España

Liquidación por cierre

Inés lo ha hecho. Ha pulsado el botón rojo. La voladura (des)controlada de Ciudadanos en Murcia ha proyectado una onda expansiva sin precedentes en la política española. Diputados, senadores, diputados autonómicos y concejales se miraron unos a otros el pasado 10 de marzo, incrédulos, con sensación de no saber muy bien qué había ocurrido. Y de las miradas de confusión se pasó a las de desconfianza en el que tienen sentado a su lado. ¡Sálvese quien pueda!, se empezó a gritar en los despachos y pasillos de las principales instituciones del país. El partido antaño alternativa liberal o socialdemócrata -según el día- y hoy, el orgánica e ideológicamente más débil del espectro político, está en liquidación. Y no les queda otra que venderse al mejor postor.

Como si de una subasta se tratase, el Partido Popular y el PSOE tienen los teléfonos de sus fontaneros hirviendo día y noche. Se afanan como hienas hambrientas a repartirse una presa ya en descomposición. A los cargos electos y orgánicos de Ciudadanos solo les falta anunciarse en Amazon o en Ebay con el precio de salida. Saben que ya no representan a nadie. Han roto el contrato celebrado con sus votantes comicios tras comicios y ahora únicamente pueden preocuparse por estirar el cuello lo suficiente para poder seguir respirando. ¿A quién sirven? A España ya han demostrado que no. ¿Al partido, quizás? Pero ¿qué es Ciudadanos sino una mera sombra de aquella resistencia frente al socialismo y al separatismo catalán? Con la renuncia a gobernar con Pedro Sánchez para alejar del poder al comunismo y con la huida de Cataluña tras una victoria histórica en las elecciones al Parlament, murió el partido. Lo de la semana pasada tan solo ha supuesto la escenificación de la rúbrica ante notario del cese total de actividad. O del certificado de defunción, según se desee.

Valle Miguélez, Francisco Álvarez e Isabel Franco, los tres diputados tránsfugas de Ciudadanos en Murcia que firmaron la moción de censura, recularon a los dos días tras una llamada al sentido común y a la defensa de España -disculpen la ironía- por parte de Teodoro García Egea. Y el ridículo de los naranjas no pudo ser mayor. Bueno, sí. Fran Hervías, que abandonó la Secretaría de Organización del partido, pero exigió que le hicieran senador por designación territorial -esto es, elegido por alguno de los parlamentos autonómicos-, también se ha ido al Partido Popular. Pero que nadie lo dude, lo ha hecho por respetar las mismas férreas convicciones que le llevaron a aceptar un sillón en el Senado a cambio de no seguir molestando a la cúpula de su propio partido. Que Dios coja confesado al PP.

Pero lo de Pablo Casado ya es otra historia. Éste juega en primera división. Isabel Díaz Ayuso confirmaba el día 11 en el programa de Federico Jiménez Losantos que Génova ya sabía el día 9 que se iba a presentar la moción de censura en Murcia para apartarlos del poder. Y jugó con los murcianos dejando que el PSOE tuviera el gobierno al alcance de su mano con tal de no votar, al igual que se va a hacer en la Comunidad de Madrid. ¿Por qué? Sencillo. Las encuestas dan una clara victoria a Vox en Murcia. El PP vende a cualquiera con tal de no ver a Vox por encima. Y les da igual ponerle la alfombra roja a Pedro Sánchez allá donde toque.  Si los tres tránsfugas naranjas hubiesen tenido un mínimo de dignidad y respeto por los ciudadanos que los eligieron, hubiesen dimitido y hoy el PSOE gobernaría Murcia. Jugada temporalmente buena para Casado pero lamentable e inolvidable para unos murcianos que ven como en plena crisis los populares y los socialistas juegan al Monopoly con su futuro social y económico.

Lo que ha ocurrido en Murcia es un fraude a los españoles de la Región. Se mire por donde se mire. Se evidencia que el bipartidismo y su satélite naranja ya en absorción por ellos, siguen pisoteando sin piedad los derechos de los que disfrutamos los ciudadanos libres en las urnas. Con lo que parecen no contar es con el hartazgo de una patria cansada de que los políticos jueguen con su pan. Discúlpenme la expresión. El PP y el PSOE te mean en la cara y te dicen que llueve. Sí, era necesario el uso de tan española expresión, por lo humillante de la situación para todos nosotros.

Los murcianos quieren votar. Lo demostraron llenando “hasta la bandera” la Plaza Cardenal Belluga de la capital murciana en la rueda de prensa convocada por Santiago Abascal. Una concentración absolutamente espontánea que refleja claramente el sentimiento de resistencia de un pueblo dispuesto a no ser pisoteado en plena pandemia. Pero después de Cataluña, es evidente que tanto PP como PSOE solucionarán en los despachos lo que ya no pueden conseguir en las urnas.

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