El perdón de los imperfectos

Un año más, desde México, se vuelve a lanzar el dardo envenenado del reproche histórico -más histérico que histórico- al que siempre se unen otras voces, todos ellos imperfectos, pretendiendo ser los adalides de un movimiento de perfección moral, atacando, ellos que no han construido nada, la memoria de quienes sí construyeron mucho.

Resulta irónico que se unan a esta lucha ideológica diversos ciudadanos de ese nuevo continente denominado América, porque, queridos, si no hubiera sido por los españoles, vosotros no habríais podido comunicaros entre vosotros desde hace más de 500 años. Solamente en lo que hoy es México, nada más llegar Cristóbal Colón, había 364 variantes dialectales o, lo que es lo mismo, un maya difícilmente podía entenderse con un zapoteca, y este tampoco con un tolteca. Así que imaginad la situación entre un país y otro de la extensa geografía americana, más aún teniendo en cuenta que los países de América, tal y como los conocemos, no existían; eran un cúmulo de pueblos sin nexos notables entre unos y otros, sin identidad de estado.

Gracias a la llegada de los españoles, se pudo unir a las diversas civilizaciones existentes bajo un mismo idioma y cultura, lo que fue la raíz para el surgimiento de las diferentes naciones que hoy en día conocemos, incluidos los Estados Unidos. Esta parte histórica, menos conocida pero destacable, es tan relevante que el propio Thomas Jefferson manifestó: «la historia de América la escriben los españoles». Aquellos que nada han construido pretenden que se pida perdón por haber levantado colegios, universidades, hospitales, iglesias y muchas otras edificaciones más.

En México se conserva el hospital más antiguo de América, fundado en 1524 por Hernán Cortés y que aún sigue en funcionamiento, creado para asistir a la población más necesitada, sin limitaciones de naturaleza alguna. Me refiero al Hospital de Jesús. De igual forma, en Perú, se encuentra aún en actividad desde su fundación en 1551 una de las 25 universidades construidas en Hispanoamérica, la Real y Pontificia Universidad de San Marcos.

El mea culpa debe abarcar, supongo, el haber preservado el idioma de los pueblos originarios del territorio americano que, de otra manera, se habría perdido. Incluso existen cátedras dedicadas a la recuperación de esas lenguas y diccionarios que registran los términos autóctonos junto con su equivalente en español. Como se puede ver, hubo una gran tarea pedagógica, alejada de una actividad puramente mercantilista, siempre centrada en crear provincias españolas y no colonias, permitiendo que cada pueblo se integrara en uno de los imperios más grandes e importantes de la historia de la humanidad.

Debemos pedir perdón, supongo, en nombre de la excelsa majestad Isabel I de Castilla por haber hecho de la igualdad la marca distintiva en comparación con otros países al conquistar nuevos territorios. Sin duda, ella fue una pionera de lo que hoy conocemos como Derechos Humanos, al dar órdenes precisas para salvaguardar el bienestar de los indígenas, protegiéndolos de abusos ficticios, esclavitud y agravios tanto en su persona como en sus bienes. Además, se estipulaba que debían recibir un salario y atención sanitaria. Los habitantes originarios de todos los territorios gozaron de libertad absoluta, siendo tratados como españoles a todos los efectos. Tanto es así, que los nativos de esas tierras fueron protagonistas de la historia, casándose con españoles y viajando también a Europa, ya que los desplazamientos no fueron unidireccionales.

La historia se fundamenta en hechos, archivos, documentos, investigación y arqueología. México está repleto de restos humanos, víctimas de sacrificios perpetrados por civilizaciones como la maya. La historia no puede ni debe basarse en sentimientos, en idearios políticos ni en conclusiones subjetivas. Es por ello que, antes de exigir perdón, deben recapacitar sobre lo que fueron, lo que son y de dónde proviene lo que tienen y lo que han conservado. Todo ello sería inexistente bajo el yugo de ingleses u holandeses, que sometieron y no, como hacía España, protegían. Antes de reclamar perdón, México lindo y querido, recordad que hasta el sol de México lleva sangre española en sus venas… Luis Miguel, como tantos hispanoamericanos.

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