En este país llamado España, ser honrado, profesional, buena persona, trabajador y exitoso no siempre está bien visto. Tampoco se tolera que alguien con ese perfil, fuera del ámbito televisivo, presente eventos de cualquier índole para ganarse unos eurillos extra. Que se lo digan a Carlos Sobera, quien ha sido objeto de una avalancha de críticas por ejercer como maestro de ceremonias en el décimo aniversario del medio de comunicación OKDiario.
Las reacciones no se hicieron esperar. Fueron muchos los políticos y ciudadanos de izquierdas y de la extrema izquierda que, al conocer la participación en el evento del barakaldés más ilustre que tenemos en televisión, recurrieron al sectarismo que, lamentablemente, los caracteriza, señalando a Sobera por haber prestado su imagen y su tiempo en un acto organizado por un medio de corte liberal-conservador. Un evento, por cierto, al que no solo asistieron dirigentes del Partido Popular o de Vox, sino también numerosas personas ajenas al ámbito político.
La situación ha llegado al extremo de que personalidades vinculadas a la izquierda y a la extrema izquierda han pedido en redes sociales su boicot, pretendiendo, mediante su bullying sectario, perjudicar a un hombre trabajador, respetuoso, ajeno a la confrontación política y con las manos —metafóricamente hablando— llenas de callos de tanto trabajar. Y todo ello, simplemente por el hecho —repito— de presentar un evento asociado a un medio de comunicación de ideología diestra. Es, sin duda, una tremenda injusticia: Carlos Sobera no merece, bajo ningún concepto, semejante linchamiento mediático por parte de nadie.
Es por ello que esta semana escribo este artículo de opinión como homenaje a mi paisano, un profesional como la copa de un pino que rara vez opina sobre asuntos políticos —a diferencia de otros presentadores, como Jorge Javier Vázquez—. Sobera siempre se limita a hacer su trabajo de la mejor manera que sabe: para unos, muy entretenido; para otros, quizás algo sosaina. Pero siempre con honestidad, profesionalidad y respeto hacia el público, ese que tiende a ser soberano y exigente. Jamás le hemos visto —ni le veremos, de eso estoy seguro— desearle lo peor que se le puede desear a un ser humano, algo que no todos en el mundillo de la televisión pueden afirmar con absoluta rotundidad.
Su carrera televisiva comenzó en 1994 como guionista y, un año después, como presentador en la cadena autonómica ETB. Desde entonces, no ha dejado de conducir formatos tan variados como exitosos: PC Adictos, ¿Quién quiere ser millonario?, Atrapa un millón o First Dates son solo algunos ejemplos. Incluso ha llegado a ejercer como actor en distintas series. Y, sin embargo, esta semana se habla de él no por su trayectoria encomiable, sino por algo que siempre ha hecho: trabajar… aunque, en esta ocasión, de manera peyorativa, por presentar una gala: la del décimo aniversario del medio dirigido por Eduardo Inda.
Antes de dedicarse plenamente a los medios, Sobera fue profesor de Derecho Mercantil y de Publicidad en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), por casualidades de la vida, la misma universidad en la que yo pasé años y más años estudiando. Honestamente, aunque no haya tenido la oportunidad de conocerlo en persona, puedo afirmar —a partir de diversos conocidos, unos exalumnos y otros amistades o conocidos del barakaldés— que Sobera es un tipo excepcional: una persona cercana que, siempre que puede, está al servicio de todos. Otro motivo más para considerar injusto el trato que ha recibido por parte de quienes no toleran a alguien que es un profesional por los cuatro costados.
Para terminar, tan solo me queda lanzar una reflexión a quienes han juzgado con ligereza a Sobera: tal vez no sea él quien deba rendir cuentas, sino quienes proyectan sus prejuicios sobre los demás sin conocerlos. Condenar a alguien por no encajar en un molde ideológico es negar la esencia misma de la pluralidad. Porque, en una sociedad verdaderamente libre, el valor de una persona no debería medirse por sus afinidades políticas o por los trabajos que desempeña, sino por la honestidad con la que ejerce su oficio. La tolerancia no consiste en aceptar al que piensa igual, sino en respetar al que piensa distinto. Todo lo demás es ruido. Y el ruido, acompañado del sectarismo, por mucho que grite, nunca tendrá razón.
Periodista bilbaíno a jornada completa, anteriormente locutor en Cadena SER Miranda y al mismo tiempo articulista en diversos medios digitales. Amante del gimnasio y la naturaleza a tiempo parcial.
“Si tú no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos”
-Steve Jobs.
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