España

De elecciones, conquistadores conquistados y Ley Electoral

A fecha de exactamente hoy faltan tres semanas para que dé comienzo la campaña electoral de forma oficial, ese periodo en el que los partidos políticos pueden pedir libremente el voto y su artillería sale a la calle para poder convencer al mayor número de votantes. Tres semanas de imprevisibles comparecencias, declaraciones, y estrategias para visibilizarse como alternativa política para presidir o condicionar al futuro Gobierno de España.

Por ahora, las estrategias de los principales partidos parecen quedar meridianamente claras. Por un lado, Sánchez muestra su habitual astucia con muy contadas apariciones, las pocas siempre rodeado de muchos de los suyos, normalmente en actos del partido, mostrando respaldo a sus palabras, mostrándose como líder y como Presidente, al más puro estilo americano, midiendo sus palabras para lanzar de forma exacta sus mensajes… pero en una calma tensa, a la espera. Sánchez sabe bien que una sobreexposición en estos momentos podría ser negativa o llevar a cometer algún error o, incluso, a tener que responder a alguna pregunta incómoda. Sigue una estrategia de estar al acecho, de esperar errores en su oponente o la oportunidad única para poder atacar a su presa para ganarle un terreno en el que las encuestas que no sean el CIS no le son favorables. Eso sí, a veces se encuentra con escollos como el que le presentó el Delegado del Gobierno en Madrid, de su partido, elogiando a Bildu como método para atacar a la derecha. Craso error remover aquello que tanto ha perjudicado a los suyos en las elecciones municipales.

Por su parte Feijoo y los suyos actúan como batallón, sus primeras figuras se van dispersando, mostrando la fortaleza que ha reflejado para ellos el resultado de las municipales y sabiéndose estar en el escaparate mediático a través de los pactos de Gobierno a los que se está viendo obligado para poder acceder a gobiernos municipales y regionales. La lupa mediática y, cómo no, la lupa de la izquierda, no dejan de señalar a estos pactos mientras, muy posiblemente, la dirección de VOX tiene muy bien sujeto al que es vicepresidente de Castilla y León para evitar nuevos escándalos que puedan llevar más al traste la imagen pública de un partido que no parece haber demostrado hasta el momento ningún gran logro ni cambio trascendente en aquellos lugares en los que ha tenido algún tipo de poder político. Nada más allá de los escándalos habituales por declaraciones pasadas de rosca, por los insultos a todo aquél que se mueva y consideren ciervo, y a Gobierno de Sánchez, por supuesto.

En este estado de cosas la izquierda más a la izquierda del PSOE intenta organizarse, salvando las graves polémicas en torno a los vetos de dirigentes de PODEMOS en las listas del aparentemente nuevo SUMAR, y esperando que los de Iglesias no le hagan el suficiente daño como para seguir luchando por el liderato arrebatado a su proyecto por una más que ambiciosa Yolanda Díaz, capaz de dejar el camino lleno de cadáveres, especialmente de aquellos a los que les debe sus ascensos porque confiaron en ella, fruto del fuego “amigo” y que hace a muchas personas desconfiar de una persona que bien podría ser acusada de traición a los suyos con el fin de autoproclamarse lideresa de un proyecto que no es sino más de lo mismo que ha defraudado políticamente a tanta gente.

Eso sí, si hay que reconocerle algo, aparte de esconder su verdadero carisma a través de una voz dulce y apaciguada, es haber conseguido algún que otro logro, como una reforma laboral que la propia CEOE ha pedido a Feijoo que no toque si llegara al Gobierno. Su distanciamiento desde el propio Gobierno de los de Iglesias, una vez que consiguió de este convertirse en su sucesora como vicepresidenta y como presumible líder en la sombra de los de PODEMOS, la ha ayudado a desligarse de los lastres que arrastran Montero, Echenique, Iglesias, y todos los fundadores de un proyecto que ya no es de ellos, es de Yolanda. Finalmente, aquellos que pretendían asaltar los cielos han sido asaltados, y sin armas, dejándolos con lo puesto. Eso sí, estoy convencido de que, de llegar a tocar de nuevo el poder, compensará a estos con algunos puestos en los que no den problemas y puedan ganar lo suficiente como para no tener que vivir en Vallecas, que eso parece ser que ya no les luce.

Mañana será un día importante en este calendario electoral, ya que se producirán las proclamaciones de alcaldía en la mayoría de municipios de España, cambiando en mucho el color político del mapa municipal nacional. A ciclo cerrado comenzará otro bien distinto, el de la propaganda política, el de mostrar fuerza, escenificar proyecto y defender logros propios o exhibir fracasos o errores ajenos. Será el momento en el que el PSOE de Sánchez y la izquierda sumada podrán lanzar sus dardos sobre algunos acuerdos con total certeza de que lo hacen sobre base fundada en hechos. Ya Iceta ha adelantado parte del discurso que justifica que es más lícito pactar con la extrema izquierda que con la extrema derecha, una retahíla en defensa o no de derechos que forman parte de la base de un descontento más o menos generalizado en gran parte de la población que no ha visto en nada aumentar los mismos y sí los ajenos a costa de su bolsillo. Y el bolsillo es una de las cosas que, normalmente, más suele doler a la clase media, especialmente, que siempre se encuentra en lucha más por no descender de categoría que por ascender de ella.

