España

¡Cuántos elefantes en la habitación!

Cuando, desde el Cuarto Poder -la comunicación-, se ejerce la mentira como profesión, es difícil que la opinión pública haga un ejercicio de lógica y de sentido común. Y es natural, porque es fácil engañar a todo un país, haciéndole creer que no es dueño de la razón, ni del pensamiento crítico, ni de la libertad comunicativa e informativa.

Pero claro, el tiempo, sabio y maestro, sabe cómo sacar la verdad y hacer que la gente empiece a cuestionarse cosas que al poder no le gustan. Hablo, por supuesto, de cómo los medios de comunicación, tradicionales y algunos digitales, han pasado de meramente informar a ser, directamente, los altavoces de la mentira, de la desinformación y de los bulos, pasándose al activismo político por bandera y dejando claramente a la vista uno de esos elefantes que tenemos en la habitación: la compra de medios de comunicación, la colocación de “periodistas” a sueldo y el enchufismo de ciertos personajes que luego son usados como payasos de circo en televisión.

Desde que comenzó aquella pandemia, que parecía escrita y dirigida como si fuera el guion de una mala película de terror, uno se quedaba perplejo al ver el nivel de censura que había, no solo en las redes sociales, sino en los medios de comunicación, y de cómo estos dirigieron un relato imposible de debatir en todos los aspectos. Desde la forma en la que nos encerraron, nos usaron como conejillos de indias, nos manipularon de tal manera que hasta nos hicieron salir al balcón a las ocho de la tarde para aplaudir, entre otras muchas cosas igual o mucho más humillantes.

Ante esta clara evidencia de instrumentalización del miedo y de la mentira, llegamos hasta el día de hoy y vemos cómo estos medios de comunicación, en su manera de comunicar e informar, carecen de toda credibilidad. Y uno piensa: ¿hasta cuándo van a seguir mintiendo y tratando a la ciudadanía como marionetas? ¿Tanto cuesta decir la verdad, hasta el punto de recibir una llamada de arriba para que no alces la voz?

Todas las evidencias conducen a que los medios de comunicación, los mismos que se erigen como defensores de la verdad, de esa comunicación real, veraz, honesta y leal, demuestran que son los menos reales, los menos veraces, los menos honestos y los menos leales. Porque, si peligra tu puesto de trabajo por contar la verdad, demuestra que no son independientes. Son estos mismos medios de comunicación los que ocultan o tergiversan la información sobre la corrupción del Gobierno, dirigiendo la atención mediática a los conflictos internacionales y manipulando la opinión pública para que hablen de todo, menos de lo importante.

Nunca verás a un medio de comunicación, ya sea televisión, radio o periódico afín al gobierno, decir que España es el peor país de la Unión Europea en cuanto a los índices de pobreza infantil, riesgo de exclusión social o de lo mal que están los servicios públicos, como los múltiples sistemas sanitarios y sus listas de espera, o de cómo está la educación en cuanto a índices de escolarización, o de la preocupante falta de atención en clase, debido a las políticas de intervención educativa, como el adoctrinamiento de género, etc.

Tampoco se habla del desempleo, del que hace tiempo no se publican cifras claras, ni de la deuda pública, cuyo porcentaje sobre el PIB permanece en la sombra. Mucho menos del precio de la cesta de la compra, que sigue escalando sin tregua. Son demasiados los elefantes en la habitación, y todos apuntan a unos medios de comunicación cada vez más desacreditados. Nunca antes fue tan difícil contar la verdad como ahora, en plena era de la información.

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