Desaparecido en combate

Yolanda Díaz dio el pasado 2 de abril dio un paso más en su camino a La Moncloa. La presentación de Sumar no dijo nada que no se supiera sobre el proyecto barato y superficial de la ministra y como curiosidad dejó unas pinceladas de los apoyos con los que cuenta. Ribó, Mónica García, Errejón, Jorge Javier Vázquez… el cocktail era de cuidado, explosivo.

Pero hubo un ingrediente cuya presencia hizo que una servidora volviese a “creer” en la política; en esa política en la que más vale salir en la fotografía, que trabajar en los despachos. Que se puede sobrevivir a pesar de que estés completamente defenestrado. En la que, cuando deambulas desaparecido en combate, aún te guardas muchas balas en la recámara. Ese ingrediente que sonreía a diestro y siniestro, porque seguramente no sepa hacer otra cosa, es el ministro Garzón.

Alberto Garzón, para más señas, ministro de Consumo del Gobierno de España. Un comunista convencido al que le tocó la lotería hace algo más de tres años cuando Pedro Sánchez le nombró número uno de dicho ministerio para gloria de la nación. Durante este tiempo, nadie sabe lo que ha hecho a excepción de esos momentos gloriosos que fueron la huelga de juguetes, el consumo de carne o el más reciente de que no es buen momento para tener hijos debido al cambio climático. Aunque el colmo de cómo se puede reír uno del ciudadano al estilo ministerial fue cuando, en plena pandemia, soltó con toda la dignidad y cara de circunstancias del momento, que los técnicos de Consumo habían detectado un descenso significativo en el número de apuestas deportivas ¡pero si no había deporte! ¡pero si estábamos todos confinados!

El hecho de que estuviese presente el pasado domingo en el pseudoproyecto de Yoli hace que una piense que desgraciadamente los peores augurios se pueden superar. El dicho de que «Dios los crea y ellos se juntan”, alcanzó la máxima expresión en ese acto sobre el que el Presidente del Gobierno no se ha pronunciado. Y algo debería de decir el señor Sánchez, porque su mal llamado gobierno progresista, se apoya principalmente en Unidas Podemos. Y todo Unidas Podemos no estuvo allí, es más, Irene Montero no estaba tan contenta con las intenciones de su camarada de partido. Lo que significa que ese gobierno de coalición está agujereado por todas partes. Si el cascarón ya estaba roto, ahora se están rompiendo las piezas que lo componían. Ese barco en el que hasta hace poco navegaba toda la izquierda más radical del país, la más comunista, resulta que hace aguas y se va a pique sí o sí. Y como es lógico, todos quieren salvarse, Garzón incluido.

El de Izquierda Unida es simplemente un ejemplo de lo que es y fue, desde el principio, el Gobierno de Sánchez: un grupo de autodenominados políticos que lo único que desean es una buena poltrona desde la que mandar y llenar sus cuentas a cambio de no hacer nada. Si hay alguien que sepa decir, a falta de poco más de medio año de los próximos comicios generales, qué es lo que ha aportado el Ministro de Consumo al progreso de la sociedad, que levante la mano. Pero el problema no es ése, porque al final, si solo existiera un Garzón, quizás hasta sería gracioso de vez en cuando reírse con los memes que inevitablemente le sacan. Lo preocupante es que hay otros veintiún ministerios a los que se les asignan otros tantos presupuestos y los resultados que ofrecen ya no son tan graciosos como la huelga de juguetes.

Las arcas se están vaciando porque hubo un señor para el que, en su momento, todo valía con tal de ser Presidente del Gobierno. Que le es indiferente las cifras del paro o de la delincuencia. Que siempre tiene alguien al que echarle la culpa porque él es Don Perfecto. Que hace que uno se sienta un terrorista medioambiental cada vez que arranca su coche, pero tiene que ver cómo le vacían el bolsillo cuando hace uso del transporte público. Esas y muchas más son las políticas progresistas que los socialistas han estado vendiendo como éxitos cuando realmente se tratan de un fracaso tras otro.

Señor Sánchez, tome nota de Garzón, desaparezca y vuelva solo a poner su mejor sonrisa en el combate, o mejor dicho guerrilla, que suena más libertador, de cualquier falso comunista, que eso sí que se le da bien, el postureo. Váyase y deje que otros tomen las riendas porque su tiempo hace mucho que se agotó, más o menos, como su credibilidad.

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