Elon Musk: en cuarentena

El pasado 25 de abril, festividad de San Marcos, los medios de comunicación extranjeros y patrios anunciaban una noticia que se llevaba gestado semanas: “Elon Musk compra Twitter por 44.000 millones de dólares”. Información que a muy pocos les ha dejado indiferentes. A mí tampoco, lo confieso. Resulta que inmediatamente y al ver la idolatría profesada en torno a él, se me vinieron a la mente dos pasajes de la vida de Jesucristo, comprendidos en el evangelio del mencionado santo: 1) «El Señor es único y no hay otros fuera de Él» (Mc 12, 32) y 2) «Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo “yo soy” y engañarán a muchos» (Mc 14, 5).

A raíz de su adquisición del “pajarito azul”, Musk se presenta a los iniciados de lo que cada vez más se parece como una secta, como el salvador de la democracia, prometiendo respeto a la libertad de expresión en el famoso espacio de microblogging. Sin embargo, estoy seguro de que el gurú es consciente de que va a tener límites legales tanto en EEUU., como en la UE, como en Reino Unido, que pueden hacer que la aldea ancap que muchos esperan del nuevo Twitter no acabe llegando al puerto deseado. El comisario europeo para el Mercado Interior, Therry Breton, ha asegurado que Musk “tendrá que adaptarse totalmente a las normas europeas” (¡con el Estado nos hemos topado, querido Elon!) aprovechando la ocasión para presentar en sociedad la “Ley de Servicios Digitales”. Como dice la letra de The Clash: I fought the law and the law won. Por otra parte, Donald Trump –que no el trumpismo- parece que se ha dado cuenta de ello y me da la sensación de que el ex-POTUS prefiere la comodidad de los campos de golf y que sea en una cámara de eco lejos los legisladores globalistas, como Truth Social, donde preparar su supuesto regreso a la presidencia. Dudando un servidor de que el tío Donald vuelva a ser presidente de los EEUU, no le dejarán.

Como cristiano, no espero de ningún humano la salvación mesiánica porque intento ser consciente de que eso es imposible para los mortales, no para Dios. El ser humano tiende por naturaleza a valerse por sus fuerzas. Es por eso, que cuando llega la enfermedad, la guerra y la muerte, experimentamos que el sistema mundano que hemos construido, ese castillo de naipes sobre el que hemos puesto todas nuestras seguridades, se viene abajo. La justicia humana del “tener es poder” hace aguas, frente a la misericordia de Dios con todos. Ante la falta de referencias, nos vamos con el primer agradaor de turno.

En artículos anteriores, he recalcado la importancia del progreso científico: ¿quién estaría en contra de que un discapacitado no se pudiera valer por sí mismo? Nadie, pero para poner límites existe la ética. El problema viene cuando el nuevo dueño de Twitter quiere hacer la competencia a Mark Zuckerberg implementando el “metaverso”, deshumanizándonos a base de su enriquecimiento. Musk, por ejemplo, quiere implantar ya este año, chips en nuestros cerebros a través de su empresa Neuralink, ¿con qué fin?, ¿facilitar la vida del dependiente o hibridar nuestra naturaleza?, ¿respetando la Creación o aspirando a ser un dios creador? Dichos experimentos se están llevando a cabo en primates y muchos han muerto a causa directa de la investigación. También es cuestionable que sea ético exponer nuestra mente las 24 horas a internet, ya que vulneraría nuestros derechos individuales. No estamos hablando ya de exponer nuestro hogar con las smart cities (proyectadas por el Foro Económico Mundial y Klaus Schwab) al gran hermano del Big Data, sino exponernos a nosotros mismos.

Me preocupa que cuando el señor Musk habla de hacer factible la telepatía mediante la incrustación de un microchip cerebral, coincida con los planes que tiene el Foro de Davos para la “fecha mágica” del 2030, así como con los de su competidor Mark Zuckerberg. Si bien es cierto que dicha tecnología está consistiendo actualmente en que, por ejemplo, los pacientes con ELA y con otras enfermedades neurodegenerativas puedan vivir dignamente y aportar su testimonio al conjunto de la sociedad.

No obstante, temo que en un futuro pueda convertirse en un mero capricho, convirtiéndonos en ciborgs, en androides vulnerables mental, física y espiritualmente, expuestos a que los servicios de inteligencia rusos, chinos e iraníes (entiéndase la ironía) nos hackeen. Si se dice que lo hacen con las webs gubernamentales, ¿qué no harían con las personas? Tanto unos como otros. Si esto ocurre, los empresaurios, la industria científica y los gobiernos pseudo-liberales se lavarían las manos, cual Pilatos, de Rusia y China no espero ni eso.

El cuerpo humano es “el templo del Espíritu Santo”, según nos recuerda la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, basándose en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. Dicho templo no se debe de profanar, entiéndase como tal, el justificar los medios para un fin. En el siglo pasado, los nazis experimentaron con el cuerpo del ser humano de una manera monstruosa, vulnerando los límites de la dignidad humana, cosificando el “templo del Espíritu Santo” del mismo ser que Dios pensó para cuidar de su Creación.

Por mucho que legítimamente, Musk tenga dinero para adquirir Twitter, como preguntacionista convencido que soy, voy a poner en cuarentena la teoría de que a partir de ahora Twitter será un foro libre al margen del “consenso progre”. “El camino al infierno está cargado de buenas intenciones”, como afirmó San Francisco de Sales. Muchos proyectos del sujeto en cuestión, relacionados con la IA están suponiendo un desarrollo de la agenda transhumanista que se ha pensado en el Gran Reinicio (“no tendrás nada y serás feliz”). Por esto y por mucho más, permítanme dudar de las intenciones de Elon Musk. En Texas también hay globalistas, como los hay en todos los sitios.

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