Muy buenas a todos los amigos/lectores de Minuto Crucial. Hoy me toca meterme en un pequeño lío. Bueno, en realidad, se trata de un jardín laberíntico el que se nos presenta. En la semana inicial de la nueva y revolucionaria Liga de Campeones, las declaraciones de Rodrigo y otros jugadores, hablando abiertamente de una huelga, han dinamitado el ambiente futbolístico. Pero, sinceramente, ¿tiene realmente solución? A continuación, os daré mi punto de vista.
Lo primero que habría que tener en cuenta es el motivo real de la amenaza de huelga. La gente más crítica con el balompié hablará de que los jugadores pretenden ganar más dinero, pero eso dista mucho de la realidad. Ellos tan solo piden algo razonable: rebajar el número de partidos. Especialmente tras los parones de las selecciones, donde el programa de viajes, hoteles y kilómetros recorridos, a nivel físico, hace estragos.
Es verdad, amigos lectores de Minuto Crucial, que los amistosos han caído en el ostracismo, sobre todo en el ámbito de las selecciones. Sin embargo, me da la sensación de que esa solución es contraproducente, ya que, a mayor competencia, mayor tensión muscular y, por ende, mayor fatiga y más lesiones. Y, para rematar la faena, llega el Mundial de Clubes, una nueva fuente de ingresos para engordar el atracón de partidos.
Desde el ámbito económico, el proceso es el opuesto: si los amistosos generan poco dinero a las organizaciones de las competiciones, mucho mejor será crear competencias que generen derechos televisivos, por los cuales la gente pagará y que deberían servir, sin duda, para que todos los actores del fútbol salgan ganando. Pero, ¿y si la gente no paga y los ve igual? Ahí entra en juego la piratería. El fútbol es caro, demasiado, pero para mucha gente que lo quiere ver, las trampas piratas obligan a los organismos a intervenir con dureza, tal y como ha hecho la Liga.
¿Las soluciones? Estas requieren de consenso, pero propongo dos ideas: la primera de ellas, eliminar competiciones que generan un desgaste innecesario y pocos partidos -véase el ejemplo de la Supercopa o la Intercontinental-, ajustando el calendario y dando lugar a cierta recuperación de los futbolistas. La segunda, no menos importante, es bajar el precio del abono televisivo al balompié. En España, por ejemplo, Movistar+ lo ofrece por 45 euros -35 € en su última promoción durante un año-, pero seguramente un precio que ronde los 20 o 23 € podría acabar estimulando la contratación del servicio, llegando incluso a mejorar los ingresos al seducir a aquellos usuarios consumidores de la piratería.
Amigos, el final del debate parece lejano, y mucho. Pero lo único seguro es que, si no solucionamos este problema, la burbuja estallará y, como en la inmensa mayoría de las ocasiones, el mayor perjudicado será el aficionado.
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