Queridos amigos de Minuto Crucial, esta ha sido una semana en la que se ha dado la crónica de un ostracismo anunciado. En plena batalla por el control de las competiciones entre la FIFA y A22, la creadora de la Superliga, el fracaso de la Copa Intercontinental en Qatar es un duro golpe a la capacidad de gestión futbolística de la FIFA, además de un toque de atención gigante para el propio presidente Infantino.
Vaya por delante que la Intercontinental se trata de un torneo carente de atractivo competitivo, ya que, si solamente acude un equipo por confederación, el club UEFA -campeón de la Champions- es netamente superior al resto de los combinados participantes. Si a ello le sumamos que el único conjunto que suele ofrecer cierto nivel es el campeón de la Copa Libertadores de Sudamérica y el rival acaba siendo un equipo de la CONCACAF, esta competición ya es más un trámite que un aliciente para el mundo futbolístico.
A esto hay que sumarle la variable de la duplicidad: la idea del Súper Mundial de Clubes en verano ha dejado completamente obsoleto el modelo de Copa Mundial de Clubes, competición que ha vivido tiempos mucho mejores y que, lamentablemente, ahora agoniza ante la idea disparatada, por otra parte, de convertirse en una especie de simulacro de Mundial para generar derechos televisivos siderales. Pero la pregunta que os hago es: ¿Realmente el Mundial de Clubes consigue reunir a los mejores?
Este año, la idea es clara: faltan equipos ilustres como el Barcelona, que se queda fuera por culpa del coeficiente, y sobran invitados de bajo nivel como el Inter de Miami, a quien se ha invitado por una razón de peso que, a su vez, es bastante injusta: Leo Messi. Habrá que preguntarse si el equipo norteamericano, de no estar el internacional argentino en su plantilla, hubiera tenido la posibilidad de participar en esta competición. Yo creo que no. Asimismo, también hay que sumarle la locura de jugar esta competición a final de temporada, ya que acabará en el mes de julio con más de ochenta partidos en las piernas de algunos jugadores, todo un abuso.
Sin embargo, el nuevo formato de la Superliga presenta un modelo de ligas abiertas, con principios de inclusión y bastantes novedades, aprovechando la coyuntura. Habrá que ver la reacción del propio Infantino y de las confederaciones en comparación con otras competiciones. Eso sí, deberán ponerse bien las pilas, porque el tiempo apremia y, en esta ocasión, sí, las cartas empiezan a cambiar de lado. Sin lugar a dudas, el formato de la Copa Intercontinental será sacrificado en favor de uno más novedoso. Adiós, Intercontinental… y hola, Superliga.
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