El precio del poder

Hay un día en la vida de cada uno que le marca para siempre. Ese día en mi vida fue el 12 de julio de 1997, exactamente el día que celebraba mi 20 cumpleaños. Realmente no celebré nada, sólo esperábamos con angustia las 16:00 h como ultimátum de la ejecución a sangre fría de Miguel Ángel blanco, un joven concejal con sólo 6 años más que yo, por ETA.

No fue el primero ni mucho menos. Cientos de muertos, heridos, represaliados y extorsionados le precedieron, por desgracia. Tampoco fue el último. Pero para mí fue un punto de inflexión, no me interesaba demasiado la política por aquella época, pero ese día tuve claro que independientemente de las ideas que siguiera en el futuro, siempre sería frente a ellos. Sin concesiones, sin peros, sin excusas, siempre frente a ellos.

Hay veces en la vida que tienes claro dónde estar simplemente viendo quién hay enfrente. Y ahí enfrente sólo había muerte, terror y miedo. Es importante tener principios sólidos. Saber distinguir el bien del mal es uno de ellos. Mantenerte firme ante ellos también lo es. Aprendes con los años que hay cosas que son legales pero están mal. A fin de cuentas, las leyes las hacen los hombres y no siempre son buenas ni justas ni éticas. La historia nos lo muestra en innumerables episodios.

Ver en el Congreso de los Diputados a esa gente me da nauseas, lo reconozco abiertamente. Pero que se hable y se negocie con ellos como si fueran uno más, dotarlos de legitimidad, decir que todo está bien porque ya no matan, cuando no han entregado ni las armas ni han ayudado a esclarecer más de 300 asesinatos y que mi futuro y el de mis hijos repose en sus exigencias, me repugna.

Entiendo que el poder es adictivo, que hay gente que vendería a su madre por conservarlo, pero hacerlo a cualquier precio es indecente. Será legal, pero indecente. Sería interesante recordarle a todos estos que nos gobiernan, que tener no es lo mismo que valer y que una persona, en toda la extensión de la palabra, primero debe valer y luego tener.

Tener, puedes tener propiedades, riqueza, títulos o incluso viajar en Falcon. Tendrás poder, pero eso no define lo que vales, solo lo que tienes. El valer no tiene generalmente nada que ver con cosas materiales y lo da la coherencia, la palabra dada, la integridad y la lealtad.

Nos dirige gente que tener, tienen muchas cosas, pero valer, no valen nada. Nadan en la inmundicia de la mentira, de la falta de coherencia, de lo que exigen a los demás respecto a lo que hacen ellos, y su palabra es igual que almacenar estiércol en un ático de lujo en Serrano: no sirve para nada y además apesta.

Yo sigo fiel a aquello que prometí aquel 12 de julio y todo el que con la boca grande o pequeña, de frente o de perfil, se ha acercado a ellos, ha hecho que yo me retirara, porque puede que tener, no tenga muchas cosas, pero tengo memoria y también tengo decencia y, sobre todo, tengo claro que el poder no lo vale todo.

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