Durante años había asimilado que era una disciplina diversa, que abarcaba todos los aspectos de la vida en los que nos esforzábamos por la búsqueda de lo estético, de la sublimación de sentimientos, en torno a una plasticidad individual. Un riesgo, por cuanto ese solo vocse utiliza de comodín tanto en lo más bello, como en lo más horrendo. Así decimos – bueno, al menos así lo escribió Paul Watzlawick – «El arte de amargarse la vida» – o Felipe Carrera en su – El arte de comunicarse bien en el siglo XXI, abordajes ambos en el arte y en polos opuestos– .

Arte hay para todos los gustos, siempre estamos ávidos de él , nos explayamos ,nos reinventamos y nos reflejamos en los demás a la espera de su aceptación. Ahora vestimos el arte, comemos el arte, nos amamos con arte… Lo que yo no sabía es como nuestro organismo nos afecta a título físico a través del impacto del arte, favorable o desfavorablemente. Esto último tan es así que buscamos afanosamente lo que nos produce sensaciones placenteras, regusto psicológico, emociones extremas.

Quien hace arte se ve inmerso en una creatividad comunicativa e integradora, lo pensé al leer que en el museo Thyssen Bornemisza estarán expuestas más de un centenar de obras hasta el quince de Enero, de Picasso/Chanel, estos dos grandes creadores, Pablo y Coco unen sus artes pictórico y diseño de moda para gozo de los amantes de la belleza influenciada recíprocamente.

Pero como digo, al ser este campo de extensión ilimitada, estamos viviendo situaciones que se alejan del arte de lo bello. El arte de la mentira, de la boutade, de la falacia, el antiarte diría yo. Sí, ya sé que hablar de la mentira y pensar en Sánchez es lo suyo, pero hay por ese mundo de la polítique –el arte de hacer posible ,lo imposible – otros artistas de la mentira, mucho más creadores que él. Solo voy a nombrar a cuatro ministros que son los únicos que me suenan de los veintitrés –Madre mía-. Sí, 23, ahora en cardinal, que no llegan ni a Direcciones generales, pero que cobran como tales.

Para no irme del tema artístico os digo que las representaciones de las ministras Monteros, Calviño y Marlaska son realmente un arte del manejo torticero de la lengua de Cervantes, de Marlaska, ¡ay si Edward Coke levantara la cabeza! Y la señora Calviño, que deja en pañales a Fernández de Córdoba, picos palas y azadones, cien millones. Bueno, queridos e hipotéticos lectores, hagamos de todo un arte. Por ejemplo, echar a esta impropia turbamulta del Gobierno por una razón fundamental, porque esta no es nuestra España.

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