Cultura

El Rey indolente y el guapo tirano

“Érase que se era un reino no muy lejano que tenía Rey y tirano”. Aparentemente, el tirano se llevaba bien con el Rey, aunque a veces, se colaba en palacio, ponía la corona real sobre su cabeza y cuál madrastra de Blancanieves preguntaba a los espejos: ¿Quién es el más guapo del reino? Tan solo su cerebro perturbado por las numerosas sustancias que le preparaba la bruja de su mujer o el brujo no estaba claro el sexo, contestaba a la pregunta: “Tú, amo y señor; tú, eres el más guapo”. 

Ajenos a estas maquinaciones, el pueblo se iba adaptando a las ideas descabelladas del tirano que tan pronto los encerraba en sus casas con la excusa de una enfermedad que nadie conocía, como les hacía estar esperando largas colas para pincharles una sustancia mágica. Mientras tanto, en palacio el Rey indolente tocaba la lira, viendo como su mujer, la reina, se transformaba en un levantador de pesas atractivo, poco o nada le preocupaba el Reino y así pasaban los días, los meses y los tediosos años. 

No todos los ciudadanos se doblegaban a las ideas absurdas del sátrapa, por ejemplo, el herrero hombre prudente y trabajador, quería hacer una moción de censura y, para ello, cruzó la calle con la pretensión de hablar con el posadero. Por supuesto, se llevó a un traductor ya que éste sólo hablaba en gallego. Entró a la posada y se hizo el silencio, ambos hombres se miraron guardando las distancias. “¡Posadero!” gritó el herrero, “Esto ya es insostenible, voy a tirar al tirano de este reino para siempre “a lo que el posadero replicó: “Conmigo no cuentes chaval, que yo soy más de percebes y Ribeiro”. Desalentado, pero no vencido, salió hecho una furia el herrero buscando más apoyos para su causa. En un lugar apartado de la posada, el tirano emboscado sonreía mientras le daba al fiel posadero una bolsa de sanchices, moneda que circulaba por el reino, en aquellos momentos.”  

Puede que os haya arrancado una sonrisa con esta pequeña historia, sin olvidar que la realidad, a veces. supera a la ficción y que si no hacemos algo pronto seremos un reino fallido, donde el tirano dispondrá de nuestras vidas a placer, de hecho, ya lo hace. Una vez más, nos toca decidir en qué clase de reino queremos educar a nuestros hijos, porque sin quererlo los miserables de este mundo nos han hecho retroceder a la Edad Media, época oscura de héroes y villanos.

Si ahora agachamos la cabeza, muy posiblemente nos la cortarán, hasta que ya no quede un disidente y la libertad haya sido sacrificada en aras de un denominado “bien común “que no es más que la puerta hacia un esclavitud nueva y consentida.  Os escribiría el final de la historia, pero el herrero es cabezón y está convencido que alguien, en algún lugar del reino, lo está esperando para unirse a tan noble causa. Continuará. 

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