Todo debe cambiar para que todo siga igual

Este proverbio me viene a la cabeza ante el díscolo comportamiento del volcán de Cumbre Vieja, nadie le ha excitado, el factor humano no ha intervenido en la provocación.

Diez bocas están incansablemente escupiendo sus tripas candentes, ya que un solo cráter no es suficiente para tanto vómito. Ha sacado del confort, de la rutina, a los habitantes de La Palma que, aún en la desgracia, aceptan impotentes los designios de la naturaleza. Tocaba, la inteligencia humana y el instinto animal se rinden esperando la nueva coyuntura que los llevará a rehacer, a reconstruir, a resurgir de las cenizas, nunca mejor dicho.

Esta colada volcánica es respetuosa, en esta ocasión con las vidas. No viene a por ellas, sino a cambiar el paisaje para que… bueno, aquí me podría extender porque solo tendría que hacer un corta-pega con informes científicos de evolución. Haberlos haylos, hechos a posteriori tras el análisis evolutivo desde el pleistoceno. Montañas que emergieron del fondo de los mares que conservan sus fósiles marinos para el asombro de los curiosos ávidos de información, para que aceptemos las leyes de la naturaleza que ya viene programada, dejando a los ensoberbecidos en el más absoluto desamparo en su insignificancia.

El ejercicio de la solidaridad se impone. La resiliencia de los habitantes de La Palma, la resignación y la fuerza van de la mano en una alternancia comprensible en las emociones humanas. No es achacable por el momento a nadie este drama que es afortunadamente material. No hay por el momento duelos por vidas. Pero amigos, hay que sentar determinadas premisas para hacer certeras conclusiones.

La solidaridad es de las personas. Se refiere al manejo del sentimiento, algo que debe ser respetado por los dirigentes políticos cuya función es hacer números y establecer prioridades con los dineros públicos. La compasión de la sociedad civil deberá desembocar en ayudas de toda índole; material y de consuelo y apoyo emocional.

Ocurre que cuando se piensa en el mal y antidemocrático uso que se está haciendo desde la Gran Administración, la indignación acude en forma de dejación de nuestras obligaciones solidarias. ¿Cómo es posible la sangría económica que conlleva el disponer de 670 cargos de designación a dedo? Ministerios innecesarios, sindicatos inoperantes, paseos en avión presidencial, nepotismo por un tubo, etc.

¡Para, Marisol (soy yo), que te pierdes! Te sueltas del hilo conductor y… Retomo porque me salgo del tema. Estaba pensando que se está achacando a los habitantes del planeta, la etiqueta de coadyuvantes en la provocación de los fenómenos de la naturaleza. ¿Adversos?, para los planetarios, puede. La naturaleza es la que manda y hagas lo que hagas, bocadillo de caballa, tal y como decía mi abuela .

Ni las emisiones de CO2, ni el efecto invernadero, pasan de producirnos determinados malestares. Terremotos, tsunamis, ‘Danas’, tormentas perfectas y maremotos seguirán ocurriendo para equilibrar, para cambiar lo necesario y que todo siga igual. Todo esto dicho con la falibilidad de profana observadora y curiosa. Esta vez ha sido el turno de La Palma. Los humanos nos estremecemos al ponernos en su lugar, y eso debe seguir su curso natural, que no es otro que el estar atentos a sus necesidades urgentes y perentorias, con apoyo moral y material. Espero que pronto, la palmerita se pueda asomar a la ventana solicitada por su amor.

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