Estamos completamente solos

Vivimos en el país de Jauja, sobre todo para asesinos, violadores y ladrones, que ven en España el lugar perfecto para cometer todo tipo de actos delictivos, ya hasta con el consentimiento del gobierno de turno. Tampoco esto debería de extrañarnos puesto que el gobierno Frankenstein está formado por terroristas, separatistas y gente de la peor ralea, que nos maltratan y vapulean sin piedad. Entonces, cabe preguntarse ¿los gobiernos son un reflejo de la sociedad que los elige? Porque entonces señores, el último que apague la luz al salir.

De normal, suelo ser muy crítica con una masa uniforme totalmente aborregada que vota por inercia al menos malo, pero esta vez voy a romper una lanza por nosotros los que con nuestra aceptación damos oxígeno a la banda de delincuentes habituales que nos gobierna.

Llevamos muchos años divididos en reinos de taifas, hemos perdido el sentimiento patriótico que te lleva a defender tú país por encima de todo, entendiendo este, por supuesto, como la Nación Española. Contamos con una juventud pasota y aletargada por la tecnología y botellones, sencillamente porque no ven un futuro claro. Una población envejecida que bastante hace con sobrevivir, la mayoría con pensiones miserables. Y un grupo intermedio de población asustado porque no llega a final de mes, pero incapaz de mover un dedo por solucionar absolutamente nada.

Con este panorama y el terreno abonado, llega una banda de forajidos que asesina al sheriff, roba el Banco y viola a la chica mientras los vecinos lo observan todo tras los visillos. Ya no habrá un Gary Cooper que nos salve, ni un señor bajito con mala leche, estamos solos y esa soledad nos hiela la sangre. Mientras, los asesinatos, robos, violaciones se suceden y ojo que le pegues dos tiros al violador que te cuelgan de un árbol a las afueras del pueblo. Se impone el miedo a protestar aún sabiendo que cualquier día te tocará a ti y no al compañero de al lado, que esto nos incumbe a todos y a cada uno de nosotros, jóvenes, adultos, ancianos.

Tenemos que tener claro dónde queremos vivir, en un país democrático y libre o en territorio comanche. Y eso urge, porque quizás para mañana hayamos emprendido el muy triste y doloroso camino de la huida.