Es realmente llamativo que, en estos últimos tiempos, cada día tenemos más o menos derechos en función de lo que le interese al Gobierno. Hablaremos primero sobre la objeción de conciencia, ese término que escuché por primera vez así, con aplicación práctica, cuando se les dio la opción a los jóvenes de ser objetores de conciencia para no realizar el servicio militar apoyando a la Patria.
Lo recuerdo perfectamente, pues yo estaba en mi primer trabajo, recién acabada la carrera de fisioterapia y en el geriátrico en el que trabajaba andaban un poco escasos de personal. Fue la solución perfecta a la situación, había objetores de conciencia por todas partes. Eso sí, sin abusar de trabajar, que son jóvenes y tendrán tiempo. Salían objetores de debajo de las piedras con tal de no hacer la mili… con la falta que les hacía a muchos y el desperdicio de algunos que, si hubieran ido, por lo menos habrían tenido un futuro.
Eso sin hablar de la desmilitarización social y la relajación jerárquica consiguiente. Quiero decir que a partir de entonces se perdió algo como el orden y el respeto, al menos yo lo percibí así. Se perdieron en cierto modo las formas y valores, el respeto al mayor en edad o jerarquía y para mi entender, ese fue el camino hacia los ninis, por ejemplo. Se empezaba a practicar un buenismo sin precedentes y nada tenía consecuencias graves ¿qué más se podía pedir? Ese fue mi primer contacto con la objeción de conciencia; jóvenes que, por no querer dejar los estudios, o no tener ganas de salir de casa, o quizá por realmente estar en contra de lo militar, objetaban y suplían el tiempo reglamentario haciendo labores de apoyo a la comunidad.
Pero hoy el sentido de la objeción de conciencia es menos agradable y tiene connotaciones peyorativas. Porque hoy se le ha dado la vuelta a la conciencia social. Hoy la objeción de conciencia representa a los que no comulgan con la corrección ideológica y política, pues todo son derechos y no está correcto oponerse. Derecho a abortar, derecho a la eutanasia. El problema radica en que no pueden llevarlo a cabo sin la colaboración de un tercero, un profesional de la medicina. Una persona que se ha formado durante largos años y mucho esfuerzo para salvar vidas, no para quitarlas. De hecho, el código deontológico así lo reza.
Y entonces llega Irene Montero y propone crear un registro de médicos que se oponen a practicar abortos, porque abortar es un derecho… ¿perdón? Irene, debes saber que la objeción de conciencia también es un derecho. Y que lo que pides como un derecho, es un asesinato. Sí, asesinato por que muere una persona indefensa de la peor manera posible, en el vientre de su madre (que era la que le dio la vida, qué ironía) y despedazado, absorbido y si no, quemado químicamente.
Con tantos derechos que se tienen hoy en día, cuesta creer que alguien esté ofendido por escuchar las verdades. El sentido común, la vida, el duelo tras la muerte son experiencias que nadie va a vivir por nosotros, la alegría, el amor, la pena y el odio son sentimientos inherentes al ser humano. Pero convertirnos en verdugos de nuestros semejantes y para más inri con plena aceptación social, no es de tener ni sentido común, ni conciencia, ni sentimientos.
Polifacética ante todo, curiosa, autodidacta, responsable en VOX, fisioterapeuta autónomo de profesión…todo es susceptible de aprendizaje y solo fracasas si no lo intentas.
«Es más importante la dirección que la velocidad»
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