España

El corazón de la manzana

Las manzanas son una de las frutas más atractivas. Muchas familias las compran como fruta principal por sus muchas propiedades y por su buena publicidad en medios y en especialistas médicos. Hasta los dientes y las encías dicen mejorar. Es buen producto para la cocina y muy usado, incluso, para repostería. Lo cierto es que la calidad de esta fruta es, también, muy variada entre las distintas variedades. Las hay de un sabor más ácido, más dulce, o hasta con una textura más granulada, dura o tierna. La parte triste de este elemento nutricional está en que, muchas veces, no se conocen el conjunto de sus características hasta que no se compran y se comen.

Algo así pasa con las ideologías aplicadas a partidos políticos en el mundo. La ciudadanía vota en democracia, elige la manzana que quiere que la alimente durante cuatro años, la mayoría de las ocasiones con un aspecto exterior sumamente atractivo; pero, cuando llega la hora de disfrutar su manjar, se encuentra con las sorpresas.

La política en España en las últimas elecciones, sus resultados y su resultado final, en forma de cestas de manzanas presentó unas mayorías que en nada tuvieron que ver con esa vendida mayoría de izquierdas que vendió Sánchez, y que se evidencia en estos días, más que nunca, con un Junts nacionalista de derechas que se enfrenta definitivamente a los incumplimientos de pactos imposibles que han prolongado estos años la agónica legislatura del PSOE en el poder. Todo esto ante, estoy seguro, la perpleja mirada de un PNV, nacionalistas de derechas vascos, que no saben ya hacia dónde tirar, atrapados en la cesta de la presunta corrupción de la izquierda y las mordidas a sus intereses en las encuestas de voto por parte de Bildu en su comunidad autónoma.

Lo que no cabe ya la menor duda es de que en esta cesta del poder había manzanas envenenadas como también manzanas podridas. Y ya sabemos qué ocurre con el contacto de manzanas aparentemente sanas cuando se juntan con aquellas que no tienen ni ese aspecto ni reflejan esa realidad. Curioso, cuando menos, en este punto, cabe recordar las palabras del candidato hoy presidente rechazando cualquier posible pacto con la que calificaba como manzana podrida de la política, Bildu, a riesgo de hacerlo y perder la capacidad de conciliar el sueño. ¿Será esto lo que ha degenerado, de tal sufrimiento, su imagen en los últimos meses? Lo dudo. Ese sufrimiento parece mucho más interno, y cercano.

La cesta de frutas del acuerdo de investidura, aparte de echar ya el típico hedor propio de la putrefacción muestra los síntomas propios del contagio, entre gusanos y carne pocha, de mordidas por aquí y por allí de presuntas víctimas que pasarán, juzgados mediante, a convertirse en presuntos o no presuntos responsables del terrible desagradable aroma.

Ojo, que el olor de la presunción es muy distinto al de la presunción con pruebas expuestas en conversaciones que desmoronan no sólo la relatividad moral de los socialistas respecto a temas tan cruciales en su discurso como son las mujeres o el feminismo, sino de reparto de otras viandas, como berenjenas, lechugas o chistorras, en una cesta oculta en la que no faltan los folios, quizás para reflejar en ellas las confusas cuentas y los acertados enriquecimientos irregulares de propios y no extraños.

De ser una cesta en la que la mayor amenaza para la manzana del socialismo eran las otras manzanas, menos lustrosas y de peor aspecto, por lo general, para la ciudadanía, hemos pasado a una cesta en la que el mayor de los peores olores se desprende de la mismísima manzana en la que en su centro se resguarda el mismísimo presidente del Gobierno.

El corazón de una manzana es parte fundamental de su identidad, es por donde nace y donde muere la manzana, aquello que, tras despreciarse, por lo general, acaba por terminar con una manzana o engullida o tirada a la basura. Pero también es la parte más protegida de la fruta, la más oculta, la más complicada a la que llegar.

En estos momentos, Sánchez asiste al espectáculo de la desintegración de la manzana de su Gobierno, de su partido, de todos y cada uno de los suyos que, poco a poco, van cayendo en la inevitable trampa de la Justicia, pasando a ser presuntos culpables, pruebas mediante, de importantes e insoportables delitos para cualquier Gobierno en el mundo que se precie.

Sólo queda por saber cuánto tardará la manzana en ser inservible para su consumo, proceso muy acelerado por el desprecio a su existencia efectuado por Junts, que dejan de reconocer su autoridad y su capacidad para cumplir con su misión como fruta dentro de la cesta de la investidura. Los de Puigdemont pretenden, como locos, huir de ese olor, de esa putrefacción, como de la peste, hostigados, además, por la presión de la excelencia nacionalista de los de la Alianza Catalana de Orriols en las encuestas.

¿Llegaremos a ver el corazón de la manzana principal de la cesta manchada por toda la basura que la ha estado contaminado o quizás la cesta no aguante más y se convoquen antes elecciones? ¿Habrá algún pacto oculto para acabar con toda esta situación a cambio de la impunidad de las principales cabezas a batir en la embestida judicial? El espectáculo está servido y los informes de la UCO prometen no defraudar a nadie, a los que esperan lo peor y a los que no lo desean pero ven como inevitable que llegue ese momento.

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