Cultura

Los nazis no perdieron la guerra, 2ª parte

(Ver la primera parte, aquí)

Tras la toma de Berlín, tocaba hacer un nuevo reparto de Europa. Esta vez entre los aliados occidentales (los Estados Unidos y el Reino Unido) y el ex aliado (la URSS). A tal efecto, se organizó una “conferencia de paz” en la ciudad alemana de Potsdam, cercana a Berlín, que se desarrolló entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945.

Muy oportunamente, el 16 de julio (tan sólo un día antes de empezar las reuniones), el ejército de los Estados Unidos culminó un proyecto que había estado desarrollando en secreto durante tres años. Ese día se realizó en el desierto de Nuevo México el primer ensayo de un arma que, hasta ese momento, sólo había sido una posibilidad teórica: la bomba atómica. Ni que decir tiene que los servicios secretos estadounidenses se aseguraron de que los soviéticos tuvieran perfecto conocimiento del éxito de la prueba. Esto permitió a la delegación americana acudir al reparto de la tarta europea en Potsdam con unos “argumentos de peso”.

Los aliados occidentales juzgaron en Núremberg a unos cuantos jerarcas nazis para hacer algo de justicia a las víctimas del monstruoso genocidio llevado a cabo por el Tercer Reich. Sin embargo, al mismo tiempo que mostraban estos juicios al mundo, en secreto estaban reclutando a los científicos alemanes para utilizarlos en la nueva carrera armamentística que iban a mantener con la URSS.

Casi todos los avances de los nazis en cohetes, armas químicas, experimentación médica (con los judíos de los campos como cobayas) y técnicas de control mental, pasaron de la noche a la mañana a integrar el “arsenal de guerra” estadounidense.

En abril de 1949, ya en plena Guerra Fría, se firmó el tratado de la OTAN. Una alianza militar cuyo propósito era, en palabras de su primer secretario general, el británico Lord Hastings Ismay, “mantener a Estados Unidos dentro, a Alemania abajo y a Rusia fuera”. Esta frase resumía a la perfección la que iba a ser la estrategia del Imperio para Europa Occidental desde el final de la guerra hasta la irrupción del actual presidente de los Estados Unidos Donald Trump en 2016.

Básicamente, se trataba de restaurar a Alemania como motor económico de Europa, pero anulando su soberanía y su capacidad militar, y mantener así el objetivo geopolítico secular del Imperio británico de impedir cualquier posible alianza entre Alemania y Rusia. La potencia industrial alemana resurgió en muy pocos años gracias al Plan Marshall y a la condonación de la mayor parte de la deuda de guerra de Alemania en 1953.

Mientras tanto, los Estados Unidos y el Reino Unido moldeaban a su conveniencia la nueva estructura política y militar de los países “liberados”. Para llevar a cabo esa tarea, reciclaron a numerosos altos cargos del Tercer Reich. La recién creada CIA de Allen Dulles situó a ex jerarcas nazis de las SS y la Gestapo como supervisores de casi todos los servicios secretos de los aliados de Estados Unidos, en los cinco continentes.

Al mismo tiempo, se crearon redes Stay Behind de terrorismo de estado en todos los países de la OTAN, empleando a siniestros personajes del régimen nazi para organizar la lucha secreta contra la influencia soviética en Europa, como ha documentado el historiador suizo Daniele Ganser.

Por último, los aliados dieron luz verde a la realización de lo que había sido el proyecto político de los nazis para Europa. Este comenzó a tomar forma con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), para dar lugar posteriormente a la Comunidad Económica Europea (CEE) y, finalmente, a la actual Unión Europea (UE). En palabras del periodista Thierry Meyssan:

«Walter Hallstein, alto funcionario alemán, redactó el proyecto hitleriano de Europa federal. El objetivo era acabar con los Estados europeos y federar las poblaciones, por etnias, alrededor del Reich ario. Ese conjunto habría estado sometido a la dictadura de una burocracia no electa y controlada por Berlín. Después de la derrota de la Alemania nazi, Walter Hallstein, puso en práctica su proyecto, con ayuda de los anglosajones, y en 1958 se convirtió en el primer presidente de la Comisión Europea.»

Con la imposición de la OTAN y de su rama civil (la Unión Europea), las élites políticas y financieras del Reino Unido y los Estados Unidos lograron por fin el objetivo que se habían propuesto en 1930 al promover a Hitler como canciller: poner a Alemania como gendarme de Europa Occidental, pero sometida a su control y enfrentada a Rusia.

A día de hoy, los Estados Unidos todavía mantienen unos 35.000 soldados en Alemania, que es, a todos los efectos, un país ocupado. Y la siniestra y antidemocrática Unión Europea no es otra cosa que el IV Reich, es decir, el sueño nazi hecho realidad.

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  • ¡¡Hola!! Mi enhorabuena para Miguel Pardo, muy buenos los dos artículos sobre "Los nazis no perdieron la guerra", un saludo desde Cracovia

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