¡Qué buen vasallo sería, si tuviese buen señor!

No es la primera vez que en estas líneas se escribe acerca de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y seguramente esta no será la última. Odiados y amados a partes iguales, por no ser muy negativos, realizan su trabajo como pueden y como les dejan la sociedad y, lo que es más triste, sus jefes, principalmente los que no saben lo que es un uniforme.

La última catástrofe ocurrida en la valla de Melilla, además de mostrar la cruda y salvaje realidad de un mundo que no es tan lejano, hace pensar que en el norte de África está ocurriendo algo diferente a lo que se observa cada día en los medios. Las declaraciones de Pedro Sánchez y otros miembros del Gobierno sobre la carnicería humana, porque no tiene otro nombre, alabando la acción de las fuerzas de seguridad marroquíes coordinadas con las españolas, da que pensar; seguro que no tiene nada que ver con los últimos acontecimientos sobre el Sahara… Algún día se sabrá lo que maquina la maquiavélica mente del Señor Presidente sobre los vecinos del sur.

Pero este artículo no pretende dar lecciones de geopolítica ni de inmigración, eso es labor de los expertos. Trata de unos tristes protagonistas que la mayoría de las ocasiones son pintados como los malos de la película. ¡Qué fácil es ver los toros desde la barrera! ¿Alguien se ha puesto alguna vez en el papel del guardia civil que se encarga de vigilar la valla? Los Grupos de Reserva y Seguridad de la Benemérita son los responsables de repeler los famosos saltos, aunque seguramente, les sea más difícil lidiar con la opinión pública que se deja embaucar por unos vídeos morbosos y casi siempre editados o recortados con el fin de definirlos como simples mamporreros.

Los GRS están entrenados para ello, saben hacer su faena y les gusta, por qué no; son unidades a las que uno se presenta voluntario. Pero claro, de ahí a creer que todo el monte es orégano hay un trecho. Imagínese un grupo de diez, veinte, treinta… antidisturbios, viendo cómo les viene encima una avalancha de cientos de personas que luchan por su vida. Gente que ha recorrido medio continente africano para que al final del viaje les digan que no pueden pasar. ¿Quién piensa que van a detenerse porque haya unos hombres vestidos con armaduras por muy imponente que sea su planta? De eso nada. Y ahí es donde les toca batirse el cobre a los de negro por una nómina nada envidiable y defendiendo unos intereses que en muchos casos desconocen, porque para los que mandan, son solo unos peones del tablero.

Por esto último, las declaraciones de Pedro Sánchez parecen más orientadas a hacer la rosca a Mohamed VI que para motivar a los que cada día se juegan el tipo por su país. Lo que ocurre en África es un drama, a estas alturas nadie lo pone en duda. Pero por este hecho, no se puede obviar la labor que lleva a cabo determinado colectivo y culparles siempre de brutalidad e imparcialidad. Que si concertinas, que si pelotas de goma… ¿en serio alguien se cree que a una multitud desesperada por alcanzar lo que para ellos es el paraíso se les puede parar con una simple porra?

Sería interesante ver a esos políticos de verbo fácil un día cualquiera en la frontera de Ceuta o Melilla, o mejor aún, más abajo dando mítines de esos fáciles en los que hablan de asuntos que más allá de las fronteras de España, ni se atreverían a susurrar. Realmente, nadie cuenta con ello, lo único que se les pide es que se aparten y dejen trabajar a los que sí que saben lo que tienen entre manos, que dejen de atacar a quienes nos defienden, porque ellos sí que cumplen con el verso de El Cantar del Mio Cid.

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