este artículo. En todo caso, cada uno tiene la libertad de elegir la que más le convenga.
Como bien dijo Carlos Adams, un veterano de este mundillo al que sigo desde hace tiempo: «a unos les gustará más y a otros menos, pero la blockchain es neutral; es un entorno que permite disfrutar de la libertad que como individuos tenemos. No vamos a permitir que estos burócratas metan sus zarpas en nuestro dinero». Y para «burocratada» la que se ha dictaminado desde el Parlamento Europeo para acabar con el anonimato de este sistema. Recientemente votaron acabar con este principio básico de las criptomonedas al pretender prohibir el uso de las denominadas cold wallets, unos dispositivos que almacenan criptomonedas fuera de la red para una mayor seguridad.
No obstante, esta comunidad ha demostrado estar por encima de cualquier Estado –véase China, llevan años imponiendo restricciones contra las criptomonedas pero se siguen usando–, por lo que tal vez las instituciones puedan obligar a los exchanges (casas de cambio entre dinero fiduciario y criptomonedas) a compartir datos de sus clientes, pero no van a poder acabar con el anonimato de la red descentralizada más grande del mundo.
De hecho, estas limitaciones o prohibiciones afectarán, si cabe, a los especuladores que se dedican a hacer trading y a subir videos a redes sociales montados en Lamborghinis alquilados, pero no van a poder acabar con una comunidad de 3 trillones de dólares. Si los Estados no se rinden y acaban aceptando esta nueva alternativa al sistema monetario, acabaremos en una lucha entre la sumisión y la obediencia contra el ingenio, la tecnología y la libertad.
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