No se preocupe por 2021, preocúpese por 2022

El pasado mes aconteció la enésima actuación circense del Gobierno que nos aflige. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el ejercicio 2021 salió por la fuerza en un despliegue de pomposidad y trilerismo político sin límites, en donde lo importante era sacar con quien sea y como sea, un texto que no soporta un estudio medianamente riguroso.

Sin embargo, he de reconocer que estos Presupuestos, amén de ser un brindis al sol, no me preocupan en exceso o, mejor dicho, me resultan una molestia menor en comparación con lo que viviremos en diciembre del próximo año. Para explicar mejor la situación a la que me refiero, voy a enumerar cuatro hechos y después reflexionaré sobre la importancia que adquieren cuando se conectan entre sí.

Hecho primero. El pasado día 11 de enero conocimos por boca del Vicepresidente del Banco Central Europeo que quien nos compró la deuda en 2020 no fue el mercado sino el BCE. Que el Banco de Bancos compre deuda de los países de la Unión no es nuevo, que compre toda nuestra deuda sí lo es. Los mercados de deuda llevan años intervenidos artificialmente por el BCE, la FED norteamericana, el BoE inglés, el BoJ de Japón… Sin embargo, cuando creemos que no pueden ir más allá, acaban yendo más allá.

Hecho segundo. Supimos un día antes, el 10 de enero, que nuestro déficit va a resultar atroz y vamos a gastar, siendo benévolos, unos 100.000 millones de euros más de los que ingresamos dentro de dos años (ya no hablemos de lo habido en 2020). Todo gasto que no se cubra con ingresos se ha de cubrir con emisiones de deuda. ¿Alguien imagina un hogar cualquiera en dónde conforme bajan los sueldos se incrementan los gastos? ¿Y si además esos gastos se sufragan mediante tarjeta de crédito y préstamos?.

Hecho tercero. El 05/11/2015 el BCE decidió modificar los estatutos internos que regulan el PSPP o programa de compras de deuda pública, de manera tal que estableció el límite de compra de deuda de un país en el 33% del PIB de éste.

Hecho cuarto. A finales de diciembre, apareció la noticia de que el total de deuda pública española en manos del BCE equivale aproximadamente al 30% de nuestro PIB.

Conclusión. Salvo que las políticas del Gobierno se den la vuelta como un calcetín, España va a necesitar emitir millones y millones de euros en deuda pública para mantenerse a flote. En la actualidad estamos a tan sólo 3 puntos porcentuales de alcanzar el límite marcado por el BCE a partir del cual ya no podría comprar más deuda española.

Si el BCE deja de comprar deuda, la prima de riesgo se disparará a niveles de verano de 2012, por lo que se espera que antes de que eso ocurra el banco modifique de nuevo sus estatutos y permita ampliar el % de tenencia de los países miembros.

La Unión Europea no puede permitirse el lujo de dejar caer una economía tan grande como la española y, siendo sinceros, Alemania necesita vendernos sus coches y sus máquinas, aunque sea a través del dinero que ellos mismos nos prestan. Me viene a la mente en este punto el pasaje bíblico de Proverbios 22:7 que dice aquello de «El rico domina a los pobres, el que toma prestado es esclavo del que presta.». El problema aquí es que el Gobierno está suscribiendo préstamos con tu firma y gastándolo a su placer, por supuesto.

No obstante, esa modificación no será gratuita y acarreará que para los PGE de 2022 el gobierno emprenda unos recortes que tocarán de lleno pensiones, sueldos públicos y otras tantas partidas. Es decir, preparémonos a ver despidos y cierres en la administración, a ver eliminación de pagas extra, a ver recortes en las pensiones y en paralelo un endurecimiento aún mayor de acceso a la jubilación.

Por supuesto, no descartemos más y más impuestos, quizás baste con ponerles el adjetivo “verde” y con ello todo queda solucionado de cara a la verdad oficial del telediario. Ya lo estoy viendo: Impuesto ecológico al grano no integral que encarece 20 céntimos cada barra de pan precocinado.

Por lo tanto, como medida más efectiva para paliar los estragos que van a ocurrir, planifiquemos correctamente nuestra inversión y consolidemos el ahorro con vistas al futuro, porque el futuro es ahora. Que no se diga que no lo vimos venir.

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