Los nazis no perdieron la guerra, 1ª parte

Todos hemos oído alguna vez eso de que “la historia la escriben los vencedores” y Napoleón dijo que “la historia es un conjunto de mentiras sobre las que la gente ha decidido estar de acuerdo”. Esto es cierto desde el inicio de los tiempos hasta el presente mismo y la historia de la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial no es una excepción.

Según cuenta “la historia oficial”, las abusivas reparaciones de guerra impuestas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial y el posterior crack global de 1929, acabaron provocando una monumental crisis de deuda que destruyó la economía alemana y favoreció el ascenso de Hitler y el nazismo. Siendo esto básicamente cierto, es una media verdad.

La realidad es que, en 1933, en el momento en que Hitler llega al poder, la economía alemana ya había sido suficientemente reflotada por la entrada masiva de capital estadounidense y británico. La historiografía occidental suele ocultar este hecho para intentar borrar los fuertes vínculos que hubo entre las “democracias liberales” y la Alemania nazi, pero el historiador económico ruso Valentin Katasonov recuerda que:

“El capital de la mayoría de las empresas alemanas estratégicamente importantes era, parcial o completamente, estadounidense. Una parte estaba bajo control de los inversionistas británicos. Los sectores como las refinerías de petróleo y el proceso de licuefacción de carbón de la economía alemana estaban en manos de Standard Oil, perteneciente a los Rockefeller. El gigante de la industria química Farbenindustrie AG pasó al control del grupo Morgan. Un 40% de la red telefónica y un 30% de las acciones de Focke Wulf se hallaban bajo control de la firma estadounidense ITT. La radio y los gigantes de la industria eléctrica AEG, Siemens y Osram pasaron al control de General Electric, de Estados Unidos. ITT y General Electric eran parte del imperio Morgan. El 100% de las acciones de Volkswagen pertenecían a Ford, también de Estados Unidos.”

A través del control que ya mantenían sobre la economía alemana hacia 1930, los banqueros británicos y estadounidenses promocionaron la candidatura de Hitler a la cancillería. En ese momento, probablemente lo veían como alguien capaz de frenar el previsible expansionismo soviético de Stalin. Un hijo de puta, sí, pero “nuestro hijo de puta”. Hitler fue recibido con agrado por las monarquías británica y holandesa y por políticos, industriales y financieros de toda Europa y Estados Unidos. En 1938 fue el hombre del año de la revista Time. Hoy en día se considera que la “permisividad” del Reino Unido y Francia frente al expansionismo nazi en los años previos al inicio de la guerra fue un “error”. Pero, en ese momento, tal vez esa “permisividad” formaba parte de la estrategia geopolítica de las élites occidentales.

La película cambia en agosto de 1939, cuando Hitler y Stalin sorprenden al mundo con el pacto Ribbentrop-Mólotov, por el cual se reparten el este de Europa, de idéntica manera que británicos y franceses se habían repartido antes África o los restos del Imperio otomano. En ese momento, sí que saltan todas las alarmas en el Imperio. Hitler se había salido del guión y había pactado con quien no debía. Una alianza de Alemania y Rusia era una amenaza que el Imperio británico no podía tolerar. Es entonces cuando los británicos declaran la guerra a Alemania.

En el verano de 1941, Hitler decide romper ese pacto y ataca a la URSS, un error fatal que ya había cometido Napoleón antes que él. Durante tres años, Stalin estuvo pidiendo a sus supuestos “aliados” occidentales que abrieran un segundo frente en Europa. Sin embargo, los británicos estaban muy ocupados intentando preservar su Imperio de ultramar y los estadounidenses tratando de controlar el océano Pacífico. En el verano de 1943, los soviéticos le habían dado la vuelta a la guerra europea en las batallas de Stalingrado y Kursk y empezaban a avanzar hacia Berlín.

No fue hasta el verano de 1944 cuando se produjo el desembarco aliado en Normandía. De no haber sucedido, quién sabe si las tropas soviéticas hubieran continuado avanzando hasta París (o quizás hasta Madrid). ¿Los aliados trataban de ayudar a la URSS frente a Hitler o de frenar su posible avance en Europa occidental?

Al mismo tiempo, los bombardeos aliados sobre Alemania excluyeron sistemáticamente a las fábricas de las empresas alemanas que contaban con una mayoría de capital británico o estadounidense, incluyendo fábricas de armas que serían usadas contra sus propias tropas. En los campos de exterminio, la contabilidad de los muertos se llevaba con máquinas de la empresa estadounidense IBM

En julio de 1944, cuando la derrota nazi ya está cantada, se lleva a cabo la conferencia internacional de Bretton Woods en Estados Unidos, en la que los aliados negocian el sistema monetario global que se impondrá tras la guerra. La URSS no acepta el dólar como moneda de reserva mundial, y el “aliado temporal” vuelve a convertirse en enemigo. Empieza la Guerra Fría.

(La 2ª parte, la encontraréis la semana que viene en Minuto Crucial)

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