Aún, con la Semana Santa en los talones, cabría reflexionar sobre la importancia que ejerce en nuestra conducta, en nuestro camino y sobre todo en nuestro pensamiento, así como la evidencia del cristianismo mayoritario en España.

Yo, que soy de hacer y hacer, desoyendo incluso a consejos de mis progenitores en el sentido de pararme y disfrutar de lo hecho de cuándo en cuándo, no sé si por la edad o por los cambios que en nuestra personalidad se han producido a raíz de la pandemia, me he empeñado esta Semana de Pasión en reflexionar. ¿Sobre qué? Esa es la cuestión. Eso es lo realmente difícil, detener la mente sobre algo concreto y echarle la pensada necesaria. Nuestra mente es inquieta, imparable, incesante y voluble, por cuanto coquetea indecisa por innumerables vericuetos. Dispersión es lo suyo.

Algunos pensamos que, con actividades diversas como viajes, recreos, fiestukis y demás, vamos a poder distraer nuestro cerebro de cuestiones que nos agobian. Eso es imposible, salvo que padezcamos trastornos de personalidad. Nuestra mente siempre va con nosotros y no para ni un segundo. Os cuento que, como recurso, yo he encontrado la forma de sobrevolar las cosas. Se trata de un estado intermedio a la ensoñación que, de alguna forma, me alivia las tensiones propias de los problemas cotidianos. Lo miro de lejos y me despeja cuando menos de la espesura.

Todo esto sería más fácil -me refiero a la posible abstracción-, si viviéramos en un entorno más relajado, lo cual es harto complicado con tantos avatares políticos que van sumando a las dificultades habituales y otros obstáculos, muchos insalvables que acaban estando propiciados por el propio Gobierno. Un Gobierno que dice que viene a salvarnos en un intento irresponsable de corregir a golpe de error, los problemas que ellos mismos han creado. No sirve de nada lamentarse, tan culpable es el que mal hace como el que se deja mal hacer

Una enorme mayoría, por cierto, yo diría que todos los que no tenemos cargos políticos, empresas públicas, empleos que dependen de las administraciones, jubilados etc. Aunque estos vayan aumentando, a la par que el paro y la deuda pública, siguen siendo una minoría. Eso sí, que defienden a muerte su sustento o su sillón. ¿Qué podemos hacer el resto que lo vemos con estupefacción, los que no podemos encajar tanto desmán, los que no tenemos tiempo más que de lamentarnos, porque la vida se nos ha puesto francamente imposible? Pues yo creo que mucho. Primero, dejar de oír más mentiras y boicot a los ya homologados embusteros y mirar de lejos.

Miremos a los países que ya están o de vuelta de estas políticas que avanzan como progreso y comprobemos como todos quieren salir de sus propios territorios huyendo de la opresión y de la falta de democracia y libertad. Miremos como la presión fiscal es más alta en España que en el resto de los países europeos, nosotros tenemos la inflación más alta que hace que el Estado recaude muchísimo más de los impuestos de todos y que no solo no lo devuelve, sino que, una pequeña parte, lo reparte en la creación de limosnas directamente comprometidas con el apoyo en las urnas. Donde vayas, procura pensar en esto, ahí está la urna, ahí está tu acción más sencilla y democrática, ahí debe estar tu protesta firme.

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