Y es que somos un país solidario de corazón, pero ni mucho menos de bolsillo. Nos hemos acomodado en posiciones económicas que nos asusta soltar, y que consideramos es injusto que nos arrebaten para poder salvar causas más o menos nobles, o más menos justificadas desde la perspectiva de nuestra lente ideológica. Claro que, ahí, aparecen los grandes escollos que pueden hacer tambalearse a la derecha sus opciones de llegar a gobernar. Y es que, que un partido de centro derecha tenga que pactar con otro partido de extrema izquierda que niega la violencia de género, las vacunas del COVID19 o los derechos de los homosexuales en igualdad con el resto de la población, acusando de lobby a todo aquello que se manifiesta en defensa de su dignidad es un peligro, una hoja de doble filo que choca frontalmente con la filosofía social, especialmente progresista en estos conceptos. Es por ello que, desde el PP, no toleran ningún cuestionamiento a VOX sobre la violencia de género en sus pactos municipales y regionales y sí, ese partido que llevó ante el Constitucional la Ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, no sólo haya celebrado bodas de este tipo entre los suyos, sino que no acepta, hoy por hoy, su cuestionamiento. Algo tendrá también que ver con algunos partidos que surgieron más a su centro y que consiguieron arrebatarle cientos de miles de votos gracias a cuestiones como esta.

Porque sí, ciertamente, y por mucho que nos cueste, en demasiadas ocasiones la política en este país es cuestión de datos, estadísticas, y de ir contra o a favor de un discurso mayoritario. Por eso mismo, partidos que están a los extremos es muy complicado, por no decir imposible, que lleguen al poder, porque no relativizan sus convencimientos más radicales, sino que los llevan a la máxima potencia para imponer criterios que no coinciden con la filosofía política popular. Tener posturas radicalizas que, o bien apuestan radicalmente por apoyar hasta el límite los conceptos tradicionales de familia impuestos por razones religiosas durante siglos y siglos y presentarse contra otras familias formadas por personas que, libremente, quieren formar esos vínculos afectivos de la misma forma que los otros eligieron los suyos es inaceptable para la mayoría hoy en día; quizás tan inaceptable como que te etiqueten por cómo sientes, piensas, te muestras o pretendes ser con el objetivo aparente de reivindicarte y librando, precisamente, a cada individuo de la libertad de ser único o única en el mundo sin que sea señalado con ningún nombre, a modo de experimento científico, o creando un juego en el que cada uno puede apostar por apuntarse a un determinado rol en vez de descubrirse a sí mismo y su propia normalidad, tampoco considero que sea aceptable.

Si nadie lo remedia, estamos ante el fin de ese otro experimento del fin del bipartidismo. Algo me dice que nuestro sistema está comenzando a claudicar de sus intentos por derrotar una estructura política nacional en el que existen dos polos diferenciados en los que, si existe un tensor o mediador que posibilite mayorías suficientes no sea un partido de centro. El problema, para quiénes lo veamos, es que nuestro sistema electoral otorga esa posición de privilegio, por el reparto injusto de escaños y el acceso a los mismos por territorios, a los partidos regionalistas e independentistas. Quién no quiera ver esto no se dará cuenta de que el problema en España no han sido únicamente ni los serán VOX, ni PODEMOS, ni Sumar, sino este sistema electoral que permite que con muchos menos votos, con algo más de 300.000, por ejemplo, tengan más poder que un partido que, a nivel nacional, haya tenido más de un millón de votos. ¿Hablamos de democracia y de representación igualitaria? Deberíamos.

Ver comentarios

  • Está claro que prefiere podemos a vox. Si no lo critica, le da urticaria

    • Susana, no se equivoque. Lea y aumente su comprensión lectora, tanto de este como de todos los artículos que he publicado, que sé perfectamente que ha leído. No tengo preferencias ni por uno ni por otro. Extremos ninguno. Como he dicho en alguna ocasión, los extremos ideológicos se dan la mano en demasiadas cosas por la parte trasera de un círculo ideológico en las sombras.

    • El problema es que tanto VOX como PODEMOS son parte del problema en este país y no la solución. Si PODEMOS ha arrastrado al PSOE de Sánchez, VOX hará lo mismo con el de Feijoo provocando más crispación y enfrentamientos, además de alimentar más aún al otro extremo. Y si no, que pregunten en Castilla y León... Porque los extremos, Susana, se retroalimentan los unos a los otros, viven y dependen entre ellos. VOX no habría llegado adónde lo ha hecho si no hubiese sido gracias a la irrupción de la amenaza ideológica de extrema izquierda que representaba PODEMOS para la gente con un pensamiento más de derechas.

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