Gracias a Dios, Araceli

Y llegó el día de la vacuna. Esa especie de milagro que la mitad de la población espera como el agua de mayo y la otra mitad no quiere ver ni en pintura. Esto es España, otra cosa me sorprendería, ¡qué bien repartiditos estamos siempre!

El caso es que la vacuna adquirida por la UE y distribuida posteriormente a los diferentes países, ha llegado, bueno, una parte, pero ha llegado, y lo ha hecho en un palé con una pegatina del Gobierno de España de 2×2. Nada que ver de cómo ha llegado a nuestros países vecinos, de una forma aséptica de ideología y propaganda. ¿Me extrañó?, pues con franqueza, sí, yo esperaba que además de la pegatina, estuviera allí Pedro Sánchez y compañía esperándola con la banda de música, cohetes y bailes regionales, me decepcionó un poco, es la verdad.

– ¿Y a quién se la ponemos primero? Piensa Redondo, ¡esto tiene que quedar para la posteridad! -Ya lo tengo, a una adorable ancianita de una residencia, que se vea que sí las pisamos cuando las cosas van bien, aunque cuando iban mal ni nos arrimamos. (Así me lo imagino yo, pero es porque tengo mucha imaginación).

Y llegó Araceli, con su pelo blanco teñido por los 96 años que la adornan, y se santiguo, y no contenta con eso después le dio gracias a Dios, no a Sánchez, no, a Dios… ¡Qué poco agradecida, de verdad! Pero cómo esto no podía quedar así, horas después llegó Pilar Cancela, diputada gallega del PSOE, a explicarnos que Dios no tenía nada que ver, que lo había pagado el Gobierno, tal cual, euro tras euro fue allí Pedro Sánchez y dijo eso de «esta ronda la pago yo, que no falte de ná». No los ciudadanos con sus impuestos y las empresas con los suyos, no… Sánchez.

Pero cómo esto no era lo suficientemente rocambolesco, al tiempo apareció otro diputado, en este caso de Podemos para decirnos que » la vacuna no se vende, se distribuye», claro que sí, las farmacéuticas privadas que las han creado las van a «distribuir» sí, a cambio de los billetes que imprima el hermano de Garzón en la impresora de Rufián, supongo.

Nos comen los tontos, pero de manera literal. De todas estas performances, yo solo veo el lado positivo en la cara de felicidad de Araceli y su «gracias a Dios», que me suena al «pues ya hemos comido» tan español. Todo sea por nuestras Aracelis patrias, solo por ellas merece la pena escuchar a toda esta recua de descerebrados y compra favores que nos rodean, aunque a veces estemos cercanos al vómito.

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