El camino que nos lleva a…

Celebramos la Navidad, que no es sino el aniversario del nacimiento de Jesús de Nazaret, el Mesías que vino al mundo, según los cristianos, para devolver a los hombres la luz de la eternidad, la comunión eterna con Dios, su Padre. De hecho, es denominado el Mesías, el Salvador de nuestras almas.

Y para lograrlo nos hizo entrega de su vida, la terrena, como muestra de fraternidad con los hombres, como muestra de amor, de humildad y de sacrificio. Jesús predicó con el ejemplo. Nos ofreció una campaña electoral para que votásemos por su programa de vida, un programa de vida definido para más allá de lo terrenal, para un reino que no es de este mundo.

“Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí”. Juan 18:36 

Pero no nos engañemos. Dejó claro que no venía a cambiar estados, que no venía, como algunos pensaban, a defender fronteras o razas, a proclamar reinos terrenales ni a conquistar pueblos. Jesús vino a conquistar nuestras almas con sus palabras y con sus hechos, con su propia vida.

Jesús vino para abrirnos las puertas del cielo, para establecer la más sublime alianza de Dios con los hombres, hechos a su imagen y semejanza, a través del camino que lleva a esas puertas, la propia vida que celebramos en el mundo material, en el mundo terrenal. Pero nada de lo material de aquí es la llave que abre esas puertas sino nuestra propia gestión de esas cosas y nuestra relación con el mundo y con las otras personas que nos rodean, nuestro ejemplo de vida.

“Le presentaron un denario. Él les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron: Del César.
Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”
Mateo 22, 15-21.

En aquella época César, emperador de Roma, era la persona más poderosa del mundo y dominaba territorios de toda Europa y parte de Asia y África rodeando todo el Mediterráneo. El imperio de almas fundado por el hijo de Dios, nacido en un pesebre en Belén de Judea se convertiría, siglos después, en el más grande que haya conocido la Humanidad.

Y es que no hay mayor conquista que la de las almas, la de los corazones. Por eso esta noche es tan especial. Luces que iluminan la noche hasta borrar las sombras. Alegría y fiesta por la llegada al mundo del Salvador de la Humanidad.

Un mensaje el de Jesús, el de su propia vida y entrega que va más allá de los creyentes y atraviesa nuestra sociedad, la marca continuamente y forma parte ineludible de nuestra cultura y de nuestros valores. Nadie puede ser ajeno a su victoria.

Hoy vivimos tiempos convulsos, tiempos en los que la histeria colectiva se adueña de las farmacias en busca de pruebas anti Covid, tiempos en los que tememos más por los demás que por nosotros mismos, tiempos de falsos profetas que predican sobre las bancadas del Congreso, que mienten y se refugian en el poder para reinar sobre aquellos a los que someten sin dar ejemplo.

Hoy es un día que bien nos debiera hacer reflexionar sobre quiénes deberían ser nuestros líderes políticos, aquellos que debieran encargarse de cuidar de nuestra salud, de nuestro bienestar, de nuestros empleos y de nuestro futuro. Si vemos que nuestro futuro es incierto es porque tenemos a líderes que no lo están haciendo bien. Si nos encontramos con líderes que imponen su ideología por encima de la fe en sus resultados, cuando los resultados de sus acciones no concuerdan con sus relatos… es que nos están engañando, es que están aprovechando su situación de poder para condicionarnos sin ser ejemplo de nada.

Hoy en día sobran buenas palabras, que también malas, y falta honestidad y entrega, verdadero amor por los demás, por lo colectivo, por el futuro y por impregnar a la sociedad no ya de tolerancia, sino de valores que nos hagan sentir más cercanos los unos de los otros. Cuando un grupo de líderes políticos ahonden en decisiones que acucien nuestras diferencias os aseguro que lo que hacen es dividirnos para su victoria, no para la nuestra, la de todos.

Que estas Navidades supongan un punto de inflexión a nuestra tolerancia sobre aquellos que nos dirigen hacia el abismo de los enfrentamientos, la discordia y la venganza, el odio y el separatismo, la divergencia y la falta de unidad; de aquellos que sólo piensan en ser reyes cuando su miseria ha quedado demostrada en su exceso de vanidad y prepotencia, en su falta de ejemplaridad para juzgar al resto.

Que a su vez estas Navidades sean el mejor momento para comenzar de nuevo a nacer, a resurgir, como hace miles de años lo hizo Jesús de Nazaret, en cada uno de nuestros corazones hacia un reino en el que no haya sino un solo rey y ningún vasallo, todos hijos de una misma especie en igualdad de derechos aunque también de obligaciones y responsabilidades.

¡FELIZ NAVIDAD!

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*