
No hay nada más sencillo de hacer que apropiarse de un término o una serie de términos para convertirlos en aquello que queremos que signifiquen para la sociedad. Un paso, sin duda, que se presenta en la historia de la humanidad como un principio de manipulación y persuasión de masas, de control social a través del control de sus emociones, sensaciones o pensamientos. La estrategia política va en consonancia con el espíritu de gobierno de los dirigentes y pronostica sus verdaderas intenciones. Extraño es no ver un gobierno manipulador o, al menos, que justifique con un discurso con una visión parcial y sesgada de la realidad, sus acciones como ejecutivo, pero siempre hay matices que relacionan una estrategia con una campaña y, en este caso, si la campaña pretende reconstruir o manejar conceptos esenciales de convivencia por propio interés, o utiliza en exceso y deliberadamente las estrategias de comunicación fascista del nazi Goebbels, los expertos, al menos, deberían preocuparse.
Y esto, por desgracia, es lo que está pasando en el mundo actual en el que nos ha tocado vivir y soportar una bipolarización política e ideológica que tiene sus raíces en el deseo de perpetuarse en el poder principalmente de la izquierda. Con una cuna de estrategia acariciada y cultivada en las propias universidades y regadas y abonadas por las nuevas tecnologías y la globalización, la izquierda inició un proceso que, apuesto lo que sea necesario, cuenta con el apoyo del bloque de Rusia, China e Irán. No es de extrañar, por ello, que se haya hablado de financiación de partidos políticos tan dispares como los que podríamos calificar de ultra izquierda y a la vez ultraderecha por el último de los países mencionados. Como no es de extrañar la “íntima” y “estrecha relación entre el régimen de Maduro, adscrito a este bloque, con la izquierda latinoamericana y con el propio Gobierno de España que, por otra parte, nunca puso mucho ímpetu ni pared en negociar “con quien hiciese falta” para acceder y permanecer en el poder.
Todo tiene una explicación. Y, posiblemente, nos encontremos a Putin, a Xi Jinping y a Maduro, en una llamada a tres riéndose de los “palurdos españoles” y cómo se están tragando, por interés de una serie de partidos de izquierda, una estrategia que no pretende sino debilitar a Europa mientras la amenaza llega desde Rusia en modo invasión territorial y desde EEUU en modo imposición arancelaria. Aquí, quienes nos gobiernan, mientras tanto, recitando al cordobés Góngora cuando escribió aquello de “ándeme yo caliente y ríase la gente”. Aunque, para la ciudadanía, la mayoría social como les gusta decir a los que toman las dislocadas e interesadas decisiones, y como diría Manuel Machado en uno de sus poemas, “su canto (el del pueblo), aflora como risa, es llanto”.
Pero, más allá de la geopolítica, de la que hablé en multitud de ocasiones lamentando ese reencuentro en el poder de Putin y Trump, que siempre dije que tenían el objetivo común de la destrucción de Europa, la bipolarización y el control absoluto del mundo, a modo de imperio los de Putin y a modo colonial los de Donald, hoy España se encuentra deslocalizada en el mapa, pensando más en los graves problemas que atraviesan en Oriente Próximo los palestinos e Israel que en sus propias cuitas y en los escándalos del propio Gobierno, que son cada vez más y más agudos.
Este punto concreto apunta, sin duda, a una estrategia del propio Gobierno por desviar la atención social, por bipolarizar, una vez más, y por manipular hacia el lado interesado, o más sencillo de abanderar, la cauda en esta guerra.
Lo que ocurre en el territorio de Palestina, que nunca, por cierto, ha existido ni existe como Estado, va más allá de lo puramente político o estratégico y se trata, más bien, de una guerra santa entre dos creencias. El foco, el control del territorio santo, Jerusalén, verdadero destino de peregrinación como dejó escrito Mahoma, y que tuvo que ser cambiado a La Meca ante la situación que siempre ha vivido esta zona y la falta de un Estado o Gobierno musulmán que lo controle. Sí, podemos hablar de una verdadera y auténtica guerra santa en pleno siglo XXI.
