Carrefour, comunista

El comunismo es una enorme mentira en sí mismo. Una doctrina política que sólo arrastra miseria, hambre, guerras y tiranía allí donde esté implantado. Mientras este adoctrinamiento se va implantando, los adalides del Nuevo Orden Mundial poco a poco van imponiendo un estilo de vida basado en mantras comunistas. Cabe destacar el de que tenemos que renunciar no solo a nuestro derecho a prosperar, sino al estado de derecho.

Los del NOM se dedican a bombardearnos con que debemos renunciar a la propiedad privada para vivir en un estado permanente de arrendamiento donde, finalmente, acabamos despojados de nuestra liquidez financiera. Renunciando también a que poseamos nuestro propio patrimonio. En definitiva, una vida de permanente suscripción a servicios para acabar con una mano delante, otra detrás, la total seguridad de que no somos dueños ni de nuestras propias vidas y la duda de por qué ese modelo de vida nos debe hacer felices.

Los delirios comunistas son como los informativos catastrofistas, no habrá ni tan siquiera un día en el que no encuentres una mala noticia en los telediarios, tampoco habrá uno solo en el que no te encuentres a un comunista diciendo estupideces por su boca. El problema no reside en que un comunista tenga ocurrencias estúpidas, eso va en el oficio, éste reside cuando un comunista ostenta el poder, un poder público.

No podía ser de otra manera. Ya lo dijo Agustín Rosety hace un tiempo «no hay nada peor que un cateto con aspiraciones», refiriéndose a «Lady Machetes» aka Isabel Ayuso, cuando pretendía ser más papista que el Papa; la novia en la boda y el muerto en el funeral. ¡Tres días para honrar a la reina de los masones, a una reina a la que no debemos pleitesía y, sin embargo, ni un solo día de luto por los miles de niños que asesinan en cada aborto financiado por la sanidad pública! Cosas progres de los adalides del Opus Dei, que ya no encuentran líneas rojas a su deriva ideológica ni con esas. Hago extensibles las palabras de este señor a esta inútil con cartera de ministro cuyo desempeño ha sido baldío de principio a fin.

Como decía, de esas ocurrencias comunistas surge la idea de «cubanizar» nuestra cesta de la compra y dar un paso más hacia las cartillas de racionamiento. Lo que podría haber sido una genialidad de marketing por parte de Carrefour se convierte en una metedura de pata hasta el fondo dejándose mangonear por Yolanda Díaz. Un mensaje claro y conciso: libertad frente a intervención, una declaración contra el gobierno comunista contra el intervencionismo o contra los topes en los precios. No fue así. Mientras el Gobierno se fagocita a sí mismo criticando duramente a Yolanda Díaz por esta medida de pandereta, un CEO con menos luces que el castillo de Drácula se acaba convirtiendo en el salvavidas de una ministra que ya daba sus últimos manotazos antes de ahogarse en el mar de hipocresía y cinismo que es el comunismo.

Y a todo esto ¿por qué el ministro de Consumo era, una vez más, un mero figurante en esta reunión al mismo tiempo que la ministra de Trabajo acabaría siendo la que negociaba el pastel? ¿No ha pensado nadie en poner un florero en el asiento del despacho de Alberto Garzón? Haría lo mismo, nos costaría menos y quedaría más elegante.

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