Noches de paz

Estamos a cuatro días de acabar el año 21. Lo dejamos, para nuestra desgracia, en medio de una polvareda. España, toda ella, es hermosa, ¡muy hermosa!, pero… ¡amigo!, ¡cómo cansa! Cabe preguntarse si tenemos remedio. Entre guerras civiles y amenazas de extinción, vamos servidos. No sé cómo habrán resultado la Noche Buena y el día de Navidad. Éramos pocos y cada vez somos menos.

No hay familia que no la tenga liada y bien liada. El futuro será cenar y comer a solas. La zambomba y los villancicos son de cuando se jugaba a la lotería en casa. ¡El 43!, ¡el año del hambre! Se decía así, como si nada. Después se seguía jugando, poniendo un garbanzo sobre cada cifra. Un afortunado cantaba ¡¡¡línea!!! Ahora rige “la gran inhibición”. El marido le dice a la mujer no saques el tema político, que la armamos gorda. La mujer advierte al marido: no hables de la vacuna, que acabamos discutiendo. La anfitriona evita tocar la cuestión del idioma: es el común, pero como si no lo fuera. Además unos son inclusivistas y otros no. Mamá quiere oír el discurso del Rey, pero se le tiran encima. ¡Viva la República!, ¡que se calle ese imbécil! ¡Para lo que dice!, ¿no ves que lee en el teleprónter?

En mis tiempos mozos esto no pasaba. El personal vive con los nervios a flor de piel. ¡Ojo con el menú!, ¡plato vegano, que viene la novieta del niño! ¡Cuidado con meter la pata!, ¡perspectiva de género! Y ten en cuenta que no todos somos hetero, ¡te lo repito cada dos por tres! Le preguntas a tu sobrina si tiene novio y, a lo mejor, tiene novia. ¡Bueno, mujer, qué más da! ¡No, Gerardo!, ¡no seas tozudo!, ¡no da igual, coño! El cordero es lechal, ¡crimen! La piña es de importación, ¡sólo comercio de proximidad! ¡El aguacate consume demasiada agua!, ¡pecado! El turrón lleva azúcares añadidos, ¡veneno! Yo este cava lo boicoteo, ¡apártalo de mi vista! ¿Ah, sí?, ¿y qué culpa tiene el fabricante? Si la tiene o no la tiene, me importa un carajo. Le echaré al vino agua con gas.

Después están los regalos, ¡esa sí que es buena! Cuando yo era inocente, venían los Reyes Magos de Oriente. Ahora es un empacho y, por tanto, sobra todo: el Olentzero, el Apalpador, Papá Noel y sus majestades.  Si compras para la niña… ¡ni cocinita ni rosa! Después lo más visto en la tele es Máster Chef Junior. Si compras para el niño… ¡que pasee un cochecito con la muñeca dentro! Un día será padre: que se vaya acostumbrando. Si le regalas un bebé humano, da un paso al frente: que no lleve lacitos ni tenga pilila. Podría ser él, o quizá ella, ¡pero recuerda que también puede ser elle! Entre adultos hacemos lo que nos da la gana y no pasa nada: para Manolo, una corbata nueva y para Toñi, un camafeo, a poder ser con la cara de Frida Kahlo. Algunos paquetes llegarán a su destino por mensajería: a falta de salvoconducto covid, cada uno en su casa y el virus en la de todos. Vamos, pues, de cara al 31. A la Noche Vieja le sigue el Año Nuevo. Mucho concierto desde Viena y mucha marcha Radetzky: todo muy intelectual, pero arrecia la bronca. Ya no se puede hablar, dialogar, cambiar impresiones. La única conversación viable es con uno mismo. Estamos condenados al solipsismo, al aislamiento, a la prevención: no te muevas, no mires, no digas nada.

Podríamos probar a decir ¡ufff, qué frío hace! Alguien contestará ¡es el cambio climático! La típica petarda que sabe de tus dudas tirará a matar: ¡ya está aquí, aunque algunos no quieran verlo! Es la misma estupidilla que te felicitará las fiestas o el solsticio. Si le dices “Feliz Navidad”, se siente excluida. Defiende la diversidad y, además, es atea: ¡para Belenes estamos! Y es que su hijo mayor tiene una medio novia de Camerún. A ti te da igual, pero a ella no. En los postres te sale con lo de la Conquista y se cisca en Cristóbal Colón. O pides perdón (¡tú!) o eres un miserable. Si le dices que han pasado cinco siglos, torcerá el morro. Sabes que todo lo que enseña son implantes, pero no dices nada. Le recuerdas que nosotros fuimos conquistados por los romanos y a los italianos no los molesta nadie. ¡Los mayas y los aztecas practicaban sacrificios humanos!

Llegan las uvas, el brindis, el chin-chin de borrón y cuenta nueva. La cabeza de familia dice ¡aparcad esos temas!, ¡no me dejáis oír las campanadas! Te importan a ti mucho los cuartos, los quintos y los sextos. De toda la vida se te han atragantado. Es en ese preciso instante, cuando caes en la cuenta. ¡Menudo invento, la mascarilla! Te la pones, decidido a no abrir la boca en lo que queda de noche. Al filo del 23… ¡quizá no estemos! ¡No se te ocurra decirlo en voz alta! Entonces saltará tu cuñado, hablando de la sanidad pública. La culpa es de los recortes que impone tu partido. ¿Qué partido?, preguntas, completamente noqueado. Es el tuyo sin que tú lo supieras. Notas que la escarola se te indigesta. Esté vivo o esté muerto, el año que viene ceno solo, ¡por mis cojones!

Es el fin, el acabose, el desmelene total: la televisión estallando, el matasuegras ondulando, el confeti lloviendo. Tu cuñada amonesta a su hombre y él pregunta por qué no le dices a él que se calle. La abuela y la nieta salen del salón llorando. El Jesús niño es testigo mudo de todo cuanto sucede. Debajo de la ventana, se detiene un mendigo. Ve luces y nota el rastro de su aliento atravesando el aire congelado. Se abraza a la pelliza y sigue calle abajo.

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