Morbosía

De vuelta a la redacción y con novedades apetecibles

Estamos en octubre y el director de Minuto Crucial me ha convocado para participar en una nueva temporada de este digital de opiniones. Por ello, acudo apresuradamente al edificio donde se encuentra la redacción, para reunirme con él y con todos mis compañeros. El sonido de los coches y sus bocinas no deja de martillear el ambiente. Confío en que, entre los nuevos fichajes del digital, haya alguna que otra mujer irresistible. Porque, si algo me queda por experimentar, es el placer de descubrir la piel de una filósofa de las letras a quien logre complacer.

Abro la puerta del pasillo y contemplo caras nuevas, tanto de hombres como de mujeres, además de los veteranos con los que compartí redacción el año pasado. También veo a Turrientes, al que se le escapa una sonrisa al verme, porque sabe lo espabilado que soy. Por cierto, qué bien me tiene calado: en escasos segundos, su mirada ha ido de la mía a la de una nueva colaboradora y, posteriormente, ha regresado a mí. El muy cabrón conoce mis gustos como si fuéramos la misma persona.

Entre los nuevos rostros hay dos hombres y cinco mujeres. Todos tienen facciones de buena gente. Si escriben con la misma calidez con la que inspiran cercanía a través de su mirada, seguro que esta temporada nos irá genial. Desconozco sus nombres, pero algo me dice que aportarán y mucho al digital de opiniones Minuto Crucial.

Mientras el director habla, mi mirada queda fijada en esa mujer que él mismo me señaló segundos antes. Rondará los cuarenta y cinco años, y atiende con timidez a nuestro jefe, que va enumerando las secciones que prevalecerán en esta nueva temporada: actualidad política nacional e internacional, cultura, deportes…

Cuando llega el preciso instante en que Turrientes menciona los relatos de Jonko Blanco como sección, todas las miradas se dirigen hacia mí. Lógico. Soy el diferente, la nota discordante que escribe sobre cosas que ninguno de los otros se atrevería a tocar. Y eso, a su vez, me convierte en un tipo de lo más interesante.

No, no tengo pudor en hablar de mis experiencias sexuales, tampoco de mis fantasías. Incluso puede que sirvan como insinuaciones para que alguna mujer que sienta atracción por mí se anime a hacer realidad todo lo que aún le falta por vivir… cosas que sus novios, amigos con derecho o incluso su marido no han sabido cumplir, por ser unos soberanos rancios. En ocasiones, unas simples palabras pueden desencadenar el mayor de los éxtasis. La imaginación es, sin duda, una de las cosas más maravillosas que tenemos.

Una vez que Turrientes termina de dar su discurso, los colaboradores nos dispersamos. Hoy no es día de escribir, sino de presentaciones. Mientras unos y otros se alejan por los alrededores, decido acercarme a la novata impresionante, quien se sorprende al recibir mi saludo. Me gusta ver cómo su “hola” va acompañado de una sonrisa y una mirada expresivas.

Tras charlar un poco con ella, quien me cuenta sobre su vida, y al notar que hemos conectado, la llevo a un bar cercano para que juntos disfrutemos de una cerveza o un refresco. Dependiendo de lo que ella elija, optaré por pedir lo contrario. Las mujeres no son tontas, y si quieres que empiecen a verte diferente al resto de los hombres, elegir la misma consumición -para las más analíticas- podría convertirse en una señal de que estás demasiado receptivo. Y si lo notan en el primer segundo… mala señal, porque el rechazo será seguro, y esa noche tocará dormir haciéndote un cinco contra el calvo.

Su elección fue una cerveza; la mía, con destreza, un zumo de limón. Aunque por momentos casi opto por una infusión… Mientras el camarero las apunta, se va y regresa, y nosotros seguimos de cháchara. La que al principio parecía tímida, he logrado que coja confianza hasta el punto de estar dispuesta a pagarme la consumición. No, por Dios, eso sí que no. De la manera que quiero que me lo haga es en carnes y espero que sea pronto.

Pasamos media hora entre sorbo y sorbo. Al terminar de beber lo que habíamos pedido y pagar, noto que ella tiene la intención de irse a casa en bus. No, por favor, mi Insignia la espera… y mi boa también, así que me ofrezco a llevarla a su humilde morada. Una mujer así merece todas las comodidades del mundo. Jonko Blanco, cuando quiere, puede llegar a ser muy feminista, porque prioriza el placer de las mujeres… aunque no lo parezca, mucho más que por el suyo propio.

Después de subir al coche y llegar a nuestro destino, la mirada de mi compañera me deja entrever que quiere corresponderme por el largo viaje desde Madrid capital hasta Aranjuez. Por eso, justo cuando giro las llaves para arrancar, ella me frena y me invita a su casa para tomarnos una última copa. Son apenas las doce del mediodía, así que copitas, cero… aunque quizás ahora sí que sí toque una infusión para evitar futuros accidentes.

En el interior de la casa, su mascota nos recibe. Ver cómo la abraza, por un lado, me enternece y, por otro, consigue ponerme a tono. Si es tan dulce con su animalito, no quiero imaginar cómo será “con el mío”. Esta mujer debe ser un terremoto en la cama, y por eso debo hacerla estallar como el volcán más rebelde.

Sentado en el sofá, mi compañera de redacción me entrega el mando a distancia para que zapee mientras ella se dirige a la cocina a prepararnos dos infusiones. Como en esta ocasión he sido yo quien ha tomado la iniciativa con la infusión, ¿podría ser una señal de que ella está receptiva a mí? Quizás. Si con la ropa que lleva está sexy, no quiero imaginar cómo se verá estando como Dios nos trajo al mundo.

Una vez de regreso y tras sentarse a mi lado… las miradas se acercan, y después de que las sonrisas acabar cruzándose, terminamos -sin que ella lo buscara, aparentemente- besándonos apasionadamente, dejando las infusiones olvidadas sobre la mesa. Ir quitándole la ropa, mientras pienso que es una compañera de redacción, me excita; y comprobar que su gato no para de observarnos entre beso y beso, aún más. Y no, no soy zoofílico, pero sí de los que disfrutan con lo voyeur.

Tras los besos, la ropa acaba deslizándose hasta quedar en el suelo, y entre el cruce de cuerpos, la postura del misionero llega a nuestras vidas acompañada de gemidos. La mejor noticia del día -más estimulante que cualquier actualidad política- es verla disfrutar de mi deseo, primero con lentitud, luego con ímpetu. Sí, me gusta hacerla gozar sin contemplaciones. Minuto Crucial es la opinión que marca el tiempo, y yo, quien deja huella en cada mujer que se atreve a rendirse al abrazo de mi boa constrictor, esa que, cuando mata, mata de placer.

El tiempo pasa volando y, entre posturas y más posturas, ambos terminamos culminando más de seis veces. Con la generosidad que la caracteriza, el último encuentro es rápido, en plena ducha. Tras esa ducha compartida, me marcho ipso facto a mi pisito en el Barrio de Usera. No me espera ninguna mascota, pero sí la tranquilidad y la relajación por excelencia, una vez liberado de todo lo que llevaba dentro. Mañana nos veremos en la redacción y, como buenos compañeros, nos saludaremos con dos besos… como si nada hubiera pasado.

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