Romper puentes o no

Llevo unas cuantas semanas escribiendo en este Minuto Crucial que nunca podría haber elegido mejor nombre y que cumple ya tres meses (¡Felicidades!). Digo que no podría haber elegido mejor cabecera pues cada minuto que pasa, a cada paso que damos, la clase política nos sorprende con una nueva ocurrencia, con otro golpe bajo a la coherencia y al sentido común.

Golpe bajo a la coherencia porque no se sostiene tanta ida y venida en los argumentos. Lo que era bueno ayer hoy es malo, lo que te dije que sí, ahora es que no. Y falta de sentido común pues nada de lo que se hace es para mejorar la situación de los ciudadanos sino para obtener una ventaja política.

La penúltima ocurrencia fue la “cogobernanza”, esa entelequia que permite que un gobierno nacional deje de gobernar para que lo haga otro. Es decir, una palabra que da pie a hacer justo lo contrario de lo que pretende significar. El fiel reflejo de lo que está ocurriendo día sí y día también en España. Un despropósito.

Hablo en el párrafo anterior de la penúltima ocurrencia y golpe bajo porque en esta sucesión frenética de acontecimientos, esta misma tarde me meriendo que el PSOE, Podemos y ERC pactan un texto para que el castellano deje de ser lengua vehicular en toda España.

El Gobierno, el mismo que con sus socios se ha llenado la boca de “esto lo paramos juntos” del “salimos más fuertes”, el mismo que usa la primera persona del plural para vender el producto, ahora nos sale con una medida que lo único que va a conseguir es ahondar la brecha entre territorios, que cada día nos sintamos más alejados de nuestros vecinos y que no es más que como decía Sabina, un cada vez más tú y cada vez más yo y menos de nosotros. Además, no tiene sentido.

Cuenta la RAE que “vehicular”, dicho de una lengua, es aquella que sirve de comunicación entre grupos de personas de lengua materna distinta. Es decir, que el término ya admite que en España no todos tenemos la misma lengua materna, mientras que a la vez nos da una herramienta para poder comunicarnos y por lo tanto poder llegar a acuerdos y, sobre todo, poder movernos por el territorio sin temor a dejar de acceder, en condiciones óptimas, a servicios básicos tan esenciales como la salud o la educación.

Los mismos que abogan por una sanidad pública o por una educación pública, entienden lo público como aquello que no participa de lo privado sin más despojándole de ese “para todos” que también lleva implícito. Así la educación en Cataluña o en el País Vasco dejará de ser para todos para ser sólo para ellos.

Detrás del “salimos más fuertes” lo que se esconde es un “os hago más débiles” como ciudadanos. Un, os quiero cada vez más dependientes de lo local y de lo regional, menos confiados con el vecino, más divididos y con todo y finalmente, menos fuertes. Lamentablemente la semana que viene esto se habrá olvidado, el minuto crucial estará pendiente de otra nueva ocurrencia y desgraciadamente las elecciones aún quedan muy lejos.

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