Muchos de los que hablan sin parar de la actual situación, de las matanzas de civiles del lado de los gazatíes, ignoran, porque al poder que controla el relato en nuestro país le interesa, que los palestinos, a través de las distintas autoridades que han pasado por el control de la zona reconocidas a nivel internacional, han negado en cinco ocasiones la constitución del Estado de Palestina. Es decir, que hubo cinco ocasiones en las que, además, sin un ejercicio democrático en su población, distintas organizaciones palestinas rechazaron esta conversión en Estado de ese territorio. También ignoran, por ejemplo, que cuando sucedieron las matanzas del 7 de octubre de 2023, perpetradas por el grupo terrorista de Hamás, y que acabaron con la vida de 1.400 personas, entre ellas también muchos niños, mujeres embarazadas y padres y madres de familia, el 87 por ciento de la población gazatí celebró todo esto y lo festejó en las calles. Y no solo ese día, sino cada vez, hecho que, por desgracia, se ha producido de forma demasiado continuada, los israelíes sufrieron atentados criminales en su territorio ocasionando multitud de muertes, niños incluidos.
También ignora mucha gente que la actual autoridad forzada de la zona la representa Hamás que, además, pone a su propia población como escudo, niños incluidos, para que se produzcan muertes con las que sostener el relato de un estado israelí criminal. Ojo, y no forma esto parte de ninguna justificación porque no tiene justificación real lo que Israel está haciendo con los habitantes de este territorio como tampoco lo tuvo la matanza del 7 de octubre de Hamás en suelo israelí. Pero seamos conscientes de que se trata de una guerra entre religiones. Para Hamás, con un perfil de extremismo islamista pronunciado, que mueran los gazatíes supone un honor en sus muertes porque esto los convierte en mártires de su propia religión. Horrible pero cierto. ¿O nadie se acuerda de la multitud de atentados, algunos sufridos en suelo español de manos del extremismo islámico en el que los terroristas se han inmolado? No lo hicieron por ímpetu de suicidio, sino porque estaban convencidos de que hacerlo los convertía en mártires. Contra lo que Occidente se enfrenta en la lucha contra el extremismo islamista es muy complicado y difícil de afrontar si no se conoce realmente el proceder y las causas y hay que profundizar en estos motivos para entender el porqué de tanta sinrazón.
Por otro lado, nos encontramos con un Gobierno israelí cuyo primer ministro es Benjamín Netanyahu, un político judío que creció en la lucha armada y contra el terrorismo y cuyo su hermano falleció a causa de éste. Un político que lideró en diversas ocasiones Israel pero que se fue radicalizando con el tiempo y la experiencia, con cada ataque al suelo de su país y con cada víctima sufrida por el integrismo islamista. Cuando se habla del control férreo que Israel ha mantenido durante décadas con los territorios de Gaza y Cisjordania, incluso de os actos violentos que se le atribuyen, se obvia la parte correspondiente a que Israel siempre fue fruto y objetivo del integrismo islamista y sufrió sus consecuencias. Eso sí, también debemos tener en cuenta el carácter judío y sus duras y firmes normas que condicionan su carácter y su visión y respuesta a los estímulos. A nadie se le olvida el “diente por diente” u otras formas de defensa sin cuartel de sus creencias, normas y territorio.
Respecto al territorio, y aquellos que indican que ese territorio pertenece históricamente a los árabes se olvidan de Moisés, de su hégira desde Egipto, de las doce tribus de Israel y de la constitución de este Estado, como tal, en fechas difíciles de recordar. Lo más cercano a los árabes que se asentaran en este territorio serían los filisteos. Fueron los árabes quiénes les arrebataron Palestina, nombre de un territorio y no de ningún Estado reconocido en la Historia, y del que nunca hubo rey, ni gobierno como tal y, por supuesto y, ni mucho menos, democracia como sí existe desde sus inicios en Israel desde su re constitución como Estado a mediados del siglo pasado. Para los judíos, Palestina representa el territorio prometido por Dios a su pueblo desde Moisés. Su recuperación parcial se produce tras el holocausto de la Segunda Guerra Mundial con un acuerdo auspiciado por Reino Unido y que tenía como fin, de alguna manera, ubicar a una población que no era del agrado para su acogimiento en el conjunto de los países aliados europeos por su capacidad de acaparar riqueza y llegar a controlar la economía, entre otras razones.
Hay, por lo tanto, mucha ignorancia y demasiada opinión absolutamente ignorante de la realidad, que va mucho más allá de lo que hoy os estoy contando en estas líneas. El grupo terrorista Hamás representa hoy en día no sólo la autoridad palestina que controla absolutamente todo lo que ocurre en Gaza, sino que también es el responsable de acaparar toda la comida y víveres que existieran allí, así como la totalidad de la ayuda humanitaria, y que han negado a su propio pueblo para convertirlo en mártir, aunque supusiera la muerte de los niños que luego fotografiaban para mostrarlas al mundo culpando a Israel. Hamás es responsable de poner en manos de niños armas, instruirlos en el odio a Israel y disponerlos a atacarlos en cualquier ocasión posible. Hoy en día, apoyar a los palestinos con visos a un posible Estado es apoyar a esta organización terrorista e integrista islamista. Lo que Gaza necesita es la libertad, e Israel no es responsable de su cautiverio, sino Hamás, que tiene secuestrado a todo su pueblo, además de a los centenares de personas secuestradas, maltratadas y muchas de ellas asesinadas que se llevaron de Israel el 7 de octubre de 2023, muchas de las cuáles mantienen en su poder.
