Choque de trenes

Cuando uno está henchido de poder, dispone de una corte que le adula y aplaude cada palabra que sale de su boca. Cuando esa misma persona está acostumbrada a que todo el mundo tenga que tragar con sus órdenes dictatoriales o decir que sí a todas y cada una de las mentiras con las que insulta al ciudadano cada vez que se pone delante de un micrófono. Cuando ocurre todo eso y mucho más, el ser humano se piensa que todo el monte es orégano y puede hacer y deshacer a su antojo.

Eso es más o menos lo que ha debido de pensar Pedro Sánchez cuando envió a uno de sus lacayos al acto oficial del 2 de mayo en Madrid. Estaba más que avisado; la representación gubernamental ya estaba cubierta por la Ministra de Defensa. Pero no, el gobierno socialista, una vez más, buscó el choque y salió escaldado. Está vez le tocó a Bolaños tener que cumplir los deseos de su superior y hacer el ridículo ante toda España. Y Margarita Robles viendo los toros desde la barrera, o desde el mismo ruedo… Sería interesante saber lo que pasaba en ese momento por la mente de la ministra, que, como buena titular de Defensa, puso tierra de por medio.

Y es que lo ocurrido en la capital de España no es más que una muestra del miedo que tienen los socialistas a lo que puede ocurrir dentro de unas semanas en Madrid y lo que es peor, que ese descalabro sea un presagio de los próximos comicios generales. Sánchez y su candidato en la comunidad saben que lo tienen todo perdido y se agarran a un clavo ardiendo, en este caso, tratar de desacreditar a Isabel Díaz Ayuso con actos absurdos como el de esta mañana. El líder socialista no es nuevo en esto de la política y a estas alturas del partido, debería de saber que lo que no has ganado en el día a día, no lo vas a lograr por un conflicto protocolario. Y menos cuando juegas en Madrid.

En cualquier caso, de Pedro Sánchez ya no sorprende nada. Ha mentido tanto, se ha rebajado tanto, que a nadie le extraña que cada día se supere un poco más. Lo que sí que resulta patético es ver como sus peones, porque no son nada más que eso, peones que se han de sacrificar en la partida, asumen su rol y se prestan a hacer un ridículo que en otras circunstancias sería impensable. Hoy ha sido Bolaños, anteriormente fueron Celáa, Ábalos… y los que quedan de aquí a final de año. El Presidente del Gobierno es una trituradora que destroza a todo aquel que no comulga con sus ideas o no se presta a sus caprichos, vamos, el máximo exponente de la democracia.

Volviendo al acto en sí, una servidora, cinéfila empedernida, no dejaba de ver a Bolaños en el papel del emisario persa que se plantó en casa de Leónidas y al grito de “¡esto es Esparta!” acabó en un pozo sin fondo. Lo único diferente es que en la tribuna de la Real Casa de Correos no se encontraba Gerard Butler rodeado de los míticos espartanos, sino la responsable de protocolo que ella solita se comió al señor ministro rodeado de todo su séquito sin decir una palabra más alta que otra. En otras circunstancias, la izquierda hablaría de empoderamiento de la mujer, como se trata de la Comunidad de Madrid lo califican de confrontación.

Sea como fuera, lo que habría de preocuparle al Partido Socialista no son situaciones como la vivida hoy. Lo que debería de quitarle el sueño a Sánchez es la pitada que recibe a cada pueblo al que va, los números tan nefastos que ofrecen sus políticas y cuando sale de las fronteras, el ninguneo al que le someten todos los máximos dirigentes, exceptuando Maduro y similares. Por muchos ministros que envíe a la batalla, por muchos delfines que coloque a lo largo del territorio español, el votante sabe que el único culpable es él y él es el primero que ha de salir, cuanto antes mejor.

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