En mi entrada anterior reflexionaba sobra la imposibilidad de que se transmitan las experiencias vitales –no los datos ni los relatos- de una generación a otra de forma tal que lo vivido por los anteriores sirva de ayuda relevante a los posteriores. Daba varios ejemplos que un lector español podía entender bien: la guerra civil, la transición democrática y la tragedia de ETA.
Abordaré ahora otra imposibilidad. La de que una generación sepa y comprenda qué sucede en su mundo en tiempo real. Los mismos ejemplos servirían pero hoy hay otro más claro y cercano, la guerra en Ucrania. En cualquier guerra la propaganda y la ocultación son armas formidables. A veces más útiles y destructivas que las convencionales. De hecho, en muchas ocasiones, de una, de otra, o de las dos, ha dependido el éxito en los conflictos bélicos, bien usadas como táctica o como estrategia.
Siempre ha sido así y en la actualidad, cuando parece que es más fácil el acceso a la información por los diversos canales por los que discurre, algunos aparentemente poco permeables a la manipulación, aún más. Quizá precisamente por la falsa apariencia de veracidad que brindan. Con la segunda guerra del Golfo pudimos constatar cómo se puede manipular a casi todo el mundo haciéndole creer cualquier cosa irreal. ¿Recuerdan las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein? Cuando se estaba gestando la operación militar, pocos sabían la realidad. Sólo mucho tiempo después se supo la verdad. Ahora, la guerra en Ucrania sigue por derroteros parecidos y sería ingenuo pensar que ese conflicto va a ser diferente. Al menos a mí, se me generan grandes dudas sobre los motivos últimos del conflicto y aún más, sobre su desarrollo. Por el lado ruso se han expresado razones que, a la par que cambiantes, resultaban endebles cuando no contradictorias. La resistencia es más fácil de argumentar, va de suyo.
Pero ¿cómo va el conflicto?, ¿quién va cumpliendo sus objetivos? Estas preguntas son más difíciles de responder porque la información que manejamos es la usada por uno y otro bando como arma de guerra. Por mucho y muy alto que unos digan una cosa y otros la contraria, sólo sabremos cómo va el conflicto cuando tengamos que reflexionar en pasado, ¿cómo fue el conflicto? Será entonces cuando conozcamos, sabiendo los resultados, lo que ocurrió. Y, cuando apenas lo sepamos, puede que nos sintamos engañados. Ni será la primera ni la última vez.
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