En la constitución de Hamás aparece que nunca se procederá al reconocimiento de Israel y pone clara y nítidamente que perseverará en el conflicto hasta hacerla desaparecer. Hoy, gran parte de la izquierda en España, apoya veladamente a esta organización terrorista y rehúye públicamente de condenar sus acciones. Eso no importa para que sus seguidores les sigan apoyando y considerando que lo que se está produciendo en estos momentos es un genocidio por parte de Israel.
Hamás conocía sobradamente la actitud de Benjamín Netanyahu, su radicalización y la de su Gobierno. Hamás actuó con alevosía, previendo que la actual situación se iba a producir. Para preparar esto llegó a construir una serie de túneles a lo largo de todo el territorio gazatí y reunió todas las armas posibles, y la complicidad de países como Qatar para ocultar a los responsables de la matanza del 7 de octubre. Porque, no lo olvidemos, en la Historia de este conflicto, insisto que fundamentalmente religioso, los palestinos han contado con el apoyo de otros estados islamistas, como Egipto o Irán. La no involucración directa del resto está supeditada a no crear una situación que generaría un conflicto internacional a tal escala que pondría seriamente en riesgo sus intereses comerciales y su futuro.
Para que exista un genocidio es necesario, entre otras cosas, el cumplimiento de una serie de requisitos. Pero, quizás, uno de los fundamentales, es la intención manifiesta y expresa de los que atacan de destruir a un pueblo o acabar con su sociedad, la extinción de la misma. Israel, sumida en esta guerra religiosa provocada por Hamás, plantea el objetivo de acabar definitivamente con la organización terrorista Hamás, no con los gazatíes, a los que dice buscar una salida de autogobierno. Muchos ciudadanos que viven en Israel tienen un origen palestino e incluso un grupo de diputados de Israel lo son. No se está produciendo ni se ha producido una persecución por esta causa y ni siquiera se ha planteado.
Hamás asesinó cruelmente y son motivación previa ni justificación alguna a 1.400 personas en territorio israelí el 7 de octubre de 2023. La inmensa mayoría del pueblo palestino lo celebró. El Gobierno israelí respondió con una vehemencia injustificada y fruto de una radicalización absoluta declarando la guerra y obviando elementos fundamentales de acuerdos internacionales. Gran parte del pueblo israelí rechaza estas acciones y piden que finalicen definitivamente las hostilidades y los ataques.
La izquierda en España, sin embargo, hace una lectura absolutamente tergiversada de la realidad, impone el genocidio para conseguir mayor dureza en sus argumentos, persigue el juego de una organización terrorista como Hamás cuando exhibe a niños que ellos mismos han puesto como escudos humanos y a los que han negado el pan, y que asesinaron, asimismo, a niños y niñas israelíes y les propiciaron cruentas torturas con un nivel de desprecio a su dignidad. Claro que esto me recuerda a la seriedad y contundencia con la que respondieron a la decisión del Gobierno con el tema del pueblo saharaui, con el que estuvieron reivindicando décadas y al que, finalmente dejaron a los pies de los caballos cuando no les suponía una causa rentable y sí un problema por las necesarias relaciones con Marruecos aún no sabemos, aunque sí sospechamos, y mucho, por qué.
Y mientras tanto, y para variar, la derecha tan perdida como su relato para convencer de que la ciudadanía está siendo manipulada y utilizada para fortalecer a un Gobierno que hace aguas por todos lados. Quizás sea porque, en este caso, de entrar en profundidad, tendrían también que criticar con contundencia al Gobierno israelí, y en este caso tampoco les conviene por sus extraordinarias relaciones, entre ellas comerciales, y por la necesidad de mantener el apoyo estratégico a futuro con el bloque de occidente, el de Putin y compañía.
Como conclusión, aquí no hay buenos, aquí no hay causa noble por ninguna de las partes que justifiquen sus acciones. Aquí sólo hay una guerra santa, una guerra religiosa en pleno siglo XXI para el control de un territorio crucial para diversas creencias. Y Dios no es que mire para otra parte, es que no tiene dónde poner la vista que no se avergüence de hasta dónde está llegando la humanidad que él mismo creó. Espero que, una vez más, no se arrepienta.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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