A mediados del siglo XVII hicieron esta pregunta a un ministro del zar Alejandro. Respondió que es un Estado que se expande hacia los cuatro puntos cardinales. Es una figura que no conoce límites, una figura sin contornos cuya misión es no detenerse nunca. Es su razón de ser. Su única frontera natural es el Ártico. Comenzó en el Rus de Kiev, actual capital de Ucrania, como una federación de tribus eslavas que perduró entre los siglos IX y XIII, llegando ya entonces hasta el Báltico, el mar Negro, las fuentes del Vístula y la península de Tamán. De aquel Rus procede el nombre de Rusia.
Se extendió durante siglos. Llegó a la frontera china y allí se detuvo. Llegó al Pacífico y lo sobrepasó, hasta Alaska, deteniéndose también en la frontera japonesa. Entre mediados del siglo XVI y principios del XX incorporó cada año un territorio superior al de algunos Estados europeos. Chaadaev, un crítico ruso, dijo que para que se les tomara en serio habían tenido que extenderse desde el estrecho de Behring hasta el río Odra.
Rusia es Europa, pero no lo es como el resto de las naciones europeas. No tiene fundamento étnico alguno, ni lingüístico. Uno de sus zares más importantes, Catalina la Grande, era alemana, uno de sus más importantes poetas, Pushkin, era negro, Estalin era georgiano y en la Federación Rusa actual se hablan más de cuarenta idiomas.
Su expansión fue incontenible bajo el mandato de Catalina la Grande, de Pedro el Grande y de Estalin. Hizo uso de los dos medios con que cuenta el gobernante, según Platón: la persuasión y la fuerza. El primer medio fue el cristianismo y luego el marxismo-leninismo, una religión nihilista. El segundo fue con frecuencia la brutalidad más extrema. Una de sus múltiples muestras fue el Holodomor (literal: matar de hambre) principalmente en Ucrania.
El pueblo ruso parece estar hecho para resistir y sufrir. Lo descubrió Napoleón cuando, para que sus tropas carecieran de todo lo necesario y no pudieran siquiera cobijarse bajo techo, comprobó, al llegar a Moscú, que habían reducido a cenizas cuatro quintas partes de la ciudad. Pleno de asombro, pese a que significaba el fracaso de su estrategia, exclamó que aquel pueblo bárbaro tan resuelto estaba compuesto de escitas.
Rusia no es tampoco como Estados Unidos ni como China. El primero está animado de dos fuerzas contrarias, una que lo impulsa a permanecer en su insularidad y otra a expandirse, y la segunda siempre ha estado cerrada sobre sí, hasta el presente. Tal vez el pueblo que más se le parezca sea el español de los siglos imperiales, cuando integró en una enorme masa territorial y política una multitud de religiones, lenguas y tradiciones y careció de todo sentido de identidad o fundamento étnico. También fue una figura en expansión, desde el Cabo de Hornos hasta Alaska, abarcando las Filipinas, etc., hasta que quedó exhausto. Fue un magno ejemplo de la potencia de la voluntad.
¿Qué hacer ante un pueblo que en un momento dado puede convertirse en un alud? Contenerlo durante unas décadas, hacer lo que se pueda para europeizarlo, aun con la seguridad de que Europa nunca será Europa, atraerlo, tranquilizarlo, evitar que un rechazo desde el subcontinente aliente a Rusia a reforzar su alianza con China…
Lo de China es otro asunto. Ortega y Gasset dijo que nuestro subcontinente sería Eruopa cuando asomara la coleta de un chino por los Urales. Se equivocó. Ya ha asomado, y ese chino no procede del Imperio Celeste, sino de la China Comunista.
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