Orgullo

Sé que el punto de vista que voy a exponer hoy puede generar mucha controversia, pero también sé que dicha controversia solo es fruto de la tiranía del pensamiento a la que estamos siendo sometidos de manera no silenciosa pero sí pasiva por parte de la sociedad. No se puede disentir de lo creado como indiscutible y políticamente correcto, más aún si se trata de la nueva religión: diversidad, feminismo o ecología. Yo hoy disiento de la campaña tan exagerada en la que se ha convertido el día del orgullo o las políticas de diversidad sexual en occidente. Ojo, hablo de occidente. Evidentemente, no disiento de la libertad sexual, debería ser innecesario tener que decir esto, pero lo hago porque lo respeto profundamente como no podría ser de otra manera y sé que, o estás a favor de cómo se aborda el asunto o eres xenófobo. Por eso lo aclaro.

Hoy leía en una publicación que alguien tiene que decir que el emperador está desnudo y no puedo estar más de acuerdo con esa frase. Respetar a las personas por su condición sexual va en la base del respeto de todo ser civilizado. Lo que me parece injusto es que no se dé la misma importancia o visibilización a otros colectivos o a otros problemas de la sociedad que considero muchísimo más hirientes y dolosos. Y es que, ya no es el día del orgullo, no es semana del orgullo, es una campaña constante. Te estas preparando una sopa y aparece la bandera. ¿Me molesta la bandera? No, me molesta que se exagere tanto. Parece que no existe otro problema en el mundo. De hecho, comparan dicha bandera con la de los estados considerando una discriminación no ponerla esta semana en todos los balcones públicos. Elevan la causa a institución. Por supuesto, balcón que no lo ponga, será señalado por la masa como intolerante y xenófobo.

Ha pasado de un movimiento para la aceptación de la diversidad sexual, a una imposición llena de postureo, dramatización y victimización que bajo mi punto de vista desvirtúan lo primero. De hecho, me pregunto si realmente todo el colectivo se siente identificado con todo esto o con ese desfile, por ejemplo. Hace décadas era necesario, hace unos años era divertido, ahora se ha convertido en el desfile de la ordinariez y muchas escenas me parecen poco respetuosas sobre todo con los menores de edad. Gente pidiendo respeto, pero sin serlo con otros. No creo que represente realmente la diversidad sexual, al contrario, la desvirtúa. Añadiré que solo la palabra colectivo ya me parece discriminatorio. La normalización de la condición sexual debería pasar por la descolectivización de todos ellos.

No negaré que los homosexuales, trans o lesbianas hayan sufrido estigmatización y desprecio durante muchos siglos y que aún lo sufren en algunos países, sobre todo aquellos que precisamente no procesan la religión católica con la que este colectivo está tan regañado, por cierto. En esos países incluso los tratan como delincuentes. Ahí es donde considero que hay que intentar posicionar la lucha. Hasta las propias empresas ya están incluso empezando a ser obligadas por ley a tener que habilitar áreas especializadas en sus departamentos de recursos humanos para implementar políticas que eviten la desigualdad entre personas por su género, sexo o religión. Es que esto es ética. Me sorprende por innecesario. Solo lo concibo si detrás de todo ello, lo que se mueve son otro tipo de intereses como son económicos, políticos y de distracción de problemas verdaderamente reales o de más trascendencia, que nos afectan absolutamente al cien por cien de la sociedad y por lo que no se invierte ni un triste euro.

Recientemente, me contaba una amiga que le habían pasado en su empresa una encuesta para saber el grado de compromiso que sentía ella con la diversidad y cómo veía a su vez ella a su empresa en el mismo asunto. Esto es como si te pasan una encuesta en la que te preguntan si te parece bien que no estén contratando a cojos o a enanos o si crees que en tu entorno laboral algún compañero ha sido menospreciado por ser muy feo. La condición sexual de un trabajador no creo que sea asunto de la empresa, por lo que no debería ni ser un tema por comentar. Yo, en veinticinco años que llevo trabajando, jamás he visto que haya en mi entorno una situación así. Todo esto nos lo inculcaron ya en la escuela y en nuestras casas, insisto, en la cultura occidental todo esto creo que está totalmente superado.

Pero volvamos a referirnos a los países islámicos. En breve se celebrarán allí los mundiales de fútbol, concretamente, en Qatar. Nasser Al-Khater, su portavoz en ese país ha declarado hace unos días que quien luzca la bandera LGTBI será arrestado entre siete u once años. ¿Dónde estamos los países comprometidos con la diversidad que no aprovechamos esta oportunidad como pantalla mundial para la causa y dejarles plantados sin acudir como respuesta a su ignominia? Ninguno va a faltar. Me parece deleznable que alguien pise suelo Qatarí. Eso como mínimo.

Y es por ello por lo que todo esto me parece cuestionable: damos la matraca e invertimos ingentes cantidades de dinero, sobretodo público, pero solo donde no es necesario. Creo que el propio colectivo (aunque detesto utilizar este término) debería empezar a tomar las riendas en el sentido de la normalización real. Seguro que en sus manos está la transición definitiva.

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