España

Los españoles y los unicornios de colores

Duele pensar que hemos perdido fuelle. El país que antaño dominara el mundo gracias a hombres y mujeres valientes y arrojados ha quedado para la risa y el escarnio. Hemos sido tratados como niños de colegio, párvulos de babero y pañal y a muchos sinceramente nos duele en el alma. Bien es cierto, que la gran mentira se ha impuesto en todos los países, pero con un gobierno preparado, inteligente, culto y honrado, las cosas se hubieran dado de otro modo.

La corrupción que campa a sus anchas por todo el territorio sin excepción ha permitido miles de muertes y una devastación económica de difícil solución. Todo ello gracias a un personaje sacado de un cuento de Dickens, un ser sin escrúpulos ni decencia que no dudaría en vender a su propia madre por permanecer un día más en el poder. Todo ello acompañado por una corte de palmeros incapaces de dejar el cargo por vergüenza torera.

No obstante, estos personajes, como el anterior Rodríguez ZP, llegan al cargo aupados por millones de votantes cuyo voto vale más que el tuyo debido a un sistema electoral nacido en una Logia que beneficia a separatistas y proetarras. Cabe preguntarse, si en realidad, no tenemos lo que nos merecemos mientras medio país permanece narcotizado y sin apenas voluntad. Hasta tal extremo que, si Sánchez dice que ha soltado un millón de unicornios de colores para hacernos la vida más fácil, miles de españoles se asomaran a la ventana a las ocho para verlos pasar y aplaudir.

Es tal el grado de infantilismo que, con sinceridad, asusta, máximo cuando las calles de España se han llenado de seres indeseables venidos de países tercermundistas y sin nada que perder. Así las cosas, aquellos a los que se nos ha dado el don de la clarividencia, asistimos atónitos a la degradación mental de una sociedad altamente permisiva y estúpida, incapaz de mover un dedo para destrozar el patíbulo, más bien lo miran embobados mientras hacen cola para subir. Para algunos es su cuarta cola, pero resisten esperando llegar a la quinta en otoño.

Este estado de atontamiento pertinaz, sin duda obedece al cambio climático tan de moda, observen el sarcasmo, de lo contrario no se entiende. Pero cabría esperar un rayo de luz, un movimiento rebelde encabezado por esos jóvenes que se ofenden si los llamas indolentes, previa explicación del palabro claro. Pero no, aquella época de protesta no volverá, ahora se van de botellón o a escuchar a una sujeta que dice cantar y bailar con unas letras infames de barriobajera.

Los que ya somos mayores, nos movemos entre la piedad, seguir luchando por un mundo mejor o la crueldad, está no es mi guerra, o sea, ya se apañarán. Cansa cargar sobre los hombros problemas que no son tuyos, sin olvidar que todos vamos en el mismo barco y que los botes salvavidas de necesitarlo, habrá que pelearlos a capa y espada. Tomar una decisión no es fácil, al contrario, requiere coraje y dignidad, pero si no te sientes capaz, puedes abrir la ventana y dar de comer al unicornio, mientras Roma arde a lo lejos